Un mensaje es un aplauso

Campo de Zaatari (Jordania)

Nos reciben niñas cantando, dándonos las gracias, aplaudiendo. Están en el colegio (ellas van hasta las 12 del mediodía, y los niños a partir de esa hora) y saben que una delegación de UNICEF y la Cadena SER de España les llevamos mensajes. Son niñas refugiadas del campo de Zaatari que estudian en uno de los nueve colegios que UNICEF ha puesto en marcha. En este, estudian 650 alumnas, pero en total, son 15.450 los niños que van a las escuelas de Unicef en Zaatari.

No saben dónde está España, pero les encantan las visitas –vengan de donde vengan– aunque sí entienden que venimos a verles por el horror que han pasado. Escuchan con la boca abierta y riéndose, cómo la gente desde España les invita –con estos mensajes- a seguir luchando, les alienta, les da las gracias, les hace reír.

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El 56% de los refugiados de Zaatari son niños, muchos de ellos han perdido meses y años de escolarización; pero,–como dice Carmelo Angulo, presidente de Unicef España–, “una vez a salvo, lo más importante es la educación”.

A los niños les encanta contarnos sus historias, nos lo han demostrado en Zaatari. Quizá no son del todo conscientes de que otra vida es posible. Los hay que recuerdan su casa en llamas, los que no tienen ni idea de cómo dejaron su país, los que saben que caminaron durante muchas horas, los que tienen que trabajar porque sus padres han muerto o porque están enfermos y van a un Makani (las escuelas especiales de educación informal con soporte psico-social, que ha puesto en marcha Unicef, 21 en todo el campo). Pero todos ellos cotillean con grandísimas sonrisas los mensajes que les traemos. Deciden cantarnos, darnos aplausos. Es difícil imaginar por lo que han pasado cuando se les ve tan felices. Es extraño que sean tan amables con nosotros, que no sepan cómo Europa les trata a ellos.