Decenas de pueblos alrededor de Mosul esperan una reconstrucción que les devuelva los servicios más básicos
Al Qayara es un pequeño pueblo de casas bajas y huertos a 20 kilómetros de Mosul. Hasta hace unos días, sus vecinos no tenían agua potable para beber.
“La plata potabilizadora quedó inutilizada cuando la zona la controlaba Daesh”, nos dice Mohamed, ingeniero responsable de la nueva potabilizadora
Mosul
El agua se cogía del rio Tigris, que baña esta vega, y tal cual llegaba a las casas. Por eso ahora Galib, de 38 años, describe la satisfacción de abrir el grifo y que salga agua limpia. Eso supone evitar infecciones y diarreas, especialmente entre los niños. Pero también un alivio económico para las familias, dice Mohamed, "porque al final para beber tenía que acabar comprando agua en cisternas, que es mucho más cara". Y las familias de esta zona no andan sobradas de recursos, ni de servicios. Un vecino nos cuenta que la escuela quedó muy dañada por los combates, el consultorio médico funciona a medias y, sobretodo, falta trabajo. Faltan vías de ingresos para estas familias, que se siente olvidadas por las autoridades.
Ese resentimiento, anterior a este conflicto, hace que se haya hablado de que en algunos de estos pueblos se recibiera a Daesh casi como un alivio frente al gobierno central. Si eso fue alguna vez así, desde luego no es ya el caso. "En el tiempo que vivimos bajo Daesh casi no teníamos servicios", dice Galib, que añade a la lista de agravios la falta de luz, de medicinas y al final incluso de comida, por estar aislados del resto del país.
Pero eso no quiere decir que las tensiones hayan desaparecido. Aunque Daesh ha sido erradicado de la mayor parte de Irak, es en pequeñas poblaciones remotas –desde luego mucho más que Qayara– donde sigue habiendo enfrentamientos esporádicos. Para llegar a este pueblo hemos pasado por una docena de controles, a veces sólo del ejército, otras de las milicias sectarias venidas desde el Sur del país. "Claro que la gente les tiene miedo", nos confiesa un chico que prefiere no dar su nombre. No así a los militares, de quienes la mayor parte de la gente tiene ahora una opinión positiva en esta zona.
Hasta ahora estas milicias han tenido un perfil bajo en Mosul. Pero se han implicado a fondo con sus brazos políticos en las elecciones legislativas, y pueden ser una fuerza decisiva no sólo para formar mayorías parlamentarias, sino sobretodo para fijar la agenda del gobierno.
Volviendo a Mosul desde Qayara pasamos junto al campo de refugiados (técnicamente desplazados internos) de Hamman al Alil. En ese pueblo Daesh perpetró una masacre en los últimos días en que controló la zona. Sólo en la provincia de Ninive (capital Mosul) quedan más de 600.000 desplazados. Responder a cuando estos desplazados –en su mayoría de los barrios pobres de Mosul destruidos en la ofensiva militar– podrá volver. Pero solucionar ese problema y el de las milicias armadas al calor de la ofensiva contra Daesh son dos preguntas clave de cuya solución depende el éxito del próximo gobierno que salga de las urnas.