La redención artística del pianista maldito
Bill Fay edita un nuevo álbum tras el éxito de su regreso en 2012 tras décadas de exilio musical
Tras pasar más de cuatro décadas alejado de la música, Bill Fay regresó en 2012 con 'Life is people', un álbum imponente y profundamente poético que hizo justicia con la obra de este británico setentón que conoció el lado más ingrato y cruel de la industria musical. Tras el fracaso comercial de sus dos álbumes de la década de los setenta, Fay dio la espalda a la industria y se dedicó a la jardinería y otros trabajos mientras sus nuevas composiciones se apilaban en un cajón de su casa. Hace tres años. y tras la insistencia de un joven disquero que creció con su música, el pianista británico regresó al estudio con un par de condiciones: no daría conciertos y los beneficios de su obra se destinarían a causas benéficas.
El regresó de Bill Fay cautivó a una crítica siempre deseosa de buenos álbumes acompañados de buenas historias. 'Life is people' se coló entre lo mejor del aquel año en grandes medios y cicatrizó algunas de las heridas en el orgullo de Fay. Su vida al margen de la música ha convertido a este compositor en un hombre de fe con una gran capacidad de observación que ha plasmado en canciones intensas e íntimas que llegan entre los susurros que acompañan a un piano sobrio y elegante. Durante la promoción de aquel disco, Fay aseguró que no tenía pretensiones de regresar a la música, pero que nunca había dejado de hacer canciones ni dejaría de hacerlo. Durante todos esos años, la música había sido una válvula de escape para Fay. El inglés, lejos de regodearse en el rencor o maldecir al destino, encontró en el arte de componer un consuelo espiritual. Tras un largo día de trabajo, Bill llegaba a casa, se sentaba al piano y plasmaba el mundo que veía en canciones que nadie escuchaba.
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Ahora, tres años después del aplaudido regreso del músico británico, Dead Oceans edita 'Who is the sender', un disco de trece canciones que muestra la orfebrería compositiva de Fay, un artesano al piano con una capacidad especial de retratar el mundo cotidiano a través de poéticas reflexiones que elevan su obra de un modo único que lleva al oyente a plantearse por qué Bill Fay no figura entre los grandes nombres de la música británica y por qué su obra pasó sin apenas ruido.
El nuevo trabajo del pianista es un regalo para los solitarios, para los que alargan las noches con discos intimistas con los que establecen una relación de amistad que ofrece compañía y consuelo. El éxito de la anterior entrega de Fay fue el premio que el músico merecía, aunque no lo buscase, aunque ya le fuese indiferente. También el génesis de este nuevo trabajo. Un proceso de justicia artística que pocas veces se produce de un modo tan claro, tan merecido y tan gozoso para el público.