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Diego Godín, rojiblanco de adopción

La gente lo siente como suyo convertido en un símbolo que representa todos los valores que un atlético quiere que proyecten sus líderes

El gol de Godín que valió una liga / EFE

El sentimiento de pertencia en el fútbol es bastante relativo. Cambiar de destino es algo tan común que lo extraño es formar parte de un club durante toda una vida. Hay ejemplos pero son escasos. Y cada vez más. Dentro de ese flujo continuo, del mercadeo constante, hay personas que desprenden una sensibilidad especial y consiguen ganarse a la gente de un lugar como si fuesen de allí de toda la vida. El fútbol es particular en eso y sigue unos parámetros distintos que dificultan que una afición se identifique contigo. Diego Godín es uno de esos jugadores que conquista. La gente lo siente como suyo convertido en un símbolo que representa todos los valores que un atlético quiere que proyecten sus líderes.

Su profesionalidad en el campo está al mismo nivel de su humildad en la vida real, de esos jugadores que pincha la burbuja del fútbol para vivir en la realidad que le rodea. Es un tipo normal dentro de la anormalidad que rodea al fútbol y eso gusta. La gente se identifica con su carácter ganador, su capacidad de sacrificio y la naturalidad en el trato. Un luchador nato que quiere ganar vestido de corto y capaz de tender la mano a cualquiera cuando se viste de calle, que trata igual a un aficionado cualquiera que a un amigo de toda la vida.

Godín entro de cara en el Atlético de Madrid. En su primer partido ya ganó un título europeo con la Supercopa conquistada en Mónaco ante el Inter de Milán. Era el primero de los seis títulos conseguidos a lo largo de una carrera brillante que aún continúa casi ocho años después de enfundarse la rojiblanca por primera vez en el verano de 2.010. Ocho temporadas cargadas de partidos superados con casta y carácter resumidos en el cabezazo que dio el título de Liga en el Camp Nou. Por el camino, convertirse en el jugador extranjero con más partidos y uno de los nombres más importantes de la historia de la entidad.

En la victoria y en la derrota es un ejemplo, de la misma forma que lo es tanto cuando juega como cuando se queda en el banquillo. Maestro de las nuevas generaciones a las que transmite su sabiduría en un vestuario que lidera tan bien como en el campo. Un futbolista con carisma capaz de ganarse a sus compañeros, con lo especiales que son los futbolistas y las sensibilidades tan distintas que conviven; a un entrenador, de los más exigentes que se conocen; a un club, entregado a un jugador que le representa de la mejor manera; y a una afición, que se ve identificada en la persona ideal. Godín no nació rojiblanco pero morirá siéndolo. Y la afición le verá como un hijo de su mejor generación para toda la vida.

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