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Muro EEUU - México

Los prototipos que dividen Otay

Donald Trump visitará el martes los ocho prototipos del muro en San Diego

Turistas en los prototipos de muro fronterizo entre San Diego (EEUU) y Tijuana (México). / Alexandra Mendoza EFE

San Diego

Mesa de Otay, del lado estadounidense, es una pequeña comunidad industrial al sureste de San Diego, California. Próspera, con amplias avenidas, carreteras de cuatro carriles y calles cuadriculadas llenas de almacenes entre los que se te pierde la vista. Mesa de Otay, del lado mexicano, es un barrio de Tijuana, destartalado, con la mitad de las calles embarradas, sin asfaltar, su tianguis (mercadillo) y sus puestos de tacos callejeros. Los vecinos aseguran que es una misma comunidad en dos naciones pero parecen dos mundos contrapuestos. Divididos por el muro entre Estados Unidos y México.

Reportaje sobre la Mesa de Otay

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Los prototipos no se alcanzan a ver desde la parte estadounidense, el acceso está acordonado. Desde la parte mexicana, asoman por encima de la barrera de metal que ya existe. Tienen cerca de diez metros de alto. La barrera actual no tiene más de tres. Cuatro compañías estadounidenses compiten con estos ocho prototipos de hormigón y otros materiales, para que la Agencia Fronteriza de Protección y Aduanas y Donald Trump les otorgue la concesión del muro. Trump pide una partida de 23 billones de dólares para fortalecer la frontera, de ellos 18 son para la construcción de la barrera.

Los prototipos de muro entre San Diego (EEUU) y Tijuana (México), desde Mesa de Otay, Tijuana. / MARTA DEL VADO

El Congreso, sin embargo, no ha aprobado la financiación que Trump lleva pidiendo desde que asumió la Presidencia. Incluso varios congresistas y senadores de republicanos se han opuesto porque aseguran que el muro no acabará con la inmigración ilegal.

Los vecinos de Mesa de Otay recuerdan que siempre ha habido algún tipo de barrera en la frontera. "En los 80 había alambres de púas y los cruzábamos de jóvenes sin problemas, para ir al centro comercial del lado gringo", recuerda Ramón, estadounidense, trabajador en San Diego y residente en Tijuana. "Luego empezaron a poner vallas metálicas, alambre de espino, alumbrado y sensores, empezaron a sobrevolar la frontera en helicóptero... esos prototipos que ahora quieren convertir en muro no es nada nuevo para nosotros".

Las vistas de la casa-chabola de Jorge dan a un lodazal que da a su vez al muro. Está lleno de grafitis a favor de los migrantes, pidiendo el cierre de los centros de detención y símbolos de paz. Del otro lado asoman los prototipos. Lleva 17 años viviendo en la frontera y asegura que un nuevo muro sobre el muro antiguo no va a hacer ninguna diferencia. "Yo creo que lo único que quieren es aislar a la gente que estamos de este lado. Están dividiendo a dos naciones que tienen mucho en común, que se nutren una de la otra".

Ni Ramón, en San Diego, ni Jorge, en Tijuana, muestran mayor interés en la visita de Trump del próximo martes. Ramón cree que se trata de una cuestión política. "El presidente viene porque tiene que contentar a sus bases pero de ahí a detener la migración... los prototipos no van a ser la solución, así los levanten hasta el cielo". De hecho, cuenta que hace dos días las autoridades de migración detuvieron a un grupo de indocumentados que cruzó en una barca. "Si hacen un muro más alto, vienen por mar, cruzan por túneles, se van hacia la montaña o cruzan por el desierto, llevamos décadas viéndolo".

Jorge cree que la mayoría anglosajona que gobierna el país en la costa este no entiende las necesidades de un Estado como el de California, donde más inmigrantes latinos viven, un 39% del total de la población. Donde la industria, la agricultura y la manufactura es el motor de su economía y la trabajan, en su mayoría, inmigrantes. Jorge fue deportado en el año 2000, después de vivir y trabajar durante 15 años en Los Ángeles. Se conoce cada una de las partes del muro actual, desde la costa hasta la montaña. Desde que llegó en el 2000 no se mueve de la frontera. Su hija vive del otro lado.

 
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