La indignación y la sorpresa de Gustavo D. Rodríguez, el hostelero de Alicante que recibió la factura de la luz de noviembre a nombre de «Andate a la mierda, hijo de puta», se suman a la lista de agravios onomásticos en comunicaciones de grandes empresas que han saltado de los buzones a los titulares. El empresario cree que esta modificación en la base de datos de Iberdrola ha podido estar relacionada con una llamada reciente al servicio de atención al cliente que terminó con «cierta tensión», según reconoce. Sin sospechar que el teleoperador pudo escucharle, Rodríguez farfulló precisamente esa frase justo antes de colgar. «Se han disculpado y han dicho que eso no debería haber sucedido. Yo les explicaba que acepto las disculpas pero que a una empresa tan grande le suceda una cosa de esas no es lógico. Le comenté que dónde estaba nuestra Ley de Protección de Datos», ha explicado el hostelero en Hoy por hoy. Rodríguez se pregunta entre risas cómo supo el cartero «a quién entregar la carta». Entre 2007 y 2008, un tipo llamado Antonio Gilipollas Caraculo protagonizó decenas de crónicas televisivas y rocambolescos titulares. En unos años en los que hablar de fenómeno viral remitía como mucho a varios días de aspirinas y sofá, la historia de este señor valenciano fue una inagotable fuente de noticias disparatadas que alimentaron los primeros meses de vida de las redes sociales en España y se compartieron intensamente por correo electrónico. Cada detalle que se conocía del caso era más desconcertante que el anterior. «No me fijé en nada más y fue mi mujer la que me llamó y me preguntó ¿Has visto a nombre de quién va la factura del gas?». Antonio Bandín Moreno relató en diciembre de 2007 al diario Levante su sorpresa cuando vio con sus propios ojos que la carta de Gas Natural que recibía cada dos meses se dirigía al señor Gilipollas Caraculo, con el mismo DNI, el mismo número de cuenta bancaria y que vivía en el mismo domicilio que él. El agraviado comprobó que ni vecinos ni conocidos tenían constancia de comunicaciones similares y, aconsejado por el sacerdote de la parroquia donde trabajaba como administrativo, presentó una denuncia contra la compañía energética por injurias y manipulación de datos confidenciales. «El que lo ha hecho o está buscando que le despidan o está mal de la cabeza», acertó a decir el damnificado. Según su propio relato, Bandín vio con estupor cómo los funcionarios de Consumo y los del juzgado de guardia hicieron circular el insultante documento entre sus compañeros. La compañía confirmó que la factura FH70617017, fechada el 27 de noviembre de 2007 y por importe de 57,62 euros, fue expedida al abonado sustituyendo sus apellidos con los citados improperios. Antonio Gilipollas Caraculo traspasó fronteras y llegó incluso a las páginas de The Guardian, que narró con detalle las peripecias de Antonio Dickhead Arseface con su recibo de la luz. En enero de 2008, el juez instructor del caso requirió la colaboración de Gas Natural para identificar al responsable de la manipulación de los datos personales de Bandín. La eléctrica delegó toda responsabilidad en Sitel Ibérica, la compañía que gestionaba su facturación en la Comunidad Valenciana y a la que abrió un expediente. El procedimiento acabó archivado. Sin embargo, la investigación interna que abrió la subcontrata dio sus frutos: una empleada llamada Vanesa G. T. se dedicó «a acceder a los datos de algunos clientes» para sustituir sus apellidos por adjetivos «insultantes e injuriosos», según la denuncia de Gas Natural. Después de disculparse ante su cliente, la empresa energética escudriñó los sistemas informáticos y halló que en la modificación de los apellidos de Badín Moreno por «Gilipollas Caraculo» figuraba la clave personal de la tal Vanesa. El juez instructor supo por la prensa que la autora del cambio en la base de datos de clientes de la eléctrica podía estar identificada, recurrió de nuevo a la Policía para confirmar lo que leyó en el periódico y decidió en junio de ese año continuar con el caso Gilipollas Caraculo. La autora de la vejación onomástica fue despedida. En otros países, como Reino Unido, el historial de meteduras de pata epistolares en la relación con clientes es largo. En 2009, por ejemplo, Muddasser Ishaq llevó su viejo teléfono móvil a un establecimiento de la cadena Carphone Warehouse en Birmingham y descubrió que la factura de la reparación del terminal incluía el texto «you big gay» (tú, gran gay). «Desafortunadamente, dos de nuestros representantes se escribieron mensajes tontos entre ellos, que el cliente recibió por error», explicó la cadena. Dos años después, Steve Smith abrió una carta de su entidad bancaria, Halifax, en la que le ofrecían una cuenta corriente asociada a una tarjeta de crédito y se dirigían a él como el Sr. Off, «Fuck off» (que te jodan).