El ligamento de todos

Madrid

Cuando Iniesta se retorcía el sábado en la hierba de Mestalla, a mí se me retorcían las tripas, y me dolía la rodilla derecha, claro. ¡Qué dolor! Nos había caído encima Enzo Pérez, que debe pesar casi ochenta kilos y que iba rozando el límite de velocidad. El parte se quedó en un accidente grave, aunque pudo haber sido de siniestro total para el ligamento externo de la rodilla de Andrés, en realidad el ligamento de todos.

Ese ligamento es nuestro, porque en ese paquete de fibras elásticas nos hemos apoyado todos montones de veces, unas para regatear, otras para cambiar de dirección, para dar una vuelta entre varios rivales, para llevar la pelota con suavidad donde solo la pueden llevar los genios, los que sueñan el fútbol despiertos. Ese liviano cordón fibroso nos ha levantado muchas veces del asiento, nos ha hecho saltar de emoción y nos ha llevado las manos a la cabeza para asombrarnos de lo que estábamos viendo. Parece mentira que esa pequeña estructura de tejidos elásticos haya provocado tanto vértigo en nosotros, estirándose y encogiéndose, relajándose y tensándose, como aquella tarde en Sudáfrica cuando el vaporoso ligamento externo de la rodilla derecha de Iniesta tensó a todo un país para golpear a la pelota con la fuerza de millones de ligamentos repartidos por el mundo y llevarla a la red holandesa.

Debemos tener en cuenta que ese ligamento tiene ya treinta y dos años, no está tan fresco como antes y no se recupera tan rápido de los esfuerzos. Hay que cuidarlo mucho porque es único. Habrá otros ligamentos laterales más fuertes y más atléticos, pero ninguno está conectado al cerebro de Andrés Iniesta como éste. Bueno, al cerebro de Iniesta y a las emociones de todos los que disfrutamos viéndole jugar al fútbol.

Cuida de nuestro ligamento, Andrés.