Así funciona el método Montessori en los colegios: sin exámenes ni deberes
Las escuelas públicas en España comienzan a trabajar con otras pedagogías gracias a profesores que buscan el cambio
Ideado por María Montessori en 1907, en la actualidad hay alrededor de 150.000 escuelas que forman a 3 millones de niños
Madrid
Cualquier ayuda innecesaria es un obstáculo para el desarrollo del niño. Esta idea sostiene la esencia del método Montessori que vio la luz en la primera parte del siglo XX. Poco tiene de novedoso, aunque por su auge actual pueda parecer moderno. Algunas de las recomendaciones que recogió su creadora, María Montessori, como adecuar el mobiliario al crecimiento del niño se aplica desde hace décadas en colegios de todo mundo.
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María Montessori comprobó la necesidad de los niños de estar en movimiento por lo que en sus clases pueden desplazarse libremente por el aula y elegir el espacio en el que quieren trabajar. Hay sillas de distintos tamaños y se pueden desplegar pequeñas alfombras para hacer la tarea en el suelo. La distribución no es uniforme y el aspecto de la clase se asemeja a un gran salón donde el orden y la limpieza son fundamentales. Los propios alumnos son los encargados de mantenerla. Se fomenta así la autonomía y el sentido de respeto al otro. La mezcla de edades es otras de las características de las aulas: de 3 a 6 años y de 6 a12 (con opción de dividir de 6 a 9 y de 9 a 12). Todos estos aspectos conforman el ambiente preparado, uno de los pilares del método Montessori junto al trabajo del niño y el rol del adulto.
“Es una pedagogía enfocada en el niño y que responde a las necesidades psicológicas y esto tiene que ver con los aspectos de aprendizaje, afectivas y emocionales. Se sirve de la energía del niño y este es el enganche con el aprendizaje, le debe apasionar. Es lo más natural”, explica Ana Juliá, presidenta de la Asociación Montessori Española y la responsable de formación del colegio Montessori-Palau de Gerona. Sus padres fundaron la escuela hace medio siglo y llevan 20 aplicando este método.
Las escuelas públicas que utilizan Montessori
Cada vez más escuelas públicas se interesan por otras pedagogías. Es el caso del Ceip Rosa del Vents, situado Colònia de Sant Pere (Mallorca), un pueblo de alrededor 600 habitantes. Su directora, Esther Zarrías llegó hace un par de años con ganas de poner en marcha un proyecto educativo de escuela activa y libre. “El 90% de los materiales que usamos en el aula son Montessori. Nos da muy buen resultado. Los profesores se forman en cursos y habitualmente lo pagamos de nuestro bolsillo. Hay muchas ganas de profesores y familias por cambiar las cosas. Baleares está a la cola de Europa en PISA”, explica.
Iría Mosquera es directora del Colegio Rural Agrupado Antía Cal. Llegó a Montessori investigando y formándose en distintas pedagogías. Son 6 aulas de 5 núcleos rurales de Pontevedra. “Nunca fuimos un colegio de fichas y libros, creemos en el trabajo por proyectos y cooperativo. El niño aprende haciendo, por eso nos gusta Montessori. Lo que no hemos cogido es lo que dice de la fantasía. Ella era más estricta en ese tema y su método muy científico, de hecho es la precursora de la neurociencia. Nosotros sí pensamos que el niño tiene un lado mágico con el juego simbólico que hay que respetar”.
Este curso hay 67 alumnos y a partir de septiembre hay ya confirmados más de 90 mientras siguen llegando solicitudes. “Notamos una demanda social por las nuevas pedagogías, cada vez más padres se interesan de cómo aprenden sus hijos y buscan la mejor manera”, cuenta.
El trabajo del niño: libertad con límites
El alumno no está pendiente de lo que diga el profesor, eso sí acude a lecciones a las que se le convoca junto a otros compañeros. El trabajo es libre con unos límites en función de su edad y desarrollo. “En bebés no hay límites, más adelante aparecen los de no molestar en el trabajo al otro o no interrumpirle. Una norma es colocar como estaba el material que han utilizado. En un aula Montessori nunca entran 20 niños nuevos de golpe, si no poco a poco, de esta forma aprenden del entorno y la adaptación es más natural”, explica Ana. En cada gesto se aplica la libertad con límites y responsabilidad. Podría resumirse en “hago lo que quiero porque quiero lo que hago”.
Un maestro preparado para observar
El rol del adulto es otro de los pilares fundamentales. El maestro observa al alumno y las dinámicas que se crean en clase y en el patio. Así descubre lo que necesita. En Montessori se denominan guías. “Son expertos en contar historias, en Primaria se introducen varias como la de la aparición del hombre en la tierra, la del número, la del lenguaje, o la de la aparición de la vida. Todo lo que van aprendiendo tiene como origen una gran historia”, cuenta Ana.
Los guías dan a los niños las herramientas necesarias para investigar lo que les interese. Cuando han acabado su proyecto, presentan las conclusiones al resto de compañeros. Así se benefician todos. Se quiere evitar que el adulto caiga en el “ya te lo hago yo que a ti no te sale”.
Los cuatro planos de desarrollo
- La mente absorbente, de 0 a 6 años. La diferencia es que de 0 a 3 el aprendizaje es inconsciente y de 3 a 6 se vuelve consciente. La máxima es “ayúdame a hacerlo por mí mismo”, dice Ana. En esta etapa, María Montessori distinguió Comunidad infantil, hasta los 3 años y Casa de niños, hasta los 6.
- La mente razonadora, de 6 a 12 años. El conocimiento y la curiosidad alcanzan altas cotas, así como el desarrollo moral. El niño muestra interés por el entorno y necesita comprender las normas que lo rigen. Corresponde a todo el ciclo de Primaria.
- El desarrollo social, de 12 a 18 años. María Montessori no tuvo tiempo de desarrollar un método para Secundaria. Pero, sí dejó establecidas unas líneas generales que vertebran esta etapa de la adolescencia.
Trabajo con materiales: sin exámenes ni deberes
Los materiales Montessori más conocidos son los que se utilizan en la etapa de 3 a 6 años. Cada uno tiene un propósito concreto. Por ejemplo, la torre rosa que apila por tamaños con una diferencia de un centímetro desarrolla los conceptos de medida y volumen. Tienen un sistema auto correctivo por lo que el alumno sabe si lo ha hecho bien o tiene que corregir.
En los primeros minutos de la mañana, cuando los alumnos van llegando, el profesor saluda de forma individual. Luego, cada uno se dirige a trabajar con el material que elija o a seguir elaborando el proyecto que tenga en marcha. Siempre queda constancia de lo que hacen porque deben apuntarlo en su cuaderno de trabajo. La evaluación la hacen los profesores que no necesitan exámenes para saber sus competencias y capacidades. “Eventualmente hay pruebas de velocidad lectora o tipo test, pero el método no gira entorno a los exámenes. La evaluación es minuciosa a través de la observación diaria y las presentaciones”, explica Ana Juliá. No hay deberes porque se considera suficiente el trabajo en clase. “El aula Montessori es un taller de técnicas de estudio porque están estudiando las cosas de maneras distintas: a través de los materiales y de la búsqueda de información. La clase tiene que ser vivencial. La implicación llega también a casa y no se queda solo en poner la mesa con 9 años. Pueden cocinar e involucrarse en otras tareas”, dice Ana Juliá.
Existen alrededor de 150.000 escuelas Montessori en todo el mundo que forman a 3 millones de niños. El auge de este método comenzó hace 30 años y no ha dejado de crecer. Ana explica que no debemos educar a los niños para el mañana porque no sabemos cómo será éste, sino dotarles de las herramientas necesarias para adaptarse a lo que venga.
Maika Ávila
Periodista y autora de 'Conciliaqué. Del engaño de la conciliación al cambio real'. Ha formado parte...