Francisco versus François
El papa Francisco y el presidente Hollande intentan un deshielo diplomático tras el rechazo a dos embajadores franceses que la Santa Sede consideró non gratae por ser homosexuales
El francés es el idioma oficial de la diplomacia vaticana. Pero el diálogo es de sordos entre la Curia romana y el Elíseo. El Vaticano puede nombrar nuncios en todo el mundo que generalmente son aceptados con independencia de su condición sexual. Pero los Estados no pueden nombrar embajadores ante la Santa Sede si son homosexuales.
En la última década, el gobierno de París ha nombrado dos embajadores ante la Santa Sede, católicos practicantes pero no heterosexuales precisamente. La jerarquía eclesiástica los ha rechazado silenciosamente, simplemente con el aplazamiento sine die de la presentación de sus cartas credenciales.
Ocurrió por primera vez en el 2007. El expresidente Sarkozy envió al Estado del Vaticano al embajador Jean-Loup Kuhn-Delforge, que tuvo que regresar a París un año después sin ser recibido. En los mentideros de los palacios curiales en la época del Papa Benedicto XVI no se escondía la indignación por el hecho que el embajador galo tuviera pareja estable y reconocida socialmente.
Nada ha cambiado con Francisco, que en un gesto de sinceridad en el 2013 afirmó "si una persona es homosexual ¿quién soy yo para juzgarla?" Aquel mismo año, la administración del presidente François Hollande envió al Vaticano al embajador Laurent Stefanini, también católico practicante, soltero pero homosexual. Stefanini esperó 15 meses en vano el plácet de la Secretaría de Estado vaticana y, finalmente, fue desplazado a la embajada francesa ante la Unesco en abril pasado. Así la jerarquía eclesiástica dejó claro quien manda en la Santa Sede.