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Tori Sparks y el embrujo del Sacromonte

La cantante estadounidense edita su primer álbum en España influido por los sonidos del Sacromonte granadino

Tori Sparks (Florida, 1983) es una mujer valiente que un día vendió su casa, su coche, empaquetó sus cosas y dejó una vida conocida y una carrera en Nashville para cruzar el Atlántico y trasladarse a Barcelona. Aquella aventura comenzó sin red de seguridad y con muchas dudas. Tras quedarse tirada en el aeropuerto de Miami, Sparks llegó rota a una ciudad tomada por los manifestantes del 15-M. Estaba en una ciudad nueva, agotada y sin hablar el idioma cuando el taxista que le recogió en el aeropuerto se convirtió en el ángel de la guarda de la cantante estadounidense. “Todo el centro de la ciudad estaba cortado y el hombre pidió a un policía que vigilase su taxi mientras me acompañaba, durante media hora de calor estival, al sitio en el que me alojaba”, explica Sparks cuatro años después y en un perfecto castellano. Aquel hombre, al que todavía recuerda, no aceptó ni un euro más por aquello. “Me dijo que tenía tres hijas y que hizo lo que le gustaría que hiciesen por ellas en esa situación”. La cantante llegó a Barcelona, que derrotó a París en un pulso del destino, para alojarse en casa de una amiga de un fan que había conocido en una actuación anterior en Pamplona. Años después, Tori todavía recuerda aquella primera cena familiar en una mesa llena de platos en el barrio gótico de la que sería su nueva ciudad.

La carrera de Sparks retrata a una mujer segura, capaz de afrontar sus miedos y de superar las barreras a base de intentar las cosas y aprender de los errores. Así comenzó su vida en la música hace ya diez años, cuando era estudiante de Teatro en la Universidad de Florida. “Un sello de Nashville se interesó por una demo mía con cuatro canciones y me ofreció editarlo”, explica por teléfono. La entonces estudiante se lanzó a la aventura sin mirar atrás pero sin dejar la carrera. Pero aquella experiencia fue uno de esos errores de los que se aprenden. “No me gustó todo lo que viví, querían venderme de un modo en el que yo no estaba de acuerdo y querían que mintiese para venderme”, explica ahora. Sparks no pasó por el aro, dejó el sello y empezó una nueva vida profesional que le ha llevado con el tiempo a dar charlas en universidades sobre cómo autogestionar una carrera musical. Pero la llamada de los escenarios no impidió a la estadounidense terminar sus estudios. “Empecé estudiando teatro, que me encantaba, y también cosas de música, pero aproveché también para estudiar algo de gestión empresarial. Toqué todo aquello que pensaba que podía serme útil en el futuro para encontrar un trabajo”, señala Sparks.

En EEUU editó tres álbumes que se aproximan al folk y al rock antes de hacer las maletas para comenzar su carrera europea. “Me salían muchas cosas en Europa y quería vivir allí para no tener que cruzar el Atlántico cada pocos meses”. La primera opción fue París. “Yo hablaba francés y había vivido allí cuando era estudiante, pero me sentía fascinada por Barcelona”. Así, en 2011, cargada de bultos y en plena ola de protestas contra el sistema, Sparks cogió el taxi que la salvaría de aquella brusca llegada.

Tori Sparks y el embrujo del Sacromonte

“Llegué a Barcelona sin saber qué me iba a encontrar y después de haber vendido mi casa. No tenía un plan B, esto tenía que salir bien”, explica Tori con un castellano veloz de marcado acento americano. Al poco de llegar a Barcelona, Sparks editó su cuarto disco. “No es buena idea mezclar una mudanza con el lanzamiento de un álbum”, bromea ahora. Desde entonces, la estadounidense se ha ido haciendo un hueco en la escena europea gracias a un música intensa que tiene la notable virtud de no recordar a la de nadie, un folk dulce y desgarrador de letras intensas que ha colocado a la cantante en una buena posición que ella misma ha gestionado, tomando todas las decisiones –y haciendo todo el trabajo- de su carrera.

A finales del año pasado, Sparks editó ‘El mar’, su primer disco grabado en España. En esta entrega la estadounidense gira hacia el flamenco al grabar en castellano junto a Calamento, una formación instrumental que ha casado a la perfección con el estilo y la forma de Tori. “No intento hacer flamenco”, afirma entre risas. “Es una suerte de fusión en el que la banda y yo nos encontramos y las piezas encajan”, añade. El flamenco es algo que llegó por casualidad a la vida de esta chica criada musicalmente en Nashville. “Al poco de llegar a España hice una excursión a Sevilla con la chica que me alojaba. Cuando ellos volvían a Barcelona yo decidí visitar Granada, que ahora es mi ciudad preferida del mundo”, señala. El impacto de Granada fue tal que Sparks acabó viviendo un tiempo allí. “Cuando fui la primera vez estuve paseando por el Sacromonte, que es un sitio que me impactó mucho. Allí, en una cueva, vi un cartel que decía que se daban clases de flamenco, así que entré. Todavía no hablaba español y le expliqué a una señora que quería aprender a tocar”, relata. Unos meses después, la artista volvió a Granada y empezó unas clases que le fascinaron y que le abrieron la mente a un nuevo universo. “Mis profesores allí eran sensacionales. Viven en un mundo tan cerrado que uno de ellos no sabía quién era Marvin Gaye, no conocía nada fuera del Albaicín. El otro, en cambio, viaja por todo el mundo dando clases de guitarra. Tengo mucha curiosidad por ver qué opinan mis profesores del disco con esas perspectivas tan diferentes del mundo y de la música.”, confiesa la cantante.

Tori Sparks y el embrujo del Sacromonte

‘El mar’ es un disco cautivador que se presenta con una versión seductora del ‘Everybody knows’ de Leonard Cohen. También está ‘Quizás, quizás, quizás’, un tema que Sparks había grabado en otro disco o ‘Verde’, su guiño a los versos de Lorca. El giro respecto a sus anteriores trabajos es tan evidente como resultón. “Era un disco arriesgado, pero me apetecía hacerlo”, explica la cantante. Evitando ofender al mundo del flamenco, Sparks reitera que ella no ha hecho un disco de flamenco, que ella no canta flamenco, pero que quería acercar su música a ese estilo para ver cómo sonaba. Y suena bien, arriesgado y curioso, intenso y emotivo. Tori se siente halagada por muchas de las reacciones que está escuchando estos días, un cariño que también se puede volver hostil. “En España estoy muy contenta pero me llama la atención que toda la gente que he conocido es tremendamente cariñosa y buena o terriblemente mala”, confiesa. También está segura de que tomó una buena decisión al venir a Barcelona. “Me gustaría vivir un poco más en el campo porque puede ser una ciudad muy saturada, pero Barcelona tiene algo que no tiene ninguna otra ciudad en la que haya estado, menos aún en EEUU, es una ciudad en la que puedes caminar y en la que entras en un café y oyes por lo menos seis idiomas. Todo eso me encanta y es algo que también afecta a mi música”, señala esta chica de voz penetrante y buen carácter, un mujer valiente que no teme los riesgos ni las aventuras, una artista capaz de dar la espalda a su vida y empezar otra nueva, una que ha dado un paso en una nueva dirección con la edición de su primer disco grabado en España y que comenzó con la ayuda de aquel taxista en aquella primera noche catalana.

 
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