Sociedad
DÍA DEL REFUGIADO

"Siento miedo al pensar que algún día rescataré a alguien que conozca o que me lo encuentre ya muerto"

Salah, un refugiado sirio-palestino que huyó de Damasco en 2013, cumple dos meses en el buque 'Dignity I' de Médicos Sin Fronteras ayudando a los que cruzan el Mediterráneo

Salah cuenta su historia desde el Dignity I, donde ahora ayuda a otros refugiados y migrantes / NICOLÁS CASTELLANO

La Valetta

Al nacer ya era un refugiado. Lo hizo hace 31 años en Yarmouk, el histórico campo donde se fueron instalando los palestinos en el entorno de Damasco, conocido en los últimos años por las imágenes de personas famélicas padeciendo la falta de alimentos y que se ha ido vaciando a medida que ha avanzado el conflicto en estos 5 años . Consiguió el asilo en Noruega y lleva acumulados ya más de 1.000 rescates de otros que, como él, tenían la necesidad de dejar atrás circunstancias muy difíciles.

“Miré a sus ojos y vi el miedo, y a la misma vez, la felicidad al encontrar a alguien que los salvaba, que los sacaba del agua, recuerdo exactamente cómo me miraban… y me vino una gran sensación, sentí en ese momento que estaba haciendo algo importante para ayudar a la gente, fui feliz. Mi familia había venido también por el mar, en una barca similar y entonces deseaba que hubiera alguien que los ayudara y llegaron bien, pero demasiados viajes acaban en tragedias, en muertes, es horrible pensar en eso. Así que tras mi primer rescate dije, sacaré lo mejor de mí para ayudar a esta gente”, recuerda Salah Dasuki al rememorar la primera vez que bajó en la zodiac del Dignity I a rescatar a un grupo de africanos apiñados en una frágil embarcación de goma en medio del Mediterráneo Central , hace ahora 2 meses.

'Tras mi primer rescate dije 'sacaré lo mejor de mí para ayudar a esta gente”

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Antes de tener que huir de Siria, tras ser encarcelado durante 4 meses acusado por el régimen de hacer propaganda de las manifestaciones de los grupos de la oposición, Salah pasó 6 años trabajando para la agencia de la ONU que presta asistencia a los palestinos refugiados, la UNRWA. Sus estudios de Económicas y Negocios en la Universidad de Damasco le ayudaron a conseguir este trabajo, que quiere seguir haciendo incluso pasada la guerra de Siria, ayudar a migrantes y refugiados allá donde pueda, ahora con Médicos Sin Fronteras .

Salah espera en La Valeta a que las condiciones del mar mejoren para poder salir a ayudar a ayudar a otros refugiados y migrantes / NICOLÁS CASTELLANO

“Me gustaría ayudar a todos los refugiados y a todos los migrantes, porque todos huyen de difíciles situaciones, sean sirios o nigerianos, todos, pero evidentemente siento una emoción en pensar en mi país. Siento miedo en que un día tenga que rescatar a alguien que conozco, es triste, he pensado muchas veces que podría rescatar algún día a algún conocido muerto o ahogado. El año pasado algunos de mis parientes se ahogaron, por eso pienso mucho en que pueda encontrarme algún día a alguien cercano”, confiesa Salah en una conversación tranquila en el puente de mando del barco de la sección española de Médicos Sin Fronteras.

'Siento miedo al pensar que algún día rescataré a alguien que conozca'

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El Dignity I está estos días amarrado en el puerto de La Valeta, la capital de Malta, porque los vientos de 50 km por hora de componente norte y las olas de más de dos metros que hay en la zona de rescate, situada a 30 milla de las costas de Libia, hacen más que improbable que las “gomonas”, esas barcas sobrecargadas de jóvenes procedentes en su mayoría de Eritrea, Nigeria, Gambia o República Centroafricana, puedan hacerse a la mar porque no podrían avanzar ni una milla. Médicos Sin Fronteras, que lleva 15 meses con 3 barcos de salvamento en esta zona del Mediterráneo y que ha rescatado ya a más de 23000 personas, tiene comprobado que en estas condiciones de tiempo nunca hay salidas desde Libia.

6.000 dólares para llegar a Noruega en avión

Salah tuvo la suerte y el dinero para no tener que jugársela por las peligrosas rutas marítimas hacia Europa. Tuvo que pagar 3.000 dólares a una red que primero lo sacó a Turquía en noviembre de 2012. Dos meses después compró un pasaporte falso pero no se parecía en nada al de la foto y no logró salir de suelo turco hasta que a la segunda intentona, previo pago de otros 3.000 dólares por otra falsificación de pasaporte, en este caso sueco, acabó tomando un avión en Estambul y llegando a Oslo donde le dieron inmediatamente asilo.

“En aquel periodo que salí de Siria caían bombas por todos lados, como ahora. Pero en aquella época los mafiosos te vendían salir en avión por 6.000 ó 7.000 dólares o por barco vía Egipto a Italia o Libia. La ruta griega es mucho más reciente y más barata 1.000, 800 dólares, depende”, y sabe bien de lo que habla, porque toda su familia acabó subiéndose a otra de esas barcas de goma, de pésima calidad, en este caso para cruzar de Turquía a las islas griegas.

“Mi familia llegó el año pasado, en octubre. Llegaron en barca a Grecia porque era la única manera . Llevaban ya un año en Turquía y no tenían nada que hacer, mi hermana no podía seguir sus estudios universitarios de profesora de inglés que ya estudiaba en Damasco. Mi hermano trabajaba en Siria y tampoco hacía nada en Turquía. Ni siquiera tenían opción de regresar a Siria, no estaban ni aquí ni allá y finalmente, aunque la decisión fue muy difícil, se subieron a la barca a pesar de saber que había muchas tragedias en la zona. Fue un momento horrible, fue el momento más difícil en mi vida. Yo estaba ya en Noruega, estaba estudiando. En la barca venían mi madre y mi padre, mis dos hermanos y mi abuela. El trayecto de Turquía a las islas griegas suele tardar una hora, se me hizo eterna hasta que me llamaron y me dijeron que estaban bien. Ahora todos están en Alemania y han pedido asilo, viven a una hora de Berlín” y añade que no podría seguir viviendo en Europa si su familia siguiera expuesta a las bombas en Siria.

Después de tanto sufrimiento personal y familiar, quiso volver a trabajar con refugiados. Lo podía haber hecho en Noruega o en Alemania pero vio en internet una oferta de mediador cultural de Médicos Sin Fronteras para este barco de rescate y no lo dudó.

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“Ya conocí a MSF cuando estaba en Siria, al trabajar en UNRWA, ya sabía lo que hacían. Hace unos meses comencé a buscar trabajo mientras estudiaba noruego, y empecé a pensar en trabajar con MSF para trabajar en el mismo sector o con ONU en el ámbito de refugiados o migrantes. Vi este puesto, que había que hablar árabe e inglés, hice las entrevistas y comencé a trabajar de nuevo con los refugiados”, cuenta este economista convertido en el barco de MSF en un mediador socio cultural con una labor primordial, es el primero que se acerca a la embarcación de los inmigrantes a tranquilizarles y explicarles que van a ser rescatados por la organización humanitaria, que hace sólo unos días decidía prescindir de la ayuda oficial de la Unión Europea y de los gobiernos de los estados miembros, en protesta por su política hacia los refugiados .

“Los sirios ya no pueden venir por Libia”

“Ahora para los sirios es muy difícil ir a Libia porque ahora exigen visa. He escuchado algún caso de rescates de sirios pero hace mucho tiempo y nosotros no hemos rescatado ni uno. Los sirios tienen que buscar nuevas vías de salida porque no tienen otras opciones, quedarse en Turquía o Libia sin estudiar o sin trabajar no es una solución. Lo que deseo es que esta gente que está sufriendo pueda encontrar otra posibilidad para salir de manera segura, que los gobiernos ayuden a esta gente y protegerles”, reclama.

A la espera de poder regresar a la zona de rescate desde que mejore el tiempo y vuelvan a salir las barcas , Salah repasar alguna de las historias de los rescatados con los que se siente plenamente identificados, “un chico de Guinea Conakry me contaba el otro día lo que más o menos me pasó a mí . Lo rescatamos y quería saber desesperadamente si su mujer y su hijo habían conseguido cruzar vivos el Mediterráneo. Cuando llegamos a Italia, logramos contactar con su familia a través de las redes sociales y de un teléfono que conseguimos y vimos que estaban vivos, me sentí muy bien con haberle ayudado a saber de su familia, llevaba dos semanas sin poder hablar con su familia y no sabía nada”, recuerda.

Salah, el refugiado y el rescatador de otros refugiados y migrantes, termina la charla con una petición directa a los que pueden cambiar esta situación, “estamos aquí y tocamos directamente esta realidad, sabemos su sufrimiento, como lo saben los gobiernos europeos. Lo que siento y deseo es que este lunes, Día del Refugiado, sigan buscando soluciones para que esta gente tenga una vía segura de salida, basta ya de muertes“, sentencia.

Como los otros 18 tripulantes del Dignity I, mientras esas soluciones políticas no llegan, mientras la UE sigue sin poner en marcha un operativo de salvamento y sigue empecinada en operaciones militares y policiales, mientras la situación de Libia y de los países de origen de las más de 50.000 personas que han cruzado esta zona del Mediterráneo en lo que va de año no cambie, Salah seguirá pendiente del parte de tiempo, dispuesto a seguir salvando esas vidas que no pueden elegir otra orilla que la de la huida.

 
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