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CRISIS DE LOS REFUGIADOS

Acabando con una diversidad milenaria

Los shabak, una minoría ancestral del norte de Irak, están en el punto de mira de Dáesh

El campo de refugiados de Baharka. / ÁLVARO ZAMARREÑO

El campo de refugiados de Baharka.

Erbil (Irak)

El campo de Baharka es una especie de jibarización de lo que es la zona de Irak tomada por Dáesh. Sus 4.000 desplazados (gente que ha huido de sus casas pero que no cruza una frontera internacional) provienen de la zona de Mosul, la segunda ciudad del país, ocupada por las milicias de este grupo en el verano de 2014.

En la traza recta de sus calles se reproducen a pequeña escala todas las pequeñas divisiones de la sociedad iraquí. La familia de Karim y Burji, que vive en una unidad prefabricada -es decir, en una estructura con la base de hormigón pero la parte superior como una tienda de campaña- se nos presenta como kurdos del entorno de Mosul, en concreto de Hamdaniyah. Pero según avanza la conversación nos acaban explicando que son Shabak, un casi minúsculo grupo que vive en el norte de Irak, de orígenes ancestrales pero no muy claros.

Niños en el campo de refugiados de Baharka.

Niños en el campo de refugiados de Baharka. / ÁLVARO ZAMARREÑO

Niños en el campo de refugiados de Baharka.

Niños en el campo de refugiados de Baharka. / ÁLVARO ZAMARREÑO

Como casi todas las minorías –en realidad también la mayoría- de Irak, los Shabak están en el punto de mira de Dáesh. En el momento de su avance relámpago, este grupo mató o secuestró a Shabak de Hamdaniyah. Karim y Burji no dejaron lugar a ese riesgo y huyeron de su casa antes de que el grupo llegara a su ciudad. "Nos fuimos sin coger nada –dicen entremezclando sus palabras el matrimonio- y durante dos semanas dormimos en la calle, sin apenas comida".

Matkan, de la misma zona, dedicaba su tiempo libre a pintar. Nos enseña en el móvil la foto de uno de sus cuadros, una mujer encadenada que gira para liberarse ascendiendo hacia un cielo de estrellas. También Shabak, y también poco dispuesto a experimentar lo que era vivir bajo el control de Dáesh.

A ninguno le queda nadie en el sitio del que vienen para preguntar sobre en qué condiciones están sus casas, o si queda algo de esas pertenencias que no pudieron coger en su acelerada huida. Si se cumple el patrón de lo que viene pasando desde la invasión estadounidense en 2003, con la posterior anarquía, muchas de estas minorías no volverán a los pueblos de los que se marcharon. La diversidad milenaria del país se reduce cada vez más, como advierte esta misma semana un informe del Relator especial de la ONU para minorías. "Tras años de marginalización, conflicto y tensiones, las comunidades han perdido la confianza unas en otras y en el propio gobierno", dice el informe, que pide medidas urgentes para devolver la confianza "para mantener un patrimonio único".

La lista es larga, incluyendo a Baha’i, los propios shabak, Yazidies, Turkmenos, Zoroastricos y otros grupos apenas conocidos fuera de aquí. El informe recoge las mismas cosas que hemos podido oir o leer en estos últimos años, de secuestros, asesinatos, conversiones forzadas, esclavizar a mujeres o niños.

Algo dramático en el siglo XXI, y que Matkan intenta recoger en improvisados dibujos desde su tienda en el campamento. "Ya se que son cosas malas, pero yo necesito expresarlas porque es la realidad que me ha tocado vivir".

 
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