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Opinión

Feminista de pelo blanco

Sin las mujeres que se rebelaron cuando no se podía difícilmente habríamos llegado hasta aquí, hasta un 8-M en el que las ciudadanas están llamadas a parar el mundo.

Varios miles de personas recorren el centro de Vigo, en una manifestación convocada por Asemblea Galegas 8M, para hacer visible la realidad de las mujeres en la vida personal y en el mercado laboral. / Salvador Sas (EFE)

Varios miles de personas recorren el centro de Vigo, en una manifestación convocada por Asemblea Galegas 8M, para hacer visible la realidad de las mujeres en la vida personal y en el mercado laboral.

Son mujeres que se rebelaron cuando no se podía. Mujeres a las que el matrimonio convertía en menores de edad, sometidas a maridos de los que no podían divorciarse. Mujeres obligadas a alumbrar los hijos que Dios les diera porque la anticoncepción estaba prohibida y el aborto era delito; esposas que debían contar con el permiso marital para trabajar fuera de casa, abrir cuenta bancaria o sacar el carné de conducir. Eso era España medio siglo atrás y ellas son feministas como Ana María Pérez del Campo, una pionera que rompió cadenas con cizalla en pleno franquismo. Sin ellas difícilmente habríamos llegado hasta aquí, hasta un 8-M en el que las ciudadanas están llamadas a parar el mundo.

Las españolas –y los españoles- estamos en deuda con mujeres como ella, mayores de pelo blanco y paso firme. Ellas marcaron el camino hacia la libertad femenina ya durante la dictadura. Trabajaron, trabajan aún –Pérez del Campo, al frente de la Federación de Asociaciones de Mujeres Separadas y Divorciadas- para que nuestras vidas sean mejores, más igualitarias. Para que nuestra sociedad sea más justa.

Ana María Pérez del Campo tuvo la osadía de separarse a comienzos de los años sesenta del siglo pasado. Se hizo feminista sobre la marcha, al comprobar la desigualdad y precariedad que padecía. “Esto me pasa por ser mujer”, se dijo mientras intentaba sacar adelante a sus hijos. Entonces hizo de su causa la de todas. Empezó a luchar para que ninguna tuviera que sufrir lo que ella había padecido; a pelear por la igualdad. Reivindicó el matrimonio civil cuando en la práctica no existía y, por supuesto, el divorcio. Trabajó codo con codo con el ministro de Justicia Francisco Fernández Ordóñez en la ley que legalizó la disolución matrimonial en 1981.

Una década después, la veterana feminista levantó el velo que cubría la violencia de género en España; violencia doméstica se la llamaba entonces. Y estaba normalizada. Eran los tiempos del “mi marido me pega lo normal”. A golpe de activismo, ella logró impulsar la idea de combatirla con una ley integral, como la que por fin se aprobó en 2004. Aún hoy, con 82 años, Pérez del Campo asesora a las mujeres –muchas, maltratadas- que acuden a su asociación. También reprende a los responsables políticos que se le ponen a tiro, porque “aún estamos muy lejos de tener una igualdad efectiva”.

Aunque las feministas veteranas como ella apenas reciben reconocimiento social, merecen el homenaje, el agradecimiento. Tienen un lugar relevante en la historia de todas, que apenas comienza a escribirse. Para que no se pierda, Pérez del Campo ha decidido contar la suya. El resultado es “La mujer que dijo basta” (libros.com), un volumen que enhebra sus memorias y la lucha de las españolas por la igualdad y contra la violencia de género desde Franco hasta ahora.

Gracias, Ana María, por contar tu historia: nos hace más sabias. Gracias a las que, como tú, habéis allanado el camino a las que venimos detrás. Gracias por ser “la mujer que dijo basta”. Y por supuesto, gracias por seguir diciendo: “¡Basta!”.

*La periodista Charo Nogueira es autora de “La mujer que dijo basta” (libros.com), que se presenta esta semana.

 
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