Natalie Prass, el traje de noche de las canciones simples
La cantante debuta en la música con un disco elegante producido por Matthew E. White
Natalie Prass dejó sus estudios en la escuela de arte de Boston. Se sentía agobiada entre tanta gente, perdida en ese nuevo mundo, impresionada ante el talento de los demás. Después de un año, abandonó. Para hacer música, pensó, lo mejor era lanzarse al escenario y perder los miedos.
Prass se volvió a Virginia y más tarde se instaló en Nashville. Pero esta chica, nativa de Cleveland, no terminaba de encajar con la rígida industria de Nashville y tras recorrer todos los locales de la ciudad con sus canciones terminó encontrando hueco en distintas bandas como corista o teclista.
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Ahora, años después de aquella decisión, la cantante debuta como solista con un álbum homónimo que presenta su voz delicada vestida por la sutileza de Matthew E. White, un músico de inmenso talento que debutó hace un par de años con un álbum que cautivó a la crítica por sus matices y que este mismo año edita su segundo disco.
Natalie conoció al barbudo cantante cuando eran compañeros de instituto en Virginia y pensó que si alguien podía hacer que sus canciones sonaran diferentes era él. Un gran acierto. Cualquiera que haya escuchado 'Big inner', el debut autoproducido de White, quedó cautivado por la capacidad del músico de vestir canciones sencillas para que parezcan otra cosa, algo añejo pero próximo, algo contundente a la par que sutil, algo especial.
White ha producido un disco repleto de sutiles vientos, de una batería elegante y de multitud de sonidos que elevan de categoría el debut de Prass, un trabajo que se tiñe de soul, de ritmos jazzeros e incluso de big bands. La voz delicada de esta treintañera podía perderse en canciones country o baladas de corazones rotos, pero contar con una decena de músicos de la escuela Spacebomb, el sello de White, convierten el debut de Prass en un disco diferente que se muestra con más detalle según avanzan las escuchas.