La hora de los griegos
Madrid
No gustó nada en Bruselas la decisión unilateral y sorprendente de Tsipras de convocar un referéndum para el próximo domingo. Se consideró en la práctica como una ruptura de las negociaciones y a partir de ahí se calentó el lenguaje, se vistieron de drásticas e irreversibles las decisiones y se dio al botón del cronómetro para comenzar la cuenta atrás.
Lo que ocurre es que, como siempre cuando se trata de Europa, el final de la cuenta atrás es un punto que la política puede desplazar a su antojo. Hoy se sitúa en la medianoche del próximo martes, el momento exacto en el que finalizaría el actual programa de rescate a Grecia. A partir de ahí, nos dicen, Atenas se quedaría en el limbo, y solo podría salir de él con la negociación de un nuevo rescate: un proceso complejo, arduo, que conlleva decisiones de otros países y que se prolongaría en el tiempo.
Pero lo cierto es que en la medianoche del martes, si nada cambia, tampoco se va a producir ningún terremoto. Grecia no entraría técnicamente en quiebra. El FMI, en casos así, da automáticamente un mes de prórroga y se entra luego en un periodo dilatado que puede culminar, o no, en 'default'. Y respecto a Bruselas y al BCE, los otros dos miembros de la troika, el primero no tiene ahora mismo ninguna regla fija con la que actuar y el segundo sabe que debe proteger a toda costa la estabilidad financiera, incluida la de Grecia.
Así que la fecha clave, realmente, es el próximo domingo, cuando se celebre el referéndum. Y en los próximos días se va a trabajar contrarreloj (con ofertas, presiones y diálogo) para influir en el resultado de esa consulta. Hoy, dicen fuentes del Gobierno español, no se descarta nada. Desde la muy remota posibilidad de que se desconvocara el referéndum, a que el propio ejecutivo griego cambiara de posición y apoyara un sí, pasando por que la oposición griega logre darle la vuelta a la situación y, ayudada por el miedo al abismo de muchos ciudadanos, logrará que los griegos dieran un voto de confianza a Europa en contra de las recomendaciones de su propio Gobierno.
Es definitivamente la hora de los griegos. Europa acepta resignada que se pronuncien, pero va a hacer todo lo que esté en su mano para influir en ese pronunciamiento.