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REPORTAJE

Sudán del Sur, vivir al borde del abismo

- El país más joven del mundo se enfrenta a un elevado riesgo de hambruna. 4,6 millones de personas viven en inseguridad alimentaria

- Tras Siria, Irak y República Centroafricana es una de las cuatro crisis humanitarias de máximo nivel decretadas por Naciones Unidas

- Más de 2 millones de personas viven desplazadas debido al conflicto interno que ha causado ya más de 50.000 muertos

Asunta, en el interior de su choza en Juba, la capital de Sudán del Sur / NICOLÁS CASTELLANO | Juba

JUBA

Entramos a la pequeña parcela de tierra rojiza donde están las chozas de barro y paja en la que viven Asunta y Colorine, dos ancianas ciegas que no saben ni siquiera cuántos años tienen. “Mis hijos están sufriendo, están hambrientos, no van al colegio y están en la calle pidiendo y buscándose la vida, es muy triste. Nuestro gran problema es el hambre que estamos pasando, es horrible, ¿puedes imaginarlo?”, pregunta Asunta.

Asunta, ciega, ni siquiera sabe la edad que tiene. Teme al hambre y al cólera que ha matado al hijo de su vecina

Asunta, ciega, ni siquiera sabe la edad que tiene. Teme al hambre y al cólera que ha matado al hijo de su vecina / NICOLÁS CASTELLANO

Son dos de los cerca de 11 millones de personas que viven en Sudán del Sur. De ellas, cuatro millones no están seguras de dónde vendrá o donde podrán conseguir su próxima comida. La crisis humanitaria que vive el país sigue complicándose. Hace cuatro años que se convirtió en la nación más joven del mundo al lograr la independencia de Sudan tras más de 30 años de guerras. Cuando todo apuntaba a un futuro esperanzador para los habitantes del sur, con grandes reservas de petróleo que parecían garantizar una sostenibilidad económica, comenzó la guerra civil interna entre los seguidores del presidente Salva kir, de la etnia Dinka, y los del vicepresidente Riek Machar, de la etnia Nuer. Una guerra que ha causado más de 50.000 muertos y que ahora está en teoría apagada por los acuerdos de paz firmados hace sólo un mes, pero en los que casi nadie confía.

Colorine también es ciega y vive con Asunta. Llevan muchas semanas sin poder comer arroz o carne

Colorine también es ciega y vive con Asunta. Llevan muchas semanas sin poder comer arroz o carne / NICOLÁS CASTELLANO

Las dos insisten en que desde que se inició el conflicto en diciembre de 2013 tienen mucho miedo no sólo al hambre, también al cólera. Uno de los 9 hijos de su vecina Amad murió hace unas semanas por esta enfermedad. Gracias al agua clorada que ahora tiene cerca de casa y que ha sido instalada por OXFAM Amad vive un poco más tranquila porque sus hijos pequeños tienen menos riesgo de contraer el cólera, una enfermedad que ha matado ya a medio centenar de personas y que ha causado decenas de miles de contagios.

Asunta nos pide que entremos a su choza, quiere enseñarnos donde duerme. En realidad es un catre de 4 palos y unas cuerdas que hacen las veces de somier y colchón. Las dos ancianas duermen en la misma y minúscula cama junto a la que sólo a unos centímetros hierve un caldero sobre unos rescoldos de leña.

Sudán del Sur, la guerra olvidada

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En la olla sólo un tipo de verdura porque no tienen otra cosa que echar al fuego. Asunta cuenta que hace semanas que no come arroz y que no recuerda la última vez que pudo comer carne. De repente entra a la choza, Colorín Kitalé, la otra anciana ciega, que a su vez tiene 3 hijos. "El principal problema es que no tenemos comida, además está el cólera, que ha matado a mi vecino...Necesitamos más ayuda, la malaria está matando a mucha gente y no tenemos dinero para el tratamiento. Somos ciegas y viejas, no tenemos nada. Estamos sufriendo mucho y sólo pienso en el futuro de mis hijos, en el hambre, ¿qué será de ellos?”, se pregunta en alto temerosa.

Asunta y Colorine aguantan como pueden y viven en la capital, Juba, donde 250.000 personas están asistiendo a un empeoramiento de las condiciones de seguridad.

Bor, pendientes de la próxima cosecha y de las lluvias

Es la capital del estado de Jongley. Está a poco más de 200 kilómetros al norte de Juba, pero Bor, donde se ubica la segunda ciudad del país, puede quedarse incomunicada por tierra en esta época de lluvias. Las pistas de tierra que comunican las dos ciudades están en muy mal estado a pesar de que las precipitaciones están siendo escasas.

En Bor se han vivido algunos de los enfrentamientos más sangrientos del conflicto que arrasa el país desde hace dos años. En los ataques de los Nuer sobre la ciudad murieron dos hijos de Debora. “Tenía 5 hijos pero los rebeldes asesinaron a dos de ellos. También mataron a mi suegra. Nos dispararon cuando tratábamos de huir de Bor, huimos caminando durante horas hacia el bosque, sin nada. No teníamos comida, ni cacerolas, ni agua, estuvimos 6 días y llegué a pensar que nos moriríamos de hambre.... desde que esto pasó en diciembre de 2013 no nos hemos recuperado. Estamos muy mal”, lamenta.

Debora es una de las pocas agricultoras que está intentando volver a sembrar para conseguir comida gracias al proyecto de Oxfam Intermon que asiste a más de 7.000 antiguos campesinos que como ella se encuentran ahora en una situación muy delicada al no poder volver a cultivar con normalidad.

Elisabeth, con siete hijos, asegura que ya solo pueden comer una vez al día

Elisabeth, con siete hijos, asegura que ya solo pueden comer una vez al día / NICOLÁS CASTELLANO

Sólo comemos una vez al día. Antes de la crisis podíamos comer 3 veces al día porque sembrábamos y podíamos vender melones o verduras en el mercado y comprar pollo o ternera. Ahora casi no podemos sembrar por la inseguridad, tenemos miedo a los rebeldes. Lo poco que cultivamos es porque Oxfam nos ha dado las semillas pero no está lloviendo nada y la situación se está complicando. No sé cómo voy a alimentar a mis hijos”, sentencia.

Junto a ella está su amiga Elisabeth, 37 años, siete hijos -de ellos dos parejas de gemelos-. “Lo peor es que ninguno de mis hijos puede ir al colegio desde que empezó la guerra”. En medio de la conversación con estas agricultoras se cuelan de vez en cuando los sonidos de los helicópteros de la ONU de la base cercana. A unos 10 kilómetros de allí llegamos a la orilla del Nilo donde también entraron a sangre y fuego los rebeldes. Quemaron las casas de los pescadores a los que también le destrozaron su medio de vida, las canoas y las redes de pesca.

John, uno de los pescadores a los que los rebeldes dejaron sin barcas ni redes

John, uno de los pescadores a los que los rebeldes dejaron sin barcas ni redes / NICOLÁS CASTELLANO

John, que es uno de los pescadores que lo ha perdido todo. Tiene cuatro hijos y nos cuenta su historia mientras repara una de las redes que le ha entregado Oxfam y con la que han podido volver a pescar pero ya no surten el mercado con suficientes capturas. Si a esto se añade que la gente de Bor no puede cultivar por el conflicto y por tanto no consigue dinero para comprar comida se suman muchas papeletas para que esta población caiga en una situación de hambruna en los próximos meses.

Las agencias de la ONU como la FAO o las ONG como OXFAM y otras muchas llevan más de un año advirtiendo del escenario de hambruna que se podría declarar en Sudán del Sur. En 2014 consiguieron evitarla in extremis pero en 2015 parece más difícil evitarla.

Del llamamiento de ayuda que lanzó Naciones Unidas para la crisis de Sudán del Sur sólo ha llegado el 52% de lo necesario. Uno de los grandes donantes es la Unión Europea, José Benavente, asistente técnico de la oficina de ECHO (el programa de ayuda humanitaria de la UE) en Juba, asegura que Europa ha aportado ya más de 100 millones de euros en distintas fases para financiar los proyectos de las ONG que como Oxfam trabajan a contrarreloj contra la hambruna. “Con los programas financiados por ECHO intentamos concentrarnos en lo más importante y urgente, en de salvar vidas. La situación a nivel nutricional es terrible, la gente no ha podido sembrar, han tenido que moverse mucho, es un panorama muy delicado. Está claro que se necesita ayuda hoy, se tiene que ayudar hoy para evitar un desastre en los próximos meses”, advierte este técnico de la UE que lleva más de un año en Juba y que con más de 20 años de experiencia en crisis humanitarias dice que nunca había visto un contexto tan complicado como el de Sudán del Sur.

Una de las beneficiarias del proyecto de ayuda a la crisis alimentaria que tiene en marcha Oxfam Intermon en Bor, Sudán del Sur

Una de las beneficiarias del proyecto de ayuda a la crisis alimentaria que tiene en marcha Oxfam Intermon en Bor, Sudán del Sur / NICOLÁS CASTELLANO

A la espera de que el Gobierno del país actualice las previsiones, las últimas señalan que hay más de 4.600.000 sursudaneses que están viviendo con hambre, más de la mitad de la población. La falta de acceso a muchas zonas por el conflicto hacen que el peligro de hambruna sea muy alto en los próximos seis meses según Riccardo Suppo el coordinador del grupo de Nutrición de la FAO en Juba. "El riesgo de la hambruna es muy importante, muy grande. La preocupación principal es la falta de acceso, no se consigue llegar a muchas poblaciones y no se consigue saber cómo están. Por eso tienen que avanzar los acuerdos de paz y permitir que los humanitarios accedan al territorio, si esto no se da es muy probable que se tenga que declarar la hambruna en los próximos 6 meses”.

Isabel Martíns, portuguesa, coordinadora de proyectos de Oxfam Intermon desde hace año y medio en Sudán del Sur critica que los países donantes no estén ayudando ya para evitarla. "La palabra hambruna siempre es muy sensible y mu política también, es un término muy técnico (es la ONU la que declara la hambruna cuando se cumplen una serie de condicionantes muy tasados: tasa de desnutrición aguda por encima del 30% -muy superior de los niveles de emergencia-, una elevada mortalidad -más de dos fallecimientos al día por cada 10.000 personas- o la imposibilidad de acceder a los alimentos y a menos de 4 litros por persona al día) y lo importante es que cuando se declara la hambruna ya es demasiado tarde, si la declaramos ya es tarde porque ya habrán muerto miles de niños, hay que hacer todo lo posible para evitarla y para eso debería llegar más ayuda“ reclama.

Más de dos millones de refugiados y desplazados

Una mujer sostiene a su bebé en el campo de la ONU

Una mujer sostiene a su bebé en el campo de la ONU / NICOLÁS CASTELLANO

El abismo humanitario y el conflicto ha obligado a la huida a más de dos millones de sur sudaneses. Más de 600 mil se han refugiado en los ya castigados países vecinos: República Centroafricana, República Democrática del Congo o Etiopía... y más de millón y medio son desplazados internos, miles de ellos viviendo en campos protegidos por cascos azules de la ONU de los que ni siquiera pueden salir.

Uno de los campos de protección de civiles está en la llamada 'Casa de la ONU' en Juba, el lugar donde se ubicaba la sede de las agencias de las Naciones Unidas hasta que comenzó el conflicto y que hoy acoge a cerca de 30.000 personas. Entramos al POC3, sólo aquí hay más de 20 mil personas según el último censo, la gran mayoría son niños y mujeres, como Martha. “Cuando empezaron los ataques aquí en Juba tuve que salir corriendo con mis 12 hijos, mi marido huyó al interior del país y no sé nada de él, no sé si está vivo. Recuerdo perfectamente como todo los Nuer como nosotros salimos corriendo hacia la base de la ONU y por eso yo seguí la cola de gente y acabé aquí. Le agradecemos a las ONGs la ayuda, muchos niños van al colé aquí dentro, pero no es suficiente. La vida en el campo está bien porque al menos tenemos la comida garantizada pero no podemos salir por miedo a que nos maten. Queremos La Paz y poder volver a nuestra casa, si no hay seguridad no podemos volver. Mi casa fue atracada y ahora está ocupada por otras personas. Tenemos mucho miedo”, repite varias veces.

Campo de protección de civiles POC3 situado en la base de la ONU en Juba

Campo de protección de civiles POC3 situado en la base de la ONU en Juba / NICOLÁS CASTELLANO

Martha, como las 30.000 personas que viven en estos campos, en la capital son de la etnia Nuer, viven rodeados de vallas de concertinas tanques o garitas de cascos azules armados que los protegen. Viven encerrados y sin poder regresar a sus hogares desde hace casi dos años “Nunca ha podido salir de este campo desde diciembre de 2013 Estar aquí es mejor que en la ciudad porque tenemos miedo a que nos ataquen los Dinkas, pero realmente a veces piensas que estás como en una cárcel porque no se puede salir de aquí . Hay tiendas de campaña donde se han habilitado escuelas, los niños tienen al menos educación pero no podemos seguir viviendo encerrados sin saber cuándo va a acabar este conflicto”, afirma.

Como este campo de la base de Naciones Unidas hay muchos en todo el país, más de 200.000 personas de la etnia nuer viven protegidos por el contingente internacional de soldados y sin poder regresar a sus casas. Hannan Curwen, de la ONG ACTED, la coordinadora del campo que visitamos en la 'UN House', asegura que uno de los grandes retos que tienen por delante es dar asistencia psicológica a las víctimas del conflicto que viven encerradas en el campo. Curwen ha trabajado antes con los sur sudaneses que huyeron hacia Sudan, el antiguo enemigo del norte. Allí estuvo con los refugiados que al menos podían salir del campo con libertad

Un niño sonrié mientras transporta agua

Un niño sonrié mientras transporta agua / NICOLÁS CASTELLANO

Más de dos millones de desplazados forzosos convierten a Sudán del Sur en una de las cuatro mayores crisis humanitarias del planeta desde hace más de un año. Una crisis en gran medida olvidada y de la que quizás nos veamos obligados a hablar cuando ya sea demasiado tarde.

 
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