El extraño impulso por preservar la memoria fotográfica de Líbano
Casa Árabe expone el fondo fotográfico del coleccionista libanés Mohsen Yammine, su 'carrera' por salvar de la destrucción y del olvido impuesto por la guerra civil la memoria del país
Madrid
Tres amigos vestidos al modo de los años 50 bromean posando delante de la cámara; una mujer en traje de caza sostiene una enorme escopeta: quien tiene un arma, tiene el poder; un grupo de niños, colocados en escalera de mayor a menor altura, posa firme ante una casa de piedra en la montaña. Todas estas escenas las conocemos gracias a que alguien las fotografió y conservó la memoria de un momento. Cada una está hecha por una persona con una técnica y una intención distintas, en épocas diferentes, con vestimentas que evolucionan. Cada una de ellas es una imagen con valor documental y artístico; pero también con un valor intrínseco como objeto.
El extraño impulso por preservar la memoria fotográfica de Líbano
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Toda esta reflexión es la que llevó a Mohsen Yammine a empezar en 1979 a recopilar colecciones de fotógrafos libaneses. Hubo un hecho que le impulsó, y fue el inicio de la guerra civil, que amenazaba con borrar al Líbano de antes de la contienda, con su memoria incluida. “Fue un gran impulso para mi -cuenta charlando con La SER-, porque provocó muchos cambios, no sólo en mi pueblo sino en todo el país. Empecé a reunir fotografías de aquí y allá, comenzando con las de fiestas populares de mi pueblo, el de al lado, etc”. El primer fondo con el que se hizo es con el del fotógrafo Yartchan Dankikian, un armenio que abrió su estudio en Zgharta, el pueblo del Norte de Líbano del que proviene el propio Yammine.
Aquella primera colección le llevó a la siguiente. Un día se encontró 60 fotos de otro armenio, Camille el Kareh, que había tenido su estudio en el mismo pueblo. Mohsen fue a la casa del hijo, y cuenta que le convenció de que quería hacerse con el material de su padre “para sacar a la luz una herencia que estaba encerrada en la oscuridad de un estudio viejo y cerrado”.
Pero en un país que podía verse sumido a la vez en la guerra y el desarrollismo, las excavadoras que trabajaban ampliando la carretera a su paso por el centro del pueblo iban a derribar en cualquier momento el viejo estudio de el Kareh. “Emprendí una carrera contrarreloj, porque tenía que hacerme con el material antes de que llegaran las excavadoras. Tenía que adelantarme a eso. Ahí me nació este impulso que llamo un impulso extraño”.
Explica Clémence Cottard, de la Fundación Árabe para la Imagen, que la virtud de Yammine estuvo en no hacerse sólo con el resultado final del proceso fotográfico, sino con coleccionar, y por lo tanto preservar, elementos de todo el proceso: negativos, borradores, contactos… Esta fundación, creada en Beirut hace 20 años, trabaja con Yammine para conservar y documentar buena parte de la colección -atesoran 600.000 objetos fotográficos de 301 colecciones-.
Para la muestra que acaba de inaugurar Casa Árabe -en el marco de PhotoEspaña 2017-, han seleccionado a siete fotógrafos, profesionales y aficionados, que cubren desde los años 20 a los 50. Las imágenes más antiguas son las de Hanna el Alam, tomadas entorno a 1920. “Probablemente fue de los primeros en tener cámara en esa zona, explica Cottard, y usaba una técnica que en aquella época conocían por su nombre en español ‘de los cinco minutos’, porque había llegado desde Sudamérica”.
Abundan los retratos, desde aquellos tomados con una finalidad administrativa, para un documento oficial, a otros de grupo. Incluso se pueden ver varias imágenes de muertos, una tradición de la época. La muestra permite así ir evolucionando con el mundo que recogen las imágenes, y de unos rostros hieráticos y casi temerosos de la cámara en las imágenes más antiguas, se pasa a retratos de grupos de amigos en momentos cómicos, casi teatrales.
Algunas imágenes están deterioradas hasta ser irreconocibles “pero se exponen tal cual, porque son ya un objeto artístico, y cada capa de deterioro -explica Cottard- es una capa más en su historia; no se puede restaurar una de esas capas históricas sin destruir las demás”.
A veces, lo que parece un fallo es algo intencionado. Como en el caso de dos dobles exposiciones de la fotógrafa Marie el Khazen, que tras ser estudiadas se vieron como algo hecho con una clara intencionalidad artística. Khazen es un caso especial en la colección, porque siendo aficionada, sorprende por la calidad de su trabajo y el grado de reflexión estético que lleva implícito. Es además un descubrimiento del propio Yammine: “Marie era de una familia adinerada, y para ella la fotografía era un lujo asequible. Era de un pueblo un poco aislado, en una época en que la gente se desplazaba en caballos y burros; y a ella esto le permitía romper ese aislamiento y divertirse”.
Mohsen Yammine, periodista de oficio, sigue ampliando su colección. Los orígenes de la fotografía en Líbano siguen estando llenos de lagunas, y apenas se sabe nada de aquellos primeros fotógrafos alemanes o franceses que viajaban con sus estudios ambulantes por los pueblos del Norte de Líbano. Yammine amplió hace años su búsqueda a otros países árabes y la vecina Siria juega un papel muy importante. “Pienso mucho en Siria y en la destrucción del país” dice Yammine, consciente de la importancia de las colecciones de Damasco y Alepo para preservar esa memoria colectiva que toda guerra tiene el aún más extraño impulso de querer arrasar.