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La SER con los refugiados

Ellos nos abren sus puertas, nosotros les cerramos nuestras fronteras

Emad tuvo que abandonar Siria hace tres años junto a su familia. Ahora vive en Jordania, sin posibilidad de trabajar y sobreviviendo con la ayuda de otros familiares y algunos jordanos

El equipo de 'Hora 25' y Unicef con Emad y su familia. / Cadena SER

Ammán

Emad nos recibe en su casa en la localidad jordana de Dleil, donde vive con su familia desde que tuvo que huir de Siria hace 3 años. En el pueblo donde vivía, mataron a más de mil jóvenes. "Cerré las puertas de mi casa en Daraa (Siria) pensando que sería algo temporal, que volveríamos". Saca su móvil y nos enseña una foto de su casa convertida en ruinas.

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Emad y su familia tuvieron que peregrinar por varias ciudades sirias hasta que, viendo la inestabilidad y la violencia cruzó la frontera a Jordania. "Lo más importante para mí, era que mis hijos estuvieran a salvo, era mi deber". "Por las noches, tenía que cubrirles con mis manos (hace el gesto) para que pudieran dormir. Tenían mucho miedo".

Emad tiene cuatro hijos, dos varones y dos hembras. El mayor de ellos, Mohamed, de 16 años, es un chico brillante. Me he fijado en él desde que entramos en la casa por su cara de listo. Mohamed nos sirve el té y nos mira con curiosidad. Quiere ser médico. Su padre nos dice que en la escuela tiene una media de 8,5. "En Siria la universidad era gratis. Ahora no tengo dinero para pagarle la carrera". A causa del conflicto, Mohamed perdió 6 meses de clase, pero los ha recuperado. Dice que se ha integrado bien en su escuela en Jordania.

En la humilde estancia en la que estamos sentados en tres colchonetas, Mohamed coloca un mantel de plástico y comienzan a desfilar un montón de platos deliciosos. Me impresiona pensar en cómo nos reciben en su casa, nos dan lo mejor que tienen y mientras, en Europa, les cerramos las fronteras y miramos a otro lado. Me duele y me indigna.

"Nosotros, los sirios, somos gente tranquila. No somos terroristas. Lo único que queremos es vivir seguros y en paz", nos dice Emad. En Jordania viven más de 1 millón de refugiados sirios. Aquí no tienen derecho a trabajar y en su caso sobreviven con el apoyo de su hermano, pero sus ahorros también se están terminando. "El pueblo jordano es muy amable, nos han abierto sus puertas. Los muebles que veis en esta casa, nos lo han dado gente de aquí".

Emad nos sirve la comida con el cariño de una abuela e insiste que no comemos nada. "Dame tu plato, que te voy a poner más". Hay humus, ensalada, arroz, pollo con patatas. Todo un festín.

Pedimos a nuestra traductora que les agradezca su acogida y todo lo que han compartido. "Quién ha estado con nosotros, forma parte de nosotros", nos dice Emad antes de que nos marchemos.

La familia de Emad sugiere que nos hagamos una foto en la entrada de su casa. Un precioso recuerdo de la cultura de la acogida de los sirios, ese pueblo que está sufriendo una crueldad indescriptible. Los niños, son las víctimas más frágiles. Mohamed y sus hermanos tienen los mismos derechos y las mismas aspiraciones que cualquiera de nuestros hijos. No les demos la espalda. Sería profundamente injusto.

 
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