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Hollande quiere reformar la constitución para reconocer las lenguas regionales

La medida, que llega 23 años después de firmar la Carta Europa, no supondrá ninguna revolución

El presidente de la República francesa, François Hollande. / PHILIPPE WOJAZER (Reuters)

El presidente de la República francesa, François Hollande.

París

El presidente François Hollande ha propuesto modificar la Constitución francesa para poder reconocer la Carta Europea de las Lenguas Regionales o Minoritarias. Pero que nadie se haga muchas ilusiones, 23 años después de que ese documento del Consejo de Europa fuera firmado por docenas de países en la Francia republicana lenguas como el bretón, alsaciano, euskera o catalán siguen sin ser reconocidas a nivel oficial.

El jefe del Partido de la Izquierda, Jean-Luc Mélenchon, ha declarado al conocerse el proyecto aprobado este viernes en Consejo de Ministros que “es una nueva agresión contra la unidad y la indivisibilidad de la República”. El Frente Nacional (FN) ha criticado en un comunicado que el Partido Socialista y los conservadores de Los Republicanos quieran "desmantelar y derribar la República en nombre de una Europa al servicio de la globalización ultraliberal", así como "fragmentar la nación por el regionalismo político".

Pero no hay que irse a los extremos para encontrar detractores del proyecto, pues tanto en el PS como entre los correligionarios de Nicolás Sarkozy hay críticas y temores.

La Carta del Consejo de Europa reconoce el derecho de los ciudadanos a hablar su lengua regional en las relaciones con las administraciones y servicios públicos. Pero este reconocimiento de minorías "es incompatible con el principio de legalidad de los ciudadanos", opinan muchos constitucionalistas. Por eso, cuando París firmó la Carta, se cuidó mucho de introducir una cláusula de salvaguarda para « interpretar” como sea posible ese extremo.

Por eso nadie espera una revolución. La actual Constitución francesa, que data de 1958, estipula que el francés es la lengua del país. Ya durante el mandato presidencial del conservador Nicolas Sarkozy se introdujo una leve modificación que reconoce 70 lenguas regionales, como "patrimonio de Francia". El texto europeo que Hollande quiere ratificar obliga a los Estados signatarios a reconocer esas otras lenguas como expresiones culturales y poco más.

El propio presidente Hollande que en cada discurso y entrevista muestra su enorme preocupación por las derivas nacionalistas en España, sobre todo en Cataluña, no va a dar más alas, y en ningún caso políticas, a las regiones. El jefe del Estado “desea una España unida” ha dicho en alguna ocasión. Y alguno de sus ministros ha recordado que “adoran a España pero que una basta”.

Según datos oficiales, el empleo de lenguas minoritarias está claramente en regresión. Sólo el 15% de los franceses, la mitad que hace treinta años, practica en su vida diaria otra lengua que no sea el francés. Para la Unesco, la mayor parte de las lenguas minoritarias está en peligro de extinción. Pero al mismo tiempo el número de escolares que aprende una lengua regional ha subido hasta 270.000.

Contra la que muchos puedan pensar no es ni el catalán ni el vasco ni el corso la lengua regional más hablada en Francia, sino el alemán. Es decir el alsaciano, una variante germánica, con unos 600.000 practicantes. Le siguen por su importancia cuantitativa el occitano (80.000), el bretón (más de 23.000) y a mucha distancia el catalán (13.000 y el vasco(11.000). Más importancia que estas últimas tienen las lenguas creole que se hablan en distintos territorios franceses de ultramar.

Pese a los números, el bretón en la Bretaña, el euskera en el País Vasco francés y el catalán en la zona de Perpiñán, son relativamente visibles- las indicaciones de pueblos y ciudades están ya en ambos idiomas-y se enseñan en las escuelas incluso con algunas clases bilingües, gracias a la iniciativa privada y asociativa.

La modificación de la Constitución francesa no es fácil. Se requieren dos tercios del Congreso ( una institución que une la Asamblea Nacional y el Senado). Otras promesas electorales de Hollande, como el voto a los extranjeros, han quedado aparcadas sine die por miedo a lo conseguir esta mayoría para cambiar la ley fundamental.

 
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