Internacional
REFERÉNDUM EN GRECIA

Atenas desde la Colina de los Lobos

El mejor sitio para vigilar Atenas es la Colina de los Lobos. La Colina Licabeto. A 278 metros de altura, desde esta enorme roca Atenas solo puede parecer poderosa y eterna. Es imposible abarcarla con la vista, y la legendaria luz del Ática hace que mar, cielo, montes y ciudad diluyan sus límites y contornos

Atenas desde la Colina de los Lobos

Atenas desde la Colina de los Lobos

Atenas

Desde la Colina Licabeto, Atenas parece eterna, y se entiende la tranquilidad con que muchos atenienses explican que, pase lo que pase en el referéndum de este domingo, ni se hundirá el mundo ni cambiarán mucho las cosas. La Acrópolis seguirá donde está, la Biblioteca de Adriano recordará cada día la devoción hacia Grecia de uno de los emperadores más “europeos” que dio Roma, y las islas, a lo lejos, confundidas en el éter, mantendrán su condición de paraíso en la tierra y de lugar de descanso y felicidad.

Los griegos están asustados, sí. Divididos, también. Cabreados con Bruselas o cabreados con su clase política. Con unos porque aprietan sin misericordia, con otros porque prometen lo que no pueden dar.

Anna Chatzichristou es de Atenas, pero pasa parte de su vida en un avión. Ocupa un alto puesto directivo en una importante cadena hotelera que le obliga a recorrer Europa de punta a punta. Se siente muy europea. Va a votar sí. Está muy enfadada con el primer ministro Tsipras. Reconoce y valora su carisma y sus dotes políticas, pero cree que ha actuado de un modo irresponsable. “El capitán del Titanic decide conscientemente poner rumbo hacia el iceberg, y cuando la nave ya está enfilada le dice a la tripulación que tome ella el mando”, dice Anna. Es la metáfora que le viene a la cabeza para reprochar a Tsipras su decisión de trasladar a los griegos una responsabilidad tan complicada y técnica como la negociación con Europa.

Los padres de Anna, sin embargo, votaron a Tsipras tras años votando a los conservadores de Nueva Democracia. Como en otros países del sur, como en España, hay una generación que retiene su trabajo y su miedo al futuro y que se ve encajonada entre otros tres grupos de población más arrojados: los abuelos, que ya se han hartado del clientelismo y las corruptelas y no tienen nada que perder; los nietos, con un futuro cegado y que no tienen nada que ganar; y los que durante esta crisis ya lo perdieron todo y solo les queda su rabia.

Pero rabia con cierta prudencia. No se trata de tirar por la ventana todas aquellas cosas que han construido el carácter griego: la profunda religiosidad en la tradición, el orgullo nacionalista que planta banderas en los sitios más insospechados, el hedonismo mediterráneo de terraza y risa fácil y el sentimiento de unión y arraigo que da la familia.

En esta mañana soleada de referéndum, sorprende encontrar en medio de los altos edificios que rodean la Plaza Syntagma una pequeña ermita donde la madre, el padre, las abuelas, los tíos y tías, emperifollados en exceso para el sofocante calor ateniense, asisten al rito ortodoxo del bautizo de una niña que, como todos los niños que pasan por el rito, llora desconsolada porque no entiende nada. Luego irán a votar, explican los familiares. O no. Pero lo primero es lo primero.

Grecia es un país que vive del mito. Y de la filosofía. La filosofía les da grandeza, orgullo, y por qué no decirlo, un punto de soberbia cuando no solo se atribuyen en exclusiva a Aristóteles, sino que además pretenden explicar con él todo lo que ocurre.

Atenas desde la Colina de los Lobos

K. Nikosdou es un fotógrafo callejero que retrata las costumbres de su país sin molestarse en entenderlas. Muestra orgulloso una foto del pueblo de su padre en la que un joven griego aparece suspendido en el aire, en un imposible salto de fuerza y orgullo. Dice Nikosdou que es joven, valiente, desafiante y quiere mostrar al mundo que es un valiente guerrero. ¿Cómo Tsipras? “No”, contesta, “porque si te fijas en la foto, este joven salta desde el suelo, desde terreno firme y sólido”. ¿Y Tsipras? “Tsipras se limitó a heredar el anillo del anterior líder de su partido. Su retórica es maravillosa pero no dice toda la verdad”. ¿Y cuál es la verdad? “Que este país lleva doscientos años controlado por la banca y la iglesia”. ¿Y no es eso lo que denuncia Tsipras?

Nikosdou se queda hablando solo, junto a sus fotos. Habla de la monarquía, la oligarquía y la democracia, y de cómo Kant es un niño frente a monstruos como Aristóteles, Platón o Pitágoras.

Toda historia cambia cuando la miras desde la otra orilla. Mientras los griegos se muestran divididos entre ellos, ofendidos con Bruselas y celosos de su identidad europea, dos músicos venidos desde el Congo muestran su sonrisa y su música en las calles calurosas del barrio de la Placa, satisfechos de poder vender cds con su arte en la calle de una ciudad europea.

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