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Ruta BBVA

La ciudad que los piratas querían como botín

La Ruta BBVA llega a una ciudad que se acostumbró a vivir bajo el asedio pirata. Hoy es Patrimonio Cultural de la Humanidad y una de las ciudades más efervescentes de México

La ciudad que los piratas querían como botín / Ängel Colina

La ciudad que los piratas querían como botín

Campeche (México)

 Cuando en México se pide un ‘menú campechano’, el camarero trae una selección de sabores y tradiciones. No es casual, porque Campeche fue “El Lugar del Sol” maya, ciudad colonial, puerto y botín de piratas. Aquí se almacenaban todos los productos naturales que salían rumbo a España: la fibra de henequén, el palo de tinte – que teñía las prendas de los nobles europeos –, la miel y las maderas preciosas.

De la ciudad solían partir hasta cuarenta galeones dirección a La Habana y, de ahí, la comitiva volvía a España. Los ruteros han aprendido hoy que la escena tan habitual en las películas de piratas en la que los asaltos se producen en alta mar es pura ficción, porque un barco no podía enfrentarse solo a una comitiva de galeones españoles. La realidad es otra: se atacaban directamente los puertos y Campeche era uno de ellos. Al tener un litoral poco profundo, los piratas incluso atacaban por tierra y esa sensación de inseguridad era tal, que las familias españolas enviaron al Rey cartas pidiendo un buen sistema defensivo. Esa historia de asedios hace que, a día de hoy, un campechano sepa perfectamente que “una fragata es buena para escapar, mientras un galeón es bueno para cargar”.

En Campeche, la Ruta aprende que no todos los piratas eran iguales. Los corsarios tenían “patente de corso” otorgada por la reina Isabel de Inglaterra, mientras que los piratas fueron los que decidieron hacer privado su negocio sin rendir cuentas a la Corona y los filibusteros actuaron únicamente en las zonas de Quintana Roo y Cancún. El poder de estos bandidos llegó a tal punto, que consiguieron tener territorios en su poder, como la Isla Tortuga, entre Belice y Honduras.

Fotografía del interior de una casa colonial

Fotografía del interior de una casa colonial / Ängel Colina

Fotografía del interior de una casa colonial

Fotografía del interior de una casa colonial / Ängel Colina

Huir de los piratas no era sencillo

Hace tres años, Campeche presumía de tener una de las “iglesias más feas de México”. En San Francisquito, la pintura roja y blanca cubría los altares en una combinación poco agradecida, pero cuando se empezó a eliminarla para poder darle un aspecto más agradable a la vista, se descubrió que los altares estaban cubiertos con esos colores para que los piratas no se fijaran en ellos y no robaran nada. Funcionó.

El foso del Fuerte de San Miguel es otro ejemplo de cómo los campechanos tuvieron que buscar la manera de mantener su ciudad segura. El foso, en el que hoy es fácil encontrar una iguana al sol, tenía cal y estacas de madera. Quien caía tenía una muerte segura, porque quien sobrevivía al impacto de la estaca, agonizaba porque la cal le impedía respirar.

Hoy Campeche es una ciudad que mantiene su estilo colonial. Los vecinos no pueden cambiar el aspecto exterior de las casas y cada año se pintan para que mantengan un aspecto impecable. Los vecinos no pueden elegir el color, porque no pueden coincidir dos casas adyacentes con la misma tonalidad.

Desde 1999, la ciudad es Patrimonio Cultural de la Humanidad y una de las ciudades más efervescentes de México. Estatuas del escultor Rafael Coronel invaden este verano las calles, en la 59 es imposible encontrar a alguien sin una sonrisa en la boca y en las casas que antes pertenecían a las élites de la época colonial ahora se pueden encontrar grandes balcones con vistas a la catedral donde suena jazz.

Marisol Rojas

Marisol Rojas

Trabaja en la Cadena Ser desde 2007. Empezó madrugando en Hoy por Hoy y ahora trasnocha en Hora 25....

 
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