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La soledad de la soplona

La rusa Yuliya Stepanova ha llegado a meta en los 800 metros descalificada tras pisar fuera y dos minutos por detrás de sus rivales: se le permitió competir tras delatar el dopaje en Rusia

Stepanova en la primera vuelta de los ochocientos metros / Alberto Pozas

Stepanova en la primera vuelta de los ochocientos metros

Madrid

Hubo una época en la que Yuliya Stepanova (Rusia, 1986) era una de las mujeres a batir en el atletismo continental, dentro de las filas del ejército rojo del medifondo. Con su marca de 1:56.99 minutos en 800 metros se ganó el respeto de los pódiums internacionales, llegando incluso a ser bronce en un europeo de pista cubierta. Este miércoles ha llegado andando a la meta del estadio olímpico de Ámsterdam, dos minutos por detrás de sus rivales y vistiendo una camiseta gris con el escudo de la Federación Europea de Atletismo. Es el precio de doparse y el premio por denunciar el dopaje de estado en Rusia.

El precio de doparse, porque en 2013 Stepanova fue sancionada y vio cómo sus éxitos desaparecían tras ser delatada por su pasaporte biológico. El atletismo ruso ha sido apartado del atletismo en estos europeos, y mientras unos ochenta compatriotas esperan para saber si el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) les permite correr en Río de Janeiro, ella ha podido hacerl en Ámsterdam. Es el premio de haber salido en televisión junto con su marido y entrenador - los dos únicos componentes de la otrora invencible armada rusa - denunciando un sistema de dopaje en Rusia que salpicó desde la Federación hasta la agencia rusa antidopaje (RUSADA) y al propio ejecutivo.

Vladimir Putin se refirió a Stepanova como un "Judas" por "traicionar" a su país, y ha podido correr aunque con una camiseta gris y plateada, no con la camiseta de su nación. Si llega a ganar, el himno ruso no hubiera resonado en el olímpico de Ámsterdam: lo hubiera hecho el Himno a la Alegría, himno de la Unión Europea. La Federación Europea le permitió competir por su "contribución verdaderamente excepcional" a la lucha contra el dopaje.

Como si esperase que el propio Vladimir Putin saliese de detrás de un videomarcador con un cuchillo entre los dientes, Yuliya Stepanova ha corrido seiscientos cincuenta metros con cara de susto y ha caminado los ciento cincuenta restantes con gesto de alivio. Apenas unos cuantos aplausos tímidos han recibido a la rusa  en línea de meta: rodeada de periodistas y sentada en una silla, la ahora residente de los Estados Unidos ha asegurado que sufría una lesión en un pie y que su intención es correr en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro bajo la bandera olímpica.

Entre la carrera y la caminata, Stepanova ha tardado aproximadamente unos cuatro minutos en llegar hasta la línea de meta. Unos ochenta atletas rusos esperan a que el TAS les permita competir en Río después de que sus estructuras deportivas hayan sido puestas bajo la lupa de la sospecha del dopaje de estado. En la grada, división de opiniones: muchos veían a una heroína sufriendo las consecuencias de su valentía. Otros veían a la joven correr a cincuenta metros de sus rivales y concluían que esto es lo que sucede cuando uno deja de utilizar gasolina súper.

 
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