Esperando a cruzar la frontera
Unas 3.000 personas, refugiados y migrantes, atraviesan Idomeni, la última localidad griega antes de cruzar al lado macedonio
Macedonia
Llegan desde Atenas en autobuses, Idomeni es su última parada en territorio Griego. La policía los divide en grupos de alrededor de 50 personas, que son los que permite pasar cada hora (más o menos, no hay un horario establecido) el ejército de Macedonia. Al otro lado de la frontera, separada por alambre de espino, los militares acompañan a los refugiados y migrantes al tren y autobús que los llevará desde Gevgelija hasta la frontera con Serbia.
La mayoría son sirios, afganos e iraquíes pero también hay eritreos o nigerianos. Esperan durante horas en pleno sol, estos días rozando los 40 grados en sus horas más fuertes. No hay ningún lugar habilitado para que esperen, descansen, se refugien del sol o del frío por la noche. Esperan en la tierra, entre las vías del tren, se amontonan en la sombra de los pocos árboles que hay cerca, se ponen pañuelos e incluso se fabrican gorros de papel. Una de esas personas es Aisa, una chica siria muy joven que viaja junto a sus hijos de 8 y 6 años. “Vamos a Belgrado, Budapest, Austria y de ahí a Alemania, todavía queda mucho camino. A mis hijos les digo que allí nos espera una vida mejor y que podrán volver a ir al colegio. En Siria ya no pueden”.
Atendiendo a los refugiados hay organizaciones internacionales humanitarias (Médicos Sin Fronteras y Médicos del Mundo). También están Cruz Roja y ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados. Han instalado baños móviles y les asisten con agua y comida, mantas, ropa y kits de higiene para mujeres y niños. En esta ruta hacia la Unión Europea viajan jóvenes, embarazadas, algún que otro mayor (aunque los menos), y familias enteras que creen que van a encontrar una vida de paz cuando crucen la última frontera.
ACNUR cifra en 3.000 las personas que cruzan cada día por este punto fronterizo. Los refugiados y migrantes llegan exhaustos pero contentos porque creen que están ya a mitad del camino. Lo peor, dicen, ya lo han pasado cuando llegaron por mar a Grecia. Aunque se trata de un viaje agotador saben que esta frontera es segura, al menos aquí no tienen que lidiar con traficantes de personas. Lo hicieron en Turquía y dan por hecho que lo volverán a hacer, pero eso será en otra etapa de esta travesía hasta llegar a la Europa de sus sueños: cuando tengan que cruzar a Hungría.