Cine y TV
CRÍTICA

'Aquí Paz y después Gloria', una comedia para llorar

La serie se estrena con un gran dato de audiencia, congregando a más de 3,5 millones de espectadores

Escena del capítulo 1 de 'Aquí Paz y después Gloria' / MEDIASET

Madrid

Los que saben del asunto afirman que la comedia hay que tomársela muy en serio. Tras las sitcoms más exitosas y elogiadas hay un cuidado trabajo de perfección de guiones y personajes y de absoluta precisión en el tono y en el tempo: todo entra cuando debe, dura lo que tiene que durar y está dicho como es necesario que sea dicho. Después de todo ello, cada una habrá de ajustar unas variables para adaptarse al contexto de su etapa histórica, de la sociedad que recrea, de estilo del canal que la emite y del público al que va dirigida. Variables que podrán restar brillantez al producto final, pero que en ningún caso serán la excusa para justificar una mala serie.

BUEN ESTRENO

'Aquí Paz y después Gloria' logró seducir en su estreno a 3,6 millones de espectadores con un 20,7% de cuota de pantalla que le permitió liderar en la noche del martes

En el mercado televisivo español, estos elementos que obligan a productoras a crear series para ser emitidas en canales generalistas, buscando la aceptación de más de 3 millones de espectadores, con duraciones desorbitadas y sin que ofendan a nadie, son un duro obstáculo a la hora de evolucionar y hacer crecer a la ficción patria. Por eso, cada vez que una serie española consigue -de alguna forma- hallar la cuadratura del círculo y presentar un producto sólido, de calidad y que cumpla con todos esos requisitos, se dice que se ha dado un paso hacia adelante. La evolución de la ficción televisiva española se explica a partir de unas determinadas series concretas que, en las distintas épocas, aparecieron para situarse como vanguardia de lo que luego vendría.

Lo que ha hecho Telecinco con 'Aquí Paz y después Gloria' es retroceder. La serie protagonizada por Antonio Resines es una involución, no solo porque se trata de una serie con una apariencia y un tono propio de finales de los años 90, sino porque en esa época sería una mala serie. Y que la cadena más vista de España apueste por un producto así es una pena: se hace un flaco favor a sí misma y, sobre todo, a toda la industria. 'Aquí Paz y después Gloria' es una serie perfecta para que todos aquellos que despotrican contra las series españolas sin consumirlas, sigan haciéndolo.

Técnica y artísticamente inaceptable

El ficción producida por Mandarina resulta tan descorazonadora que hay que analizarla más allá del dato de audiencia. No obstante, esto es lo que se hubiera hecho si Mediaset no hubiera escondido a la prensa su primer capítulo y la crítica lo hubiera podido visionar antes de su estreno. Pero visto lo visto, es completamente entendible que Telecinco no organizase un visionado con 'Aquí Paz y después Gloria'; al menos ahorró el sonrojo a sus empleados de Comunicación, que dan más la cara que los propios directivos.

Se trata de un capítulo inicial con notorios fallos de montaje, con decorados que gritan que son de cartón piedra, con una penosa iluminación -la luz blanca y uniforme que caía sobre todos los personajes permite a cualquier espectador avezado adivinar dónde y de cuántos focos dispone cada secuencia- y una realización que, de sencilla, resulta vulgar. Técnicamente, 'Aquí Paz y después Gloria' es un desastre.

Pero si hay algo que penalice a esta comedia con la que es más fácil llorar que reír, es el apartado artístico; interpretativamente por un lado y argumentativamente por otro. El guion -y eso que ha sufrido muchos cambios respecto a la concepción original- no hay por donde cogerlo. No es que sea una serie que presenta mal a sus personajes o que los dibuja de manera tópica, directamente es una serie sin personajes. Todo orbita en torno a Antonio Resines, que interpreta a dos gemelos (uno de ellos prácticamente desaparece tras el inicio) que no son otro cosa que la versión vista mil y una veces de este actor. Por tanto, no hay personajes. Solo está Resines, con sus aspavientos y sus frases entrecortadas. El mismo Resines de 'Los Serrano', salvo que en la mítica serie de Globomedia, sí interpretaba. Aquí, él es en sí un personaje.

Y no hay nada más. El resto son personajes florero, en su mayoría mal interpretados por un reparto que no es capaces de ajustarse a algo tan manido como una joven poligonera que trabaja de aprendiz de peluquera. Tan dantescas son algunas secuencias que cabe preguntarse si ese mismo guion interpretado por los habitantes de la casa de 'Gran Hermano VIP' no sería más creíble y, sobre todo, más gracioso.

El argumento desencadenante del único conflicto que mueve la trama de la serie no se sostiene por ningún lado: un caradura y estafador que suplanta a su hermano cura, solidario y entregado a su oficio, tras un accidente que deja al segundo inconsciente en un hospital. El caradura, ahora con alzacuellos, se presenta en la parroquia para hacerse pasar por su maltrecho gemelo coincidiendo que esa iglesia está en el barrio donde ambos se han criado y donde todo el mundo conoce a los dos hermanos; eso sí, nadie es capaz de notar el cambiazo.

Todo ello aderezado con chistes facilones, predecibles, inocuos y sin gracia que hacen de esta serie un producto tedioso, de lo peor que se ha estrenado en años.

Es, por tanto, inexplicable que Telecinco haya dado luz verde a esta serie. Quizá espere que cuele entre cierto tipo de espectadores; pero, aunque así fuera, un producto como 'Aquí Paz y después Gloria' ensucia su imagen de marca en el apartado de ficción. La misma cadena que apuesta por series como 'El Príncipe', 'Hermanos', que ficha a Maribel Verdú para encabezar su próxima gran proyecto de ficción televisiva o que es una referencia en el ámbito de comedia con 'Aída' (ya concluida) o con 'La Que Se Avecina', no puede dar palos de ciego y jugar a la lotería estrenando aberraciones como 'Alatriste' o 'Aquí Paz y después Gloria'.

Está bien ser la cadena de los realities y de la audiencia a cualquier precio, pero cuando también se ha demostrado que se puede ser una cadena de buenas series, es inexplicable dilapidar el crédito que los espectadores han accedido a concederte en el apartado que más brillo da a una cadena de televisión.

 
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