Internacional

"La Siria de al Assad significa una guerra permanente contra el futuro"

Yassin al Haj Saleh defiende en 'La Revolución Imposible' un pacto entre sirios sin assadistas "acérrimos" ni salafistas

Yassin al Haj Saleh en un momento de su entrevista con La SER / Naomí Ramírez

Madrid

Todo conflicto prolongado en el tiempo acaba sufriendo el problema de que su presente nos haga olvidar su pasado. De que la consecuencia acabe confundiéndose con la causa. Y el de Siria no sólo no escapa a este problema, sino que lo sufre de manera especial, hasta el punto de que las víctimas han acabado apareciendo en el escenario internacional cada vez más como culpables de una guerra que ha salpicado a medio planeta. Y una oleada de protestas contra un régimen ha acabado siendo para mucha gente una ‘batalla universal contra los terroristas’. Por eso una de las ventajas de La Revolución Imposible (Ed del Oriente y del Mediterráneo) -presentado por la traductora Naomí Ramírez en Casa Árabe junto al autor- es la de ir poniendo las cosas en su lugar cronológico. Yassin Al Haj Saleh resume en 14 artículos su visión de la situación en su país; esos artículos se han ido escribiendo desde 2011 en diferentes fases de la crisis en Siria y van ordenando con claridad cada ‘momento’ del presente sirio. La otra ventaja de la obra es que Al Haj Saleh muestra su fino análisis al ir adelantando en cada etapa lo que vendría después.

Lo que nunca pudo adelantar es que, como dice en esta entrevista con La SER, los sirios acabarían quedando abandonados por todos, y que sus aspiraciones políticas y sociales serían negadas dentro y fuera del país. Por eso ha terminado siendo La Revolución Imposible.

¿Qué puede decir un sirio sobre Siria a estas alturas con un mínimo de certeza?
Hay dos o tres cosas que podemos decir con seguridad. Lo primero que el país vive bajo el estado de excepción más antiguo que hay en el mundo. Lo segundo es que es una República que está regida por una dinastía, del padre que reinó por tres décadas, al hijo que lleva 18 años. Es la Siria de los al Assad, así lo dicen ellos mismos y hablan de permanecer en el poder para siempre, ‘ila- al-abid’. Eso significa estar en guerra permanente contra el futuro. Contra el cambio. Eso significa que tienes que aplastar cualquier fuente de cambio, matar las semillas del futuro. Y lo tercero es que la Siria de los al Assad es la historia de masacres, torturas, de matar a su gente. Podemos decir que hemos sido esclavizados por la dinastía de los al Assad.

El último giro ‘geopolítico’ en Siria ha sido el mayor involucramiento de Estados Unidos, con sus bombardeos sobre objetivos del régimen a raíz de la acusación de un nuevo ataque químico en la ciudad de Duma ¿qué significa para los sirios?No va sobre nosotros, sino sobre ellos. Sus líneas rojas y su prestigio. No quieren que se normalice el uso de armas químicas, que se recurra a ellas como a cualquier otro arma. Eso es todo. No tiene nada que ver con proteger nuestras vidas, porque además este tipo de armas han sido usadas varias docenas de veces antes. Lo único que quieren del régimen es algo sencillo: no mate usando armas químicas. Puede matar pero usando otras armas.

Un símbolo de Siria

Yassin al Haj Saleh representa en si mismo la historia reciente de su país. Vive exiliado, perseguido por el régimen de al assad y por Daesh. Esta milicia, que impuso su visión nihilista en Raqqa, la ciudad natal de Saleh, secuestró a su hermano en 2013. La pareja de Saleh, la reconocida activista de Derechos Humanos Samira Khalil, está también en manos de otra milicia salafista en Guta, y nada se sabe de ella, como de otros activistas que buscaron en esa zona refugio frente al régimen. Al Haj Saleh pasó 16 años en cárceles de al Assad padre, por pertenecer a un pequeño partido comunista que no apoyó al régimen. La Revolución Imposible (publicada por Ediciones del Oriente y traducida por Naomí Ramírez) es su primera obra en castellano. Pero es autor de varios libros traducidos al francés y al inglés, y de numerosos artículos que, en inglés, se pueden leer en su web. 

Portada de la edición española de 'La Revolución Imposible' / Ediciones del Oriente y del Mediterráneo

Así que no podemos decir que haya un mayor involucramiento estadounidense; porque los estadounidenses no tienen problema con la protección rusa al régimen. Sólo quieren disciplinarle un poco. Creen que el uso de armas químicas de manera habitual pone en peligro el orden internacional. Y todavía son el gran poder, no pueden permitir que eso pase sin mostrar que ellos están ahí para evitarlo. Y desde luego tampoco les hace muy felices el papel iraní en Siria. Pero en todo caso no tiene nada que ver con nosotros. Es como dar un azote a un niño problemático. Han dañado algunas instalaciones del régimen, hay tres heridos, algún edificio destruido… ¡un tirón de orejas!

Hay más de una docena de países implicados ya explícitamente en Siria participando en acciones bélicas. ¿Quién trabaja en una verdadera solución política a estas alturas?
Otra vez vuelven a hablar del proceso de Ginebra, pero será totalmente infructuoso. Aquellos interesados en la solución política simplemente no existen. Estamos solos. Y se nos ha ido debilitando como sociedad, como oposición en los últimos siete años. Los estadounidenses no están interesados ni en solución política ni en transición.

Al igual que la guerra contra la República en España fue un símbolo de la crisis de la democracia en Europa en los años 30, Siria simboliza una ética internacional destruida ¿qué consecuencias tendrá para nosotros?
Ya está afectando negativamente al mundo. La idea de democracia está en crisis, la idea del respeto a la ley también. El mundo va a pagar por su manera irresponsable de afrontar la causa Siria durante un periodo mayor ya que el de la Segunda Guerra Mundial. No es sólo que todo el mundo esté en Siria a estas alturas, es que los sirios están en casi todo el mundo. Un millón en Europa, tres en Turquía, Líbano y Jordania y miles en otros países como Canadá. Así que Siria es una metáfora global, un símbolo. Puede que incluso más que España en los años 30. Franco era un dictador. Al Assad no es un dictador, es un genocida cuyo régimen se fundamenta en ese genocidio. Franco fue terrible para los españoles ¡pero es que al Assad está siendo terrible para el planeta!

Es poco probable que la mayoría de esos millones de sirios exiliados puedan volver a medio plazo a su país ¿Qué significa esta diáspora?

Esta es sólo una dimensión de la idea de Siria como metáfora global. Se ha borrado la frontera entre patria y exilio. Aquí en España no hay muchos pero los hay, hay miles en Francia, Alemania, así que uno se pregunta si simplemente estamos exiliados. Bueno, estamos construyendo nuestro nuevo hogar y con eso borramos esa frontera. Habrá un momento en que en cierto modo estemos a la vez en el exilio y en el hogar. El mundo será nuestra patria, así que dejaremos de ser exiliados. Hay algo aquí que va a ir más allá del nacionalismo tradicional, como les pasó a los palestinos. Y esto exige también ir más allá de la mera solidaridad, porque no será suficiente para la nueva realidad. Hay que dar el salto para hablar de un pacto, porque somos iguales, así que tenemos que trabajar juntos. La idea de solidaridad lleva a una relación de poderes desigual y tenemos que ir a una fórmula que proporcione igualdad a todos.

Pero habla de un nuevo pacto cuando ni siquiera se ha respetado ese principio de solidaridad. Hay un lenguaje y unas políticas cada vez más agresivos contra los sirios, su lengua, su cultura…
Bueno, en cierto modo ¡tendremos que responder agresivamente a este desafío! Porque la solidaridad no será suficiente para la desigualdad que nos espera. Así que habrá que trabajar en pequeños espacios que permitan construir un movimiento de ‘pacto’ que acabe siendo global.

En La Revolución Imposible define una serie de conceptos muy plásticos, como el de ‘Arabismo absoluto’. Explica cómo trabajando junto al islamismo ha acabado convirtiéndose en un elemento que le dice a los sirios “mirad, sois diferentes a la gente del otro lado del Mediterráneo”, cuando la experiencia histórica de varios milenios es justo la contraria.
Bueno, esa es su función. Aislar a los árabes del resto, pero borrar también las diferencias internas en nuestra sociedades y uniformarnos: tenemos que hablar un lenguaje, tener una sola voz, un solo partido, un líder, una nación… todo va de aplastar al diferente y la pluralidad política. Y construir un muro que nos aisle no sólo de Europa, también de los africanos, de los iraníes (porque ahora es compleja la relación con los iraníes, pero no siempre ha sido así). O los sirios respecto a los turcos, a árabes de kurdos… No es muy distinto a otros nacionalismos, pero entre los 50 y los 60 esa ideología sirvió para hacer que los no árabes entre los árabes se convirtieran en algo invisible: los kurdos, amazigh, armenios, turcomanos, circasianos, africanos en Sudán ¡todos árabes! Y encima sin que eso significara que los árabes tenían un grado superior de derechos respecto al resto. Todo es sobre poder, sobre los regímenes, no sobre los árabes como sociedades.

¿Por qué esa idea tan reaccionaria fue tan exitosa entre la izquierda europea?
Pues por idiotez. Por una atracción al poder, porque veían una aproximación práctica a su ideal de poder y de unidad. Pero en todo caso yo no creo que ahora mismos ese arabismo sea la ideología del régimen. Lo fue con el golpe del Baaz en los sesenta y parte de los setenta. Pero luego simplemente se convirtió en la monarquía de al Assad. La idea sagrada pasó a ser la del Presidente, no la de la nación, no los árabes.

Una república hereditaria y un régimen ultraliberal ¿qué ha permitido que en ciertos círculos se le haya reflejado como un sistema antiimperialista?

Es una aproximación política ridícula, basada en la idea de que esa dinastía de los Assad está contra Estados Unidos, Reino Unido y Francia. Así que se unen al enemigo de su enemigo. Pero es algo construido sobre errores, desconocimientos e ignorancia.

“Gente atormentada no puede ser fiel a una lógica secular basada en la conciencia. Cultura y política son un lujo cuando estás siendo aniquilado”. Esta animalización de la vida de los sirios (que usted denomina ‘estado primigeneo’) explica el recurso a ideologías nihilistas, que para usted es previo al recurso a la religión. La verdad es que lo llamativo no es este análisis, que tampoco es muy revolucionario, sino lo ausente que está de tantos textos sobre Siria. 
Los discursos sobre Oriente Próximo en general y Siria en particular se basan en la aproximación geopolítica o la aproximación culturalista. Esta última se centra en el tema de la religión, con un discurso reduccionista: una sociedad queda reducida a su cultura y la cultura a la religión, y la religión a una única interpretación. En parte el problema viene de que Siria ha sido un país poco estudiado, nosotros mismos no hemos escrito mucho sobre nuestro país por miedo. Ni un sólo libro ha sido escrito por un sirio con una perspectiva crítica del régimen en 30 años. Incluso los sirios en el exilio tenían miedo a las consecuencias. Miraban lo que le pasó a Michel Seurat [un intelectual francés secuestrado en los 80 en Líbano por un grupo relacionado con el servicio secreto y que murió durante ese cautiverio]. Sólo a partir del año 2000 han empezado a aparecer esos libros, incluyendo algunos míos. Pero si no, teníamos a unos cuantos estudiosos franceses o británicos que vivían un tiempo en el país y escribían sobre al Assad y el aparato de seguridad. Como Patrick Seale o Robert Fisk. Gente decente fue eliminada como Seurat. Afortunadamente esto está cambiando ahora y tenemos un buen grupo de sirios escribiendo sobre el país obras muy interesantes.

Usted critica fieramente a los que llama ‘intelectuales blancos’ sirios, activamente implicados en defender al régimen ¿Hasta qué punto ese papel de los intelectuales dificultó el éxito del levantamiento popular en 2011?
Bueno muchos intelectuales si se unieron a la revolución. Yo creo que la mayoría. Pero es verdad que están esos intelectuales ‘orgánicos’ del régimen, los que llamo en el libro los ‘sirios blancos’, que son una clase, ojo, no un grupo sectario. Son una burguesía empoderada y exitosa, pero muy sectaria porque además perderían mucho de un cambio en el país.

Hablando de sectarismo, usted lo interpreta como un sistema que no tiene nada que ver con religión ni con la cultura propia de los países árabes sino como algo que utilizado por el poder, florece en cualquier sitio.

Es una de las caras de la política de las identidades. Se basa en generar división entre la población, y crear crisis de confianza entre la sociedad, para que nadie confíe en nadie: los kurdos en los árabes, cristianos respecto a musulmanes, sunnies respecto a chiíes. Así que en vez de poder unirnos frente al poder, nos dividimos y nos ponemos unos contra otros. Por eso el sectarismo es simplemente una estrategia de control político. Es una estrategia de élites, que también se ha utilizado entre la oposición para movilizar a ciertos grupos frente al régimen. Pero es contraproducente, porque sólo ayuda a dividir más a la gente y hace las cosas más fáciles para el régimen y más difíciles para el resto.

A principios de 2015 escribió que Siria se había convertido en un ‘neosultanato’ en que más que una autoridad central estatal hay grupos que juran lo que en la historia europea se llama vasallaje. Tres años después ¿sigue siendo su análisis para el medio y largo plazo en Siria? 
Si. Se basa en la eternidad, esa idea de seguir en el poder para siempre. Así que cuando muera al Assad, y mejor eso hoy que mañana, le sucederá su hermano o su hijo. Así que es un régimen hereditario, basado en la bai’a, el juramento de fidelidad: te juro lealtad a ti. Lo nuevo en este sultanato es la idea de aniquilación. El sultanato se basaba en lidiar con la sociedad en función de las comunidades religiosas, dejándoles independencia interna para los asuntos intracomunitarios. Eso ahora es igual, se lidia con la sociedad siria en función de esas comunidades: drusos, cristianos, suníes. Pero aparece esta industria de la matanza del adversario. Hemos tenido muchos gobernantes despóticos en nuestra historia -de hecho la mayoría lo han sido-, pero por lo general asesinaban al oponente político y eso supone quizás unas docenas de muertes. Pero ahora se hace a escala industrial y sistemática.

En su obra reconoce que hubo un momento -no se si cree que todavía lo hay- en que la negociación era posible entre esas ‘dos sirias’ que usted cree que comparten una idea nacional del país.

Digamos que en el régimen hay dos grupos. Los asadistas cerriles, completamente leales; y luego aquellos que realmente prefieren al régimen por conveniencia o pragmatismo, pero no se sacrificarían por él. Y en el lado de la revolución igual: tienes los salafistas radicales, que son una minoría muy visible porque es ‘sexy’ para los medios, y luego un conjunto que quiere vivir dignamente en su país. Excluyendo a los assadistas acérrimos y a los salafistas la negociación es posible entre esas otras dos Sirias, que creen en un espacio común para unirse.

¿Y cómo es su relación con esa otra Siria con la que usted cree que el entendimiento es posible?
No puedo decir que tenga una amplia red de amigos en ese sector, pero si tengo algunos amigos dentro, en Damasco, en Latakia; mantenemos una cierta relación y en determinados momentos hablamos. Yo creo que la mayoría de los sirios estamos en esa misma situación. Hay gente que está callada, pero que prefiere una reconciliación y tiene una visión más moderada del futuro del país.

¿Esa es su esperanza?¿Esa mayoría silenciosa?
Si. Aunque no diría que es una mayoría silenciosa, porque la mayoría de los sirios se expresó claramente. Pero hay muy buena gente que se ha mantenido callada. No les culpo, porque tenemos un régimen terrible. Y creo que la mayoría de los sirios quiere ese acuerdo para un futuro común.

 
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