"No quiero que mi hijo nazca en un lugar donde lo pueden matar nada más venir a este mundo"
Malek, un refugiado sirio que ha llegado a Chios con su mujer a punto de dar a luz, quiere salir lo antes posible hacia Atenas
Grecia
Dos barcas a la hora, 1.700 personas en poco más de 12 horas sólo este domingo, 58.000 refugiados y migrantes en los últimos 50 días. Bienvenidos a Chios, donde viven menos de 50.000 lugareños. La situación que vive esta isla griega, uno de los destinos de la mayor ruta de tránsito de refugiados ahora mismo en el planeta, se podría medir por estos datos o por cualquiera de los testimonios de los que llegan aquí desde la costa turca.
"No se ha notado el descenso de las temperaturas ni el estado de la mar, hemos pasado de 500 personas al día la semana pasada a 1.700 esta semana, las llegadas fluctúan pero son continuadas", explica la jefa del equipo que Cruz Roja Española ha desplegado en esta isla.
Como a Lesbos o a Samos, algunas barcas alcanzan la costa por sus propios medios, otras tienen que ser rescatadas por las patrulleras griegas, como la de los 50 sirios que llegaban en la cubierta de una de ellas a última hora de la tarde. Todos acaban pasando por el centro de registro de Tabakika. Aquí, policías griegos y los agentes de Frontex, entre ellos dos policías nacionales españoles, toman las huellas a todos los que llegan a Chios a cualquier hora del día.
"Quiero darle una educación a mi hijo, que crezca en un país en paz, no podíamos quedarnos en Siria para que lo mataran, queremos vivir en un sitio seguro", nos cuenta Malek, de 24 años, es de Damasco y en realidad su hijo aún no ha nacido. Ha llegado esta madrugada con su mujer embarazada de nueve meses, a punto de dar a luz. Su futuro hijo, al que quiere llamar Taím, el nombre de su abuelo paterno, podría nacer hoy mismo.
Malek ha pasado con su mujer por el puesto de Salud que la Cruz Roja española ha instalado en este campo. "Hemos llegado a atender hasta 30 embarazadas en un sólo día en una jornada en la que se corrió el falso rumor de que aquellas que pasaran por nuestra consulta en estado de gestación se saltarían la cola del registro", explica Irene Blázquez, la jefa de la unidad de emergencias que la sección española de la Cruz Roja ha enviado a Chios y Samos.
"He venido al médico porque tengo esta herida en la mano, me la hice con las rocas al ayudar a bajar a la gente de la patera cuando llegamos esta mañana", cuenta Hamza, de 20 años, marroquí, que salió hace sólo una semana desde Casablanca en avión a Estambul y de allí a la costa hasta cruzar hace unas horas a esta isla griega.
"¿Que por qué no intenté entrar a España en patera que está más cerca? Pues porque los policías de mi país tienen la frontera cerrada y por aquí me dijeron que era más fácil. Agradezco a la policía griega que no nos haya enviado de vuelta como hacen en España, si dios quiere iré para Alemania", dice Hamza que para hacer esta ruta contactó por Facebook con un hombre turco que "capta clientes en Marruecos y que ya ha conseguido pasar a mucha gente", afirma en un correcto español este chico que ya ha concluido el Bachillerato y que quiere estudiar y trabajar a la vez en Alemania para enviar dinero a sus padres y su hermana.
Ahmed, también de Casablanca, de casi 50 años, ha tardado sólo 3 días en llegar desde Marruecos hasta Chios: "Viví en España 8 años, tuve un problema, me quedé sin trabajo y perdí los papeles y un día me detuvo la Policía, me envió desde Euskadi, donde vivía, al Centro de Inmigrantes de Aluche en Madrid y me expulsaron a Marruecos. Mi vida está en Euskadi, allí tengo un piso con plaza de garaje, allí vive mi suegra, allí tengo mi vida, así que me he gastado 5.000 euros para hacer este viaje con mi hija de 17 años, ahora quiero llegar a Atenas y desde allí a ver cómo puedo emprender el viaje para volver a llegar a España", afirma este padre de tres hijos, que está convencido de poder superar la frontera de Grecia con Macedonia por la que hace una semana que no pasa nadie que no sea sirio, iraquí o afgano.
A Hamza, con sus heridas leves en la mano, a la pequeña Salma, con un tremendo catarro que también trae su hermano Ahmed, dos hermanos sirios que llegan al puesto sanitario de Cruz Roja con su madre Jalima. Migrantes pero sobre todo refugiados, a todos los que necesitan asistencia y sobre todo a muchos niños pequeños los atiende la doctora Cinta Hernández, "Esta pequeña no tenía nada grave. Viene mojada, con mucho frío, con un catarro importante, es lo que más estamos viendo ahora. Los niños llegan muy débiles y, sobre todo, con mucho miedo, muchas madres vienen aquí a buscar la tranquilidad de que un médico les diga que sus hijos están bien. Pero, también vemos heridas, quemaduras de rozar el motor de la barca, antiguas fracturas, mucha gente con las piernas destrozadas porque llevan muchos días caminando hasta llegar a Turquía y subirse a las barcas… de todo. Hasta revisamos medicaciones de enfermedades crónicas o vemos historiales de cáncer de mama", explica Hernández, que lleva aquí más de tres semanas. Por esta consulta pasan de media 150 personas al día desde que Cruz Roja comenzó con este proyecto en Chios y Samos hace tres meses.
Las horas imprescindibles en Souda hasta conseguir plaza en el Ferry
Tras hacer cola en Tabakika, un antiguo almacén donde se ubicaba la tabacalera de la ciudad, de 25.000 habitantes, a veces durante horas o tener que dormir incluso en ella, la siguiente etapa del paso por Chios es el campo de Souda donde Cruz Roja ha habilitado un espacio seguro para la infancia para intentar distraer a los niños durante la espera.
Al igual que hace Save The Children en Tabakika, el objetivo de esta instalación es que los niños jueguen, pinten y se olviden al menos durante unas horas del durísimo viaje al que se están enfrentando. "Uno de nuestros objetivos es garantizar que los niños tengan un lugar seguro en el que volver a sentirse niños por unas horas. En este campo se quedan uno o dos días, es un campo de tránsito, así que lo que queremos es que se diviertan y se puedan reír y también que sus padres descansen de ellos, si así lo necesitan", explica Eva Molina, psicóloga del equipo de Cruz Roja Española.
Los pequeños que a mediodía pintarrajeaban barcos o casas, recordando seguramente la que dejaron atrás están ya por la noche durmiendo en el puerto de Chios para tomar el ferry que los lleve Atenas. Los grandes barcos de pasajeros hacia la capital griega salen siempre llenos de refugiados. Desde la metrópoli helena les esperará el viaje por carretera hasta la frontera con Macedonia. Al llegar allí, ni Hamza ni Ahmed, los marroquíes, podrán seguir su viaje por muchos sueños que tengan en Alemania o España. Malek, si no nace antes su hijo y tiene que parar por unos días su huía de Siria, sí que pasará esa frontera y seguirá camino de los Balcanes hacia "cualquier país, lejos de Oriente Medio". Sólo se les permitirá el paso a sirios , iraquíes y afganos, el resto seguirá bloqueado.