El exnadador estadounidense Michael Phelps, que ostenta el récord de medallas olímpicas (28), descarta ser el entrenador de su hijo Boomer, de casi un año, porque éste acabaría por detestarle. «He ido varias veces a la piscina con él. Y le encanta, pero si él decide un día dedicarse a la natación, nunca sería su entrenador. Él me detestaría», dijo en una entrevista publicada hoy en el diario francés «LÉquipe» Phelps, quien visitó París para promocionar su marca de bañadores. El «tiburón de Baltimore», que ya hizo sus pinitos como entrenador aprendiz con Chase Kalisz, reconoció que aún le falta algo de tacto en su manera de dirigir. «Mi desafío será aceptar que algunos no entenderán mis consignas y que otros no lograrán ponerlas en práctica», asumió Phelps, quien contó que habla con el que fue su entrenador, Bob Bowman, sobre cómo mejorar la relación con los pupilos. Phelps, de 31 años y ganador de 23 oros repartidos en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, Pekín 2008, Londres 2012 y Río de Janeiro 2016, recordó cómo fue esta última competición en la que participó. «Debo reconocer que regresar a lo más alto en los Juegos de Río fue, sin duda, lo mejor de mi carrera. Estos dos últimos años fundé una familia, mi hijo nació, pude dejarlo exactamente como quería. Eso será mi mejor recuerdo», opinó. El exnadador comparó su retirada en 2016 con la que anunció en 2012, al término de los Juegos Olímpicos de Londres. «Después de Londres quería dejarlo. No quería saber más del deporte. Quería estar solo. El problema es que no sabía qué quería hacer y caí en el lado oscuro. No tenía objetivos», confesó en alusión al positivo que dio en un control de alcoholemia en 2014 y por el que fue ingresado en un centro de rehabilitación. Después de su regreso triunfal en Río, el exdeportista reconoció que siente el agua como «casi un lugar de meditación en el que se evacúan las frustraciones» y en el que «se liberan» las dificultades.