Cuba despide a Fidel Castro
Mucha emoción en la larga cola que lleva hasta el memorial a Fidel Castro en La Habana
Largas colas para despedir a Fidel Castro en la Plaza de la Revolución de La Habana / MARTA DEL VADO
La Habana
Arnaldo Francisco Chirino tiene 77 años. Cuando ha llegado a la Plaza de la Revolución no estaba permitido el acceso. Ni siquiera había amanecido pero quería ser de los primeros. Desde que se lo dieron, antes de jubilarse, lo guardó para estrenarlo ese día: un uniforme verde olivo que le llevaba a través de los recuerdos a la mejor etapa de su vida. Está impecable, sus botas recién barnizadas, los cordones cruzados bien apretados debajo de la rodilla, la gorra calada que casi le tapa los ojos arrugados pero que deja al descubierto su pelo de algodón. Arnaldo sabía que cuando llegara “el día” él estaría ahí, estrenando uniforme. Y así ha sido. Lo siente como una “obligación moral” después de toda una vida dedicada a la Revolución. Se refiere a la vida de Fidel Castro pero bien podría estar hablando de la suya. Tenía solo trece años cuando empezó a participar en las acciones contra el dictador Fulgencio Batista desde su Matanzas natal, al norte de la isla. Fue maestro voluntario de la campaña nacional contra el analfabetismo que puso en marcha Fidel a los pocos meses de llegar al poder en 1959. Representó a Cuba en los X Juegos Centroamericanos y del Caribe de Puerto en 1966. Fue combatiente en Angola entre 1982 y 1984. Sufrió, como casi todos los cubanos, durante el “periodo especial” y se emociona al recordar cómo cocinaban ollas colectivas para que todos los vecinos salieran adelante. Su vida siempre ha estado vinculada a los pasos revolucionarios que ha marcado el Comandante, década tras década. Arnaldo tiene los sentimientos contrapuestos. Dice que es un día triste “porque se va físicamente” pero que es alegre a la vez “porque pasa a la vida eterna”. Está convencido de que Fidel será imborrable, “pasarán los siglos y los siglos y seguirán hablando de la Revolución cubana, que es lo mismo que hablar de Fidel”.
Nieves sale sola del memorial de José Martí. Y sale emocionada. “Fidel era mi padre” dice, “no tengo palabras para expresar lo que siento por él”. Como buena revolucionaria tenía que venir a rendirle homenaje porque “nos lo dio todo”. Me explica que luchó por ayudar a los pobres y a los negros como ella mientras le embriagan los sentimientos mientras habla. Se siente triste, orgullosa y tranquila porque para ella no está muerto. Sigue viviendo en su corazón y en el de miles de estudiantes que han tenido una buena educación, en el de los médicos internacionalistas, en todos los revolucionarios de Cuba y del mundo. Al final de la entrevista me pregunta: "Y tú, ¿no sientes nada por Fidel?"
Después de las colas kilométricas, dejando atrás la icónica silueta del Che que cuelga en la fachada del Ministerio de Interior y la de Camilo, del Ministerio de Comunicaciones, después de dejar la bandera a media asta y de pasar junto a la escultura gigante de José Martí, llegas a la puerta del memorial. Está llena de coronas de flores. Dentro la foto de un joven guerrillero a finales de los 50, fusil al hombro, elevando la vista por la Sierra Maestra. Con ese Fidel quieren que se queden en la memoria las miles de personas que pasan por ahí. Algunos miran la foto y le saludan con el puño en alto, como si “él” pudiera verles. Otros se quitan la gorra en señal de respeto. Otros se secan las lágrimas al mirarla. Solo esa foto. A sus pies condecoraciones militares y flores blancas; a su derecha un alegato del Partido Comunista Cubano a su Comandante en jefe y a la izquierda el concepto de Revolución, un discurso que pronunció Fidel hace 16 años. Y ya.
La fastuosidad está afuera, en la Plaza de la Revolución. Bajo las miradas del héroe nacional, José Martí, y de otros dos héroes, pero de la Revolución, Ernesto Guevara y Camilo Cienfuegos. Desde la primera hora del lunes, miles de personas están pasando alrededor de esa plaza, que está cercada hasta el mega-acto de esta noche. Hoy no hay clase, las escuelas harán la peregrinación con los niños y adolescentes. Al final de la tarde del martes, hora cubana, se celebrará una ceremonia pública donde asistirán cientos de miles de personas, también mandatarios internacionales. Por España irá el rey Juan Carlos. Han confirmado su asistencia también los presidentes de países latinoamericanos como Nicolás Maduro, Daniel Ortega, Rafael Correa, Evo Morales, Enrique Peña Nieto y Juan Manuel Santos, también algunos cancilleres (como la argentina Susana Malcorra) y delegaciones oficiales de países como Rusia o Irán.
Como parte del homenaje, las autoridades cubanas han habilitado espacios a lo largo y ancho de toda la isla para que los ciudadanos que quieran puedan ir a firmar bajo juramento el concepto de Revolución, a modo de compromiso simbólico para seguir el legado de Fidel Castro. El texto, parte de un discurso que dio en La Habana, en esa misma plaza, el Primero de mayo del año 2000 y que algunos recitan como un credo.
El miércoles una comitiva fúnebre cruzará, con sus cenizas, la isla entera, del occidente al oriente, en el último y simbólico viaje de Fidel. Hará el mismo recorrido que el ejército Rebelde cuando salió victorioso de Sierra Maestra tras la derrota de Fulgencio Batista. Pero hay dos diferencias con respecto al de hace 57 años, esta vez será su último viaje y lo hará a la inversa, de La Habana a Santiago de Cuba. Allí se celebrará el sábado otro acto multitudinario en la plaza Antonio Maceo y el domingo 4, será la inhumación en el cementerio de Santa Ifigenia, el mismo donde descansan los restos del héroe de la patria José Martí. Allí, en Santiago, donde empiezan todas las guerras en Cuba. Allí, donde van a morir todos sus protagonistas.