Ocio y cultura

"En la sociedad cubana hay síntomas de que se está perdiendo la solidaridad y la compasión"

Leonardo Padura presenta "La transparencia del tiempo", su última novela y novena entrega de la serie protagonizada por el inspector Mario Conde

El escritor cubano Leonardo Padura / Víctor Lerena (EFE)

Madrid

Hablamos con Leonardo Padura (La Habana, 1955), premio Princesa de Asturias de las Letras 2015, que estos días está en España presentando "La transparencia del tiempo" (Tusquets Editores). Es su última novela y novena entrega de la serie protagonizada por el inspector Mario Conde que cuenta la historia del robo de la Virgen de Regla en los meses previos al inicio del deshielo en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba.

¿De dónde surge la trama de la novela?

De una historia real, de un amigo al que le habían robado toda la casa, un novio que tenía, incluida la cafetera (risas). Y se me ocurrió utilizarlo como principio para una historia que quería contar utilizando La Habana contemporánea y pensé que esto me podía servir para moverme en el tiempo y hablar de esa relación que me interesa tanto, entre el hombre y el historia: cómo la historia puede mover la vida de un hombre, cambiarla, distorsionarla, destruirla o salvarla dependiendo del movimiento de ese momento histórico.

¿Qué le aporta la Historia como herramienta narrativa?

En primer lugar, tiene un sentido casi conceptual, entendiendo esa mirada a la historia como una acumulación de acontecimientos, de historias, de hechos que han atravesado al hombre y que al mirarlo con cierto detenimiento nos permiten entender el presente y que el hombre no ha aprendido de la historia. Como dice el viejo refrán es el único animal que tropieza dos, tres, cuatro veces en la misma piedra. Como recurso narrativo me permite unos juegos de utilización del lenguaje, maneras de escribir que me dan variedad y que me exigen un desafío como escritor.

Para Mario Conde el paso del tiempo es un estado de espíritu marcado por la tristeza y por la melancolía y se pregunta qué legado va a dejar. ¿Es lo que más pesa con los años?

Mira la vejez es fea, es terrible (risas) y, sobre todo, porque todos los que llegamos a viejos hemos sido antes jóvenes y vemos cómo determinadas capacidades físicas y mentales van menguando, van desapareciendo. Es realmente un período de decadencia en el cual se acumula experiencia y sabiduría pero que no nos sirve en muchas ocasiones para afrontar nuevos desafíos. En el caso de Mario Conde está al borde de cumplir 60 años y le preocupa saber que ya ha rebasado tres cuartas partes de su vida con todo lo que ha bebido, fumado, lo mal que ha comido y los desastres que ha hecho con su físico y su mente. Esa sensación le provoca sentimientos como la tristeza, la melancolía, la nostalgia que pueden tener una connotación social, circunstancial pero que es universal. Parte de un estado de ánimo que puede compartir cualquier persona en cualquier parte del mundo.

Después de 25 años y nueve entregas, ¿es éste el Conde más autobiográfico?

Sí. A ver yo no estoy triste ni melancólico, de hecho, estoy muy satisfecho con mi trabajo, he conseguido cosas que nunca soñé que me pudieran pasar. Ha sido una acumulación de trabajo a lo largo de muchos años, casi todos en compañía de este personaje que tiene su propia vida. A lo largo de 25 años el acercamiento entre Mario Conde y yo ha ido creciendo y no me molesta. Como lo he utilizado para hablar de tantas cosas no está mal que él me utilice a mi para crearse su propia vida.

La novela se desarrolla en un momento muy importante para la historia de Cuba, en 2014, inicio del deshielo en las relaciones con Estados Unidos, sin embargo, habla de cansancio histórico.

El concepto de cansancio histórico aparece en "La neblina del ayer" que desarrolla su argumento en 2003. Ese cansancio tiene mucho que ver con esa noción de que siempre hemos vivido un momento histórico, y a veces es verdad pero la vida de la gente no se puede ordenar sólo a partir de acontecimientos históricos. No sólo de épica vive el hombre tiene que haber también dramaturgia y la dramaturgia tiene mucho más que ver con los sentimientos, con las maneras de comportarse de las personas. Esa historicidad, tal vez excesiva, es muy responsable de juicios y prejuicios alrededor de Cuba, a favor o en contra. Esto lo hablaba el otro día con otro periodista. Yo le decía si vienes a entrevistarme partiendo únicamente de tus prejuicios qué te voy a contar yo de Cuba. Hay que ver todo el contexto cubano, la multiplicidad de elementos que la componen y de verdades posibles que existen.

Escribió la novela con Barack Obama en la Casa Blanca, ¿habría sido muy distinta con Donald Trump?

Esa novela está por escribir. Yo cierro "La transparencia del tiempo" el 17 de diciembre de 2014, el día que se anuncia que se va a comenzar a conversar para restablecer relaciones. Es un momento incluso anterior al restablecimiento de relaciones. Este acontecimiento fue histórico, tanto que yo recuerdo que la primera opinión que tuve de lo que iba a pasar fue la de mi madre que dijo "Ésto es un milagro de San Lázaro". Ése es el día de San Lázaro, un santo muy milagrero, que tiene muchos adeptos, tanto católicos como de quienes creen en la santería. Pero fue histórico porque la relación entre Estados Unidos y Cuba ha sido traumática desde los orígenes. Han pasado muchas cosas que fueron creando una mirada de rechazo, antiimperialista, pero no de odio, al contrario, había mucha admiración por el modelo norteamericano. Pero eso se interrumpe con el triunfo de la revolución. Después de más de 50 años de desencuentros se produce la posibilidad de un diálogo civilizado aunque no de normalidad, teniendo en cuenta que uno de los países ejerce un embargo económico y comercial sobre el otro. Pero sí se puede hablar de un punto de acercamiento. Y lo que pasa es que ahora lo vemos como si hubiéramos pasado de una pesadilla al sueño y hubiéramos vuelto a caer en la pesadilla con unas relaciones que están aún peor que antes del 17 de diciembre de 2014.

En un momento de la novela introduce la historia del viejo sin zapatos. Un hombre que encuentra Conde con plásticos en los pies y que anda por la calle sin que nadie lo vea... ¿A quién pretende remover la conciencia?

A quien la tenga. Éste es un personaje real que pasa con cierta frecuencia frente a mi casa, en una ocasión le regalé un par de zapatos y cuando le volví a ver a los dos o tres días ya nos lo tenía, tal vez los vendió por ron o se los robaron, no sé si es un loco o un alcohólico, pero me sirvió para crear este personaje. No se sabe de dónde viene, no sabemos si es real o si es una imaginación de Conde, pero me permite hablar de cómo en la sociedad cubana hay lamentablemente síntomas de pérdida de solidaridad y de compasión. En la novela hay un personaje religioso que es un sinvergüenza. ¿Cómo puede ser eso? ¿Cómo se puede utilizar la religión para resolver tus problemas y no enterarte de los problemas de los demás?. No me refiero a la caridad sino a la mirada compasiva con respecto al otro.

En una de las conversaciones que Conde mantiene con sus amigos se habla del exilio. Dice uno de los personajes "no es que no me quiera quedar es que casi nunca hemos podido escoger". ¿Ése es el meollo, que Cuba es un pueblo al que se le arrebató su derecho a elegir?

Desde el punto de vista de mi generación esa capacidad de elección fue limitada muchísimo. Cuando yo terminé el pre, tenía unas excelentes calificaciones y podía escoger la carrera que quisiera. Cuando me di cuenta de que no iba a ser un buen jugador de béisbol decidí que iba a ser cronista deportivo. Entonces alguien decidió que ese año en Cuba ya había suficientes periodistas y no se abrió la carrera de periodismo en la Universidad. Entonces escogí lo que pude, estudié filosofía, y me cambió la vida pero para bien. Pero decisiones cómo ésta siempre han pesado sobre nosotros. Es algo especialmente dramático para nuestra generación porque fue una generación que creyó y que se sacrificó. Yo con 15 años estaba en un campo de cañas con más frío que el de hoy en Madrid y la mano llena de llagas por el machete. Yo estaba allí porque me mandaron y no tenía elección si quería estudiar. Por eso Conde y sus amigos hablan tanto de la elección y de que son una generación de mandados.

El ensayista cubano Iván de la Nuez le enmarca en una generación vibrante de creadores que están redefiniendo la identidad de la región, ¿se siente identificado con esta descripción?

No sé si vibrante, por lo menos, persistente. Creo que hay un grupo importante de artistas cubanos que estamos empeñados en hacer nuestro trabajo y dejar una mirada de lo que es la vida cubana estos años. Es un empeño complicado porque genera incomprensiones desde dentro y desde fuera. Y mantener una actitud cívica e independiente es complicado.

¿Y usted es independiente para decir lo que quiere?

Yo digo en mis libros lo que quiero decir y como lo quiero decir y si no lo digo mejor es porque soy incapaz de hacerlo. Los límites a los que puedo llegar no tienen que ver con lo político. Las lecturas políticas de mis libros son evidentes pero no participo políticamente con mis libros, creo que sería un error utilizar la literatura para una propaganda política después de criticar tanto el realismo socialista. También tengo algunas opiniones que prefiero no verter en la literatura porque entiendo que también hay que tener un respeto por el otro.

Por lo que hemos hablado no parece que quiera, de momento, desprenderse de Mario Conde...

No, no... voy a seguir con Mario Conde pero no en la próxima novela, al menos, por lo que estoy pensando ahora.

¿Y en que anda metido?

Es una historia que tiene que ver con la dispersión de los cubanos por el mundo. Estoy tratando de crear algunas historias personales, investigando sobre lugares que no conozco lo suficiente. Estoy muy al principio, tengo escritos un par de párrafos que pueden ser el inicio de la novela o puede que desaparezcan pero me da la tranquilidad de que estoy en un sendero y al final hay una luz y esa luz es la novela.

 
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