El atentado de Hipercor será recordado como el más sangriento de la banda terrorista ETA. Fue perpetrado el 19 de junio de 1987 y acabó con la vida de 21 personas, entre ellas cuatro niños y causó heridas a otras 45. Rosa María Cabré se enteró por la televisión de que su madre había fallecido. La bola de fuego de la explosión había provocado a su madre quemaduras en el 80% de su cuerpo. “Tanto yo como mis hermanos hemos vivido un dolor inmenso, como una losa encima, vivimos el día a día, salimos, lloramos, pero siempre que nos reunimos sale la ausencia de mi madre”, explica. El 23 de octubre de 1989, la Audiencia Nacional impuso una pena de 794 años de cárcel para cada uno de los dos etarras autores de la matanza, Domingo Troitiño y Josefa Ernaga. Tiene claro Rosa María que si le hubiesen dicho que dejaban libres a los asesinos de su madre cambio de que no mataran más, habría dicho que sí “para que no sufriera nadie lo que hemos sufrido nosotros” y porque ni la venganza ni el odio me devuelven a mi madre”. “No voy a poner un sentimiento negativo encima del sentimiento doloroso por mi madre”, afirma. Enrique Vicente y Nuria Manzanares perdieron a su hijos de 12 y 9 años, Silvia y Jordi. Habían ido con su tía Mercè, la hermana de Nuria, a comprar un biquini para la niña que se iba de viaje de fin de curso. “Murieron en el parking cuando estaban a punto de salir. Nos acordamos de ellos cada día, nos destrozaron la vida”, explica Nuria. Después de los atentados nació su tercer hijo, Enric, que tiene ahora 30 años. “Nos ha devuelto las ganas vivir, pero la pena la llevamos siempre encima y nos preguntamos por qué nos tuvo que pasar a nosotros”. A Enric no le contaron nada. “Un día nos vio por televisión y le impactó. Luego le explicamos todo”, dice Enrique. Ambos confiesan que no hablaban de la tragedia y se escondían para llorar en soledad. Nuria y Enrique lamentan que el perdón de ETA no sea para todas las víctimas. “Que no maten para que nadie pase por lo que hemos pasado nosotros, pero ya no nos sirve de mucho, ellos sabían que iban a asesinar”, dice Enrique. “Ni olvido ni perdono”, apuntilla Nuria. Han denunciado la falta apoyo del Estado. “Nos han dejado abandonados, solo se ocupan de algunas víctimas”. Tuvieron que dejar su trabajo y “no recibimos ayudas”. “Aún estoy esperando una llamada, de Zoido o de quién sea”, confiesa Nuria. Robert Manrique trabajaba como carnicero en el centro comercial. Estaba haciendo un cambio de turno que le había pedido un compañero justo el día anterior. “¿Quién se iba a imaginar que ETA iba a realizar la masacre? Luego tienes que ayudar a otras víctimas, explica Robert, que sufrió heridas de gravedad. “El comunicado de ETA lo he recibido con alegría, pero hay una frase que no me gusta: cuando los terroristas diferencia entre víctimas. No puede ser. El dolor es el mismo. Me repugna la diferenciación”. Manrique fue presidente de la Associació Catalana de Víctimes d’Organitzacions Terroristes. Pascual Grasa: «No puedo perdonar. Fueron crueles y sanguinarios» El atentado contra la casa cuartel de Zaragoza fue seis meses más tarde que el Hipercor, el 11 de diciembre de 1987. Murieron 11 personas, cinco de ellas niños, y hubo 88 heridos. Pascual Grasa tenía 32 años y acababa de hacer el relevo de las seis de la mañana. «Resulté herido y ya desperté en la cama de un hospital. Los primeros días estaba en un estado de desorientación. Era una persona abatida. No tuvieron compasión los terroristas. Actuaron con toda la precisión y toda la maldad posible». Pascual se pregunta «¿dónde está De Juana Chaos? ¿dónde está Josu Ternera? ¿Quién pide perdón? No estoy obligado a perdonar ni tengo necesidad porque nadie me lo ha pedido. Puedo perdonar una acción insignificantes, pero en este caso no puedo perdonar. Fueron crueles y sanguinarios. Si pide perdón, es un perdón interesado para obtener un beneficio del tipo que sea», explica. Abel Uceda perdió a su padre Cesar Uceda Vera en 1982. Era el director de la banda de música del Gobierno Militar de Bilbao. ETA lo asesinó con 48 años cuando se disponía a arrancar el coche que le tenía que haber llevado al cuartel. «Me enteré sobre las siete y cuarto de la mañana, por la Cadena SER. Sentí incredulidad, como si no te hubiera pasado a ti. Luego, tuve fe de que fuera a vivir porque no murió en el acto. Murió un mes después y luego se te cae todo encima», recuerda con dolor. Josu Puelles es agente de la Ertzaintza y hermano del inspector de la Policía Nacional, Eduardo Puelles, asesinado por ETA en 2009. «La disolución de ETA llega tarde, mal y nunca. Forma parte de la propaganda terrorista y quieren exprimirlo hasta las últimas consecuencia. Ya vimos el comunicado con la impostura de perdón que fue obscena e inmoral». ETA asesinó al padre de Charo Cadarso, Luis Cadarso San Juan, en 1981. Era teniente coronel de la Guardia Civil. «Yo estaba en el colegio -era profesora- y mi padre acababa de subirme a mi hija de dos años. Cuando bajó a comprar el periódico lo acribillaron por la espalda». Marta Buesa tenía 27 años cuando ETA mató a su padre, el socialista Fernando Buesa en Vitoria en el año 2000. «Era una tristeza que me superaba, que me desbordaba, como si de repente te cortan las dos piernas y te quedas en shock, sin saber que hacer, como perdida», recuerda. «Mi padre era un hombre bueno que amaba lo que hacía y en mí veo muchas cosas que tenía él y a pesar de esa pena, he sido capaz de no quedarme en la pérdida, de seguir adelante, de contribuir a hacer algo bueno como educar a mis hijos sin odio». «Era mi guía, mi referente», confiesa Marta, convencida de que el legado de su padre tenía que continuar. «Su compromiso con los ciudadanos, con la libertad, la paz y con el valor de la palabra. Contamos con la ayuda de muchos que lo conocieron». Cuando ETA anunció que dejaba las armas fue «el punto de inflexión y lo importante», afirma Marta, el resto «no son más que actos de propaganda muy característico de ETA». Al leer el comunicado del perdón de la banda terrorista sintió «el hartazgo de ver el mismo lenguaje tramposo, con una manipulación perversa de las palabras y ese cinismo tan propio de ETA». Sostiene Marta Buesa que el fin de la banda terrorista no se debió a una «reflexión o decisión libre de ETA sino porque no tenía otra opción al estar acorralada por el Estado de Derecho y por el rechazo de la sociedad vasca al terrorismo». Antonio Salvá es padre de Diego Salvá, uno de los guardias civiles asesinados por ETA en el atentado de Palmanova en 2009. Murió junto a su compañero Carlos Sáenz de Tejada García. La explosión que los mató fue por una bomba lapa que iba adosada a su todoterreno en Calvià (Mallorca). «Recuerdo el atentado como si hubiese sido hace dos minutos. Fue un jueves y vi a mi hijo por última vez en el pasillo de mi casa», rememora. Antonio relata cómo fueron las horas posteriores al atentado. «La juez me dijo que tenía derecho a ver el cadáver de mi hijo, pero que no me lo recomendaba y no lo quise ver», explica el padre de Diego que cataloga de «paso en falso y cierre trampa» el final de ETA porque hay más de 300 casos sin resolver y «distinguen hasta tres tipos de víctimas». Francisco de la Torre es alcalde del PP de Málaga y cuñado de Luis Portero, fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía asesinado por ETA en el portal de su casa en Granada en 2000. «ETA ha sido derrotada por la sociedad española, por la fortaleza del Estado democrático español y eso es lo que nos tiene que llenar de orgullo y satisfacción a todos», explica. «ETA es y ha sido asesinatos, dolor y lágrimas», concluye De la Torre. Luis Portero, hijo del fiscal asesinado, califica de «execrable y vomitivo» el comunicado de ETA que solo pide perdón a una parte de las víctimas. Quiere Portero que la banda terrorista coopere con las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado para esclarecer «los más de 379 casos que hay sin aclarar y cuya autoría se desconoce, que han sido cerrados y que podrían volver a abrirse si hubiera nuevas pruebas». Portero hace hincapié en la importancia de que la «verdad y el respeto a la memoria, a la dignidad y justicia de las víctimas» acompañen el relato de lo que ha ocurrido en los últimos 50 años en España. «Se debe contar que nunca hubo un conflicto con dos bandos enfrentados, sino que hubo un bando que empuñó las pistolas y otro bando, inocente, que lo único que hizo fue poner las nucas». «Te tratan como si tu hermano hubiese muerto de cáncer o en un accidente de circulación», dice Consuelo Ordóñez, hermana de Gregorio Ordóñez, asesinado por ETA en San Sebastián en el año 1995. Para ella, el dolor no lo causa el comunicado de la banda terrorista, sino que no se haya aplicado el estado de derecho. «Lo más doloroso no es lo diga ETA, ya que no espero nada de ETA. Lo más doloroso es saber que este gobierno se ha arrodillado ante ETA y como una de las exigencias de ETA es un final sin vencedores ni vencidos, pues no se ha aplicado el estado de derecho. Eso es lo que falta». La eurodiputada Teresa Jiménez Becerril perdió a su hermano y a la mujer de este en el atentado de 1998 en Sevilla. Para ella, ETA pretende blanquear su pasado. No cree que la banda terrorista quiera pedir perdón. Al menos, no a todos. «ETA no me engaña con este show que busca poner el contador a cero y no va a engañar a la mayoría de los españoles. A estos asesinos no les debemos nada, son ellos los que nos deben todo y es imposible pagar sus deudas por muchos comunicados trampa que hagan. ¿O acaso no era ofensivo el perdón selectivo con el que pretendían blanquearse a nuestra costa? Ni mi hermano ni su mujer entraban en ese perdón», dice Becerril. «No espero nada de ETA, ni de sus vídeos ni de su propaganda, pero si espero que la sociedad española siga defendiendo la libertad y la unidad de España por la que murieron mi hermano y su mujer. ETA está derrotada. Lo único que quiero de los terroristas es que aclaren los crímenes sin resolver, se arrepientan, pidan perdón a todas las víctimas sin distinciones y que cumplan íntegramente sus condenas. Me da igual si ETA se disuelve, lo que no se va disolver es mi memoria ni mi dignidad», sentencia. La hija de concejal del PP asesinado por ETA en Renteria, Naiara Zamarreño, cuenta en los micrófonos de «Hora 25» cómo afrontó la muerte de su padre. No se fue de Euskadi mientras toda su familia lo hizo. Hoy sus hijos le han preguntado qué era ETA. Ella les ha dicho que eran unas terroristas. «Eso es que eran terroríficos», le han respondido. Cuando tengan más años, les contará cómo murió su abuelo. El profesor Manuel Broseta fue asesinado por ETA en 1992. Hemos hablado con sus hijos Pablo Broseta, al frente de la Asociación de Amigos de la Fundación profesor Manuel Broseta, y Bruno Broseta, economista. Pilar Ballarín perdió a su hermano en el atentado de Zaragoza de 1987, pero ella no espera un perdón de la banda terrorista. «Son asesinos, un asesino no espera 40 o 50 años para arrepentirse. Lo han hecho con todas las de la ley y es imposible que pidan perdon sinceramente», dice en Radio Zaragoza. Conchita Martín es la viuda del teniente coronel Pedro Blanco, que murió el 21 de enero del año 2000. Fue la primera tregua después de la tregua del 1998. «Desde el momento en que se rompe la tregua, todo el país esperaba un atentado», dice Conchita, que reconoce que en momento de la explosión no pensó en ningún momento que unas de las víctimas podía ser su marido. «Yo creo que el no querer ser la víctima de ese día hace que pienses más en los demás que en ti mismo», apunta. «Enseguida empiezan a llamar. Cuando ves al SAMUR primero, detrás al general Muñoz, nuestro vecino, y después el jefe supremo de mi marido, ya te cercioras que te ha tocado», sentencia. Información elaborada por: Rosalía Santaolalla, Santiago Botella, Diego Sacristán, Peter Tchernokojev, Anna Punsí y Xavi Sánchez.