Condenados a no ir de la mano
Resulta imposible encontrar un momento de la temporada en el que el nivel del Real Madrid y del Barcelona hayan estado a la par
Rivales irreconciliables, siempre hablando a nivel deportivo, Barcelona y Real Madrid no coinciden siquiera en sus momentos de forma y estabilidad. Cuando las aguas transcurren tranquilas por el cauce de uno de los equipos, por el otro parece estar a punto de desbordarse. Y viceversa. Esta temporada resulta imposible ver a los dos titanes del fútbol español al mismo nivel, y el duelo de este domingo no iba a ser una excepción.
El pasado 25 de octubre de 2014, el Santiago Bernabéu acogía el primer Clásico de la temporada. El Barcelona llegaba líder y el Real Madrid estaba a cuatro puntos, si bien es cierto que venía enrachado tras rehacerse de un titubeante inicio loguero. Pese a la situación en la tabla, los blaugranas no acababan de convencer a la aficionados y críticos, debido a que en su único test serio hasta entonces, su duelo ante el Paris Saint Germain en la fase de grupos de la Champions League, los catalanes acabaron hincando la rodilla. Desde Chamartín, por su parte, las derrotas ante Real Sociedad y Atlético de Madrid supusieron una catársis para los blancos y el equipo arrancaba una racha que les llevaría a sumar nada menos que 22 jornadas consecutivas ganando.
En la actualidad, sin embargo, las sensaciones que desprenden las dos escuadras son radicalmente distintas. Mientras que Luis Enrique por fin parece haber dado con la tecla y el Barcelona vuelve a transmitir una sensación de superioridad y control de los partidos sobre el verde, Carlo Ancelotti ve como sus decisiones cada vez son más cuestionadas por la parroquia blanca y la afición ha comenzado a señalar a varios jugadores.
En las diecinueve jornadas que han transcurrido desde entonces, Barcelona y Madrid han sido dos polos opuestos. Resulta imposible encontrar un punto de la temporada en el que ambos equipos hayan rendido al mismo nivel, tanto para bien como para mal. El mejor momento deportivo de los blancos coincidió con la "apertura de la veda" en el Camp Nou, como lo calificó el técnico asturiano.
Las dudas en torno al banquillo y a las principales estrellas -caso Neymar, lios de Piqué con la guardia urbana, Messi muy lejos de su nivel, Luis Suárez adaptándose a su nuevo equipo y con el objetivo desviado de cara a portería- sacudían cada semana la ciudad condal, que veía como la distancia con el Real Madrid aumentaba. Hasta el punto que a inicios del actual 2015, la relación del entrenador azulgrana con Messi alcanzó su punto más elevado de fricción. En la capital, por el contrario, todo era un camino de rosas: Victorias, liderato, un juego que maravillaba a propios y extraños, Cristiano Ronaldo marcando jornada sí jornada también... estaban de dulce y su superioridad parecía acrecentarse cada semana.
Pero cuando los azulgrana comenzaron a ajustar las piezas y la regularidad se instaló en Barcelona, los de Chamartín comenzaron a mostrarse vulnerables y sus pisadas comenzaban a ser dubitativas. Lejos de situarse los dos a un mismo nivel de competitividad, la realidad giró 180 grados en ambos escenarios. En territorio catalán, Piqué recuperó su mejor versión y Luis Suárez rompió su sequía de cara a puerta, afilando la punta hasta entonces menos punzante del tridente del ataque culé.
Pero por encima de todos, la metamorfosis que ha protagonizado Leo Messi desde el pasado mes de enero hasta la fecha ha permitido a los de Luis Enrique crecer de manera exponencial a su participación en cada partido. La versión apática y desdibujada del argentino dio paso a una mucho más implicada y activa en el juego coral. Los duelos de octavos de Champions League ante el Manchester City sirvieron para demostrar la mejor versión de los de Luis Enrique. El pesimismo dio lugar a la euforia y el Camp Nou volvió a sonreír y a disfrutar.
A 624 kilómetros de allí, las rosas que conformaban el camino de los madridistas se tornaron guijarros y el Real Madrid vivió en sus carnes lo que en Barcelona habían dejado atrás unos meses antes: Jugadores de fiesta tras sufrir un 4-0 a manos del Atlético de Madrid, sus principales estrellas desconectadas y el entrenador sobrepasado por las circustancias. "Es confuso lo que hacemos en ataque" llegó a reconocer el propio Ancelotti tras la derrota de los blancos ante el Athletic Club de Bilbao, que propició que los blancos se viesen apeados del liderato.
Unas declaraciones que, unido al amago de debacle en Champions a manos del Schalke 04 en octavos de Champions League, llevó al propio Florentino Pérez a convocar una rueda de prensa para desmentir las informaciones que apuntaban a que el técnico italiano podría haber recibido un ultimátum desde la directiva en caso de caer en el Camp Nou. Situaciones que han provocado que las sensaciones de los blancos, que vuelven a enfrentarse a los azulgranas por detrás en la clasificación, sean muy distintas a las que evocaban en la primera vuelta, manifestando, una vez más, que Madrid y Barcelona están condenados a no ir nunca de la mano.