Sociedad
Etiopía, el país de los refugiados olvidados

Dollo Ado, el segundo mayor campo de refugiados del mundo

213.000 personas viven en 5 asentamientos de la frontera entre Etiopía y Somalia

FOTOGALERÍA: Etiopía, el país de los refugiados olvidados / SERGI CÁMARA / ENTRECULTURAS

Addis Abeba

La sequía ha incrementado el índice de desnutrición de los que están llegando y de parte de la población infantil que lleva 5 años en esta zona desde que comenzaron a huir de la hambruna de Somalia de 2011.

La llamada a la oración desde una mezquita construida en una choza de palos y techos de zinc se mezcla con el sonido del viento del que se protege Hawa y sus 6 hijos junto a su chamizo en el campo más grande del complejo, el de Melkadida.

El pequeño Isaac, de solo 10 meses, nacido ya en el campo de Dollo Ado (donde nacen de media 25 niños al mes) lleva un mes recibiendo tratamiento contra la desnutrición con leche terapéutica y pasta de maíz enriquecida: "Vivir aquí es más seguro, recibimos comida del Programa Mundial de Alimentos, pero sufrimos porque no es suficiente tampoco para todos mis hijos. Ahora a Isaac, al pequeño, que tiene solo 10 meses lo están tratando en un centro, le dan leche terapéutica y un paquete con papilla de maíz, espero que se recupere rápido. Tengo que cuidar de todos yo sola, mi marido está en Somalia", cuenta esta madre desesperada.

Isaa, David, Gatete, Fidel y su madre son de Congo. Escaparon de allí hace 5 años huyendo de la guera. Ahora son refugiados urban en Addis Abeba. / SERGI CÁMARA / ENTRECULTURAS

Hawa Adan Ali, tiene 30 años, y con sus hijos a cuestas llegó a los campos de Dollo Ado hace 5 años huyendo de la sequía y de la hambruna de Somalia, la de 2011, la única declarada en este siglo y que acabó con la vida de más de 247.000 personas. El hambre vive con ella y con sus hijos desde que nacieron, "todos mis hijos han caído en la malnutrición, llevo 5 años en los que cuando no enferma uno lo hace el otro, los 6 han estado desnutridos porque no comemos lo suficiente. A todos los han ido curando en Médicos Sin Fronteras o en ARA, aquí en los campos de refugiados de Dollo Ado tenemos al menos seguridad no como en Somalia, pero es muy difícil vivir aquí" insiste esta treintañera a la puerta de su choza.

La de Hawa fue una de las primeras familias en llegar a estos campos creados precisamente en 2011 para atender a los que huían de la hambruna somalí. Hoy Dollo Ado se ha transformado en 5 campos que acogen a más de 213.000 personas, forman el segundo mayor campo de refugiados del mundo tras el de Dadaab en Kenia con casi medio millón, todos también somalíes, como en este lugar de la frontera entre Etiopía y Somalia.

Dollo Ado empezó a recibir refugiados de Somalia en 2010. Está a tan solo 70 kilómetros de la frontera somalí y está dividido en 5 campos. / SERGI CÁMARA / ENTRECULTURAS

A Hawa, una de esas madres angustiadas por la desnutrición de sus hijos, que en alguno de los campos supera ya el 25%, nos ayuda a entenderla con la traducción del somalí al inglés la joven Sallatah, que trabaja con Entreculturas apoyando a los refugiados, ella se encarga de darles ayuda psicosocial.

“Algunas personas nos llegan todavía traumatizadas, han perdido todos sus animales por la sequía, no pueden ni dormir, los ves aquí en el campo que a veces no salen ni de las casas y se quedan en la cama, algunos tienen trastornos después de padecer la sequía y el hambre y siguen gritando esos animales son míos cuando en realidad han llegado aquí sin nada, piensan que sus animales siguen vivos”, nos dice Sallatah, una veinteañera etíope que lidera el grupo del Servicio Jesuita a Refugiados que se ocupa de la atención psicosocial.

Además de los traumas psicológicos que les ayuda a superar Sallatah, la sequía está afectando seriamente el estado nutricional de estos refugiados como el hijo de Hawa. Organizaciones como Médicos sin Fronteras o International Medical Corps se encargan de los centros nutricionales.

En uno de los pequeños centros nutricionales del campo de Hillaweyn se alcanza ya la cifra del 23% de malnutrición global cuando a estas alturas del año pasado era del 19%, nos cuenta Adán, que trabajaba con MSF (que atiende aquí a 200 niños desnutridos, de ellos 110 severos, los que están en estado más delicado), y que ARA (la agencia del gobierno etíope para los refugiados) se ocupa también de los casos más difíciles, los que tienen desnutrición aguda con complicaciones médicas.

Adán aporta los datos mientras nos cuenta la historia de la niña que acaban de pesar junto a un barreño lleno de envases de la pasta de cacahuete con la que tratan la desnutrición, los conocidos Plumply Nut. La pequeña se llama Madina y, con año y medio, solo pesa 9 kilos, está malnutrida severa pero mejorando desde que su madre la lleva al centro.

Etiopía y el Cuerno de África están afrontando la peor sequía en más de 30 años debido a 'El Niño', provocando migraciones forzadas de la población. / SERGI CÁMARA / ENTRECULTURAS

Entreculturas y otras ONG como Ayuda en Acción están ayudando a que los efectos de la sequía sean menores en la población refugiada no solo en Dollo Ado pero no solo huyen del hambre, muchos de estos somalíes lo hacen de la guerra.

El terror de Al Shabab

De hecho, si hay dos términos que se repiten por todas partes en Dollo Ado son la sequía y Al Shabab. Una de las víctimas de este grupo radical nos recibe en la trastienda de un pequeño puesto de venta de comestibles.

"Tuvimos que huir de Somalia por la sequía y por la guerra, Al Shabab asesinó a mi hijo mayor delante de mis ojos. Hay ataques permanentes, mataron a dos de mis hermanos y mi padre también murió por una bomba de Al Shabab, por eso salí corriendo con mis 6 hijos hacia Etiopía", asegura Ibaadha Mahamud Hilowe, de 45 años, 6 hijos aquí y dos en Somalia. Trabaja con Entreculturas desde que llegó en 2010, cuando tuvo que huir tras tener que ver con sus propios ojos cómo asesinaban a su hijo.

Al Shabab mató además a su marido, a dos hermanos y a otros dos parientes. Es una de esas mujeres con una capacidad especial para ayudar a los demás y disfruta del trabajo con el Servicio Jesuita a Refugiados, pero lógicamente está cansada de vivir en una choza en esta zona inhóspita de Etiopía y no descarta poner rumbo a Europa.

"Pensamos en ir a Europa, por supuesto, no quiero volver a Somalia, pienso en Europa porque es un lugar de paz, sobre todo para los hijos, no quiero ir por la ruta del desierto de Sudan y subirme a un barco en Libia, quiero ir con ACNUR legalmente como refugiada, que nos ayuden a buscar un país seguro donde emprender una vida", dice sonriente a pesar de todo.

A pocos metros, en el mismo campo de Melkadida y también asistido por Entreculturas vive otra víctima de Al Shabab, Mohamed: "Los de Al Shabab estaban combatiendo con otros hombres cerca de donde yo estaba en Mogadiscio. Vinieron hacia mí convencidos de que yo conocía a esos hombres, me preguntaron qué donde se habían escondido y como no les di ninguna respuesta porque no lo sabía ni los conocía comenzaron a golpearme, me dijeron, si no colaboras con nosotros te vamos a matar. Le dije, no sé nada, y me dijeron no vas a salir vivo de esta, me llevaron junto a una zona donde había un fuego donde había una mujer cocinando y me tiraron al fuego y me dispararon en el pecho. Gracias a dios unos vecinos me sacaron de las llamas y pude salvarme, pero mira como tengo las cicatrices de la espalda", cuenta Mohamed Hirsi, de 43 años, que vive solo en su choza impresiona su espalda llena de cicatrices de las quemaduras. Su mujer se fue hacia Libia , pero no sabe ni siquiera si está viva.

Mohamed Herse tiene 43 años, es somalí y huyo después de que Al Sahabab le arrojara al fuego. Recibe apoyo psicológico del JRS-Entreculturas.Melkadida. / SERGI CÁMARA / ENTRECULTURAS

“No puedo dormir, no puedo estar aquí, no me siento bien, no puedo volver a Somalia. A mucha gente como yo si volvemos nos matan”, nos cuenta. Este tipo de casos más vulnerables suelen ser reasentados en la capital o en otros países. Mohamed dice que el año pasado ACNUR le entrevistó y que le dijeron que lo llevarían a América, pero de momento no tiene noticias de su posible salida.

El reto de la educación en un contexto de emergencias

Además de ayudar a los más vulnerables o de la nutrición otra de las prioridades y de los retos en este contexto de emergencia es la educación y no solo la de los niños. ¿Qué hacer en un campo de refugiados en el que no sabes cuantos años vas a estar? De la educación de los niños se ocupa el gobierno etíope, pero de los adultos lo hace Entreculturas. En uno de esos centros para adultos vemos a una anciana escribiendo lentamente sobre una libreta. Es impactante escuchar a su profesor contar que esta mujer tiene 70 años y que nunca hasta llegar a estos campos de refugiados había ido a la escuela en Somalia.

Se llama Abdia Yusuf, tiene sí, 70 años, 7 hijos, es la mayor de la clase para mujeres adultas en otro campo, el de Kobe. Nos muestra orgullosa como ahora ya sabe escribir su nombre y rodeada de madres con sus bebés a cuestas en clase, nos dice que nunca fue al colegio en Somalia, que allí las mujeres tienen menos derechos.

Abdia Yusuf tiene 70 años, 7 hijos, es la mayor de la clase para mujeres adultas en otro campo, el de Kobe. / SERGI CÁMARA / ENTRECULTURAS

Los hijos de algunas de esas madres acuden a otro centro del Servicio Jesuita a Refugiados donde hay otro tipo de programas. Desde el deporte a la formación profesional. Decenas de pequeños ataviados, casi todos con camisetas del Barcelona, y sobre todo de Messi, aporrean futbolines o juegan al billar.

Otros, que ya han cumplido la mayoría de edad, reciben clases para aprender un oficio. En la clase de fontanería hablamos con uno de los que acaba de graduarse, se llama Kalid, que da las gracias al Servicio Jesuita a Refugiados (conocido en España por Entreculturas) por haberle enseñado esta profesión y explica su historia. Salió de Somalia en 2010 huyendo de Al Shabab, que asesinó a dos de sus tíos. Dice que de momento no piensa en ir a Europa, que la ruta es muy peligrosa pero que quizás en el futuro se canse de vivir en un campo de refugiados, dice que es joven pero que quiere tener futuro.

Otros disputan su particular derbi en la cancha que Entreculturas ha construido en el centro, mientras a unos metros se desarrolla el taller de costura, donde más de 100 chicas y varios chicos han aprendido corte y confección y podrán empezar a ganarse la vida en la economía informal del campo de refugiados. 

En el campo de Kobe mujeres participan en el programa de educación para adultos que el JRS y Entreculturas gestionan. / SERGI CÁMARA / ENTRECULTURAS

Sen Gure, uno de los profesores que trabajan con los jesuitas, insiste en que la educación es la única llave que les queda a estos adolescentes para el futuro, no solo porque los mantenga ocupados en el día a día en los campos sino que además están preparados por si volvieran a su país o pudieran trasladarse a otro y trabajar.

Educar en un campo de refugiados, es lo que hace Entreculturas en contextos de emergencia como el de Dollo Ado, de momento el segundo mayor refugiado del mundo, donde 213.000 somalíes tienen aparcadas sus vidas a la espera de una poco probable solución del conflicto que azota su país y de las cíclicas sequías. Si Kenia cumple con su promesa de desmantelar el campo de Dadaab, el mayor del mundo con casi medio millón de somalíes, este rincón de la frontera etíope con Somalia pasará a albergar la mayor concentración de refugiados del planeta aunque casi nadie en occidente sepa ni siquiera de su existencia.

*Esta cobertura periodística sobre la situación de Etiopía y de los refugiados que alberga ha sido posible gracias a la colaboración de Entreculturas y el Servicio Jesuita a Refugiados con la Cadena SER.

 
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