Los iraquíes votan descreídos pero con necesidad de confiar en el cambio
En unas elecciones desarrolladas en circunstancias muy difíciles, los iraquíes eligen hoy a su parlamento
Iraq vota por primera vez tras derrotar al Estado Islámico
Bagdad
En unas elecciones desarrolladas en circunstancias muy difíciles, los iraquíes eligen hoy a su parlamento, confiando en que el país entre en una nueva etapa capaz de superar los traumas de quince años de violencia. La desmovilización electoral y la fragmentación del voto hacen difícil pensar en que este sábado, en que por primera vez se ha prometido conocer los resultados poco después del cierre de las urnas gracias al sistema de voto electrónico, se pueda tener una idea de cómo será el próximo gobierno.
El primer ministro Haidar Al Abadi goza de gran popularidad –aunque ha ido bajando en los últimos meses- pero su lista ‘al Nasser’ (La Victoria) difícilmente obtendrá más del 15% del voto según las encuestas. Comparado con las primeras elecciones tras la ocupación estadounidense y la caída de Saddam, en que hubo tres grandes listas electorales, el panorama está mucho más fragmentado. El partido Dawa, al que pertenecen tanto Haidar como su antecesor Nuri al Maliki, concurre en listas distintas por el enfrentamiento entre estos dos líderes.
El periodista y analista Fadil al Badrani cree que el éxito del primer ministro se debe no sólo a la victoria militar sobre Daesh, sino a que “ha tenido un mayor sentido de Justicia, de defensa de los intereses del país, que ha permitido recuperar gran parte de lo dañado en el periodo anterior por Maliki”. Badrani lo resume en la simple idea de que Al Abadi le gusta a casi todo el mundo, excepto a Maliki y los iraníes.
La influencia iraní, pero sobretodo los grupos a través de los que ejerce esa influencia, son una preocupación para mucha gente en Irak, que de hecho eliminada la amenaza de Daesh a la propia existencia del Estado, lo considera ahora el gran problema. “Irak vive una etapa de democracia, pero de democracia débil”, dice el editor Sattar Ali Mahsen, especializado en novela social y obras de carácter político. Considera que el primer ministro está atado por los intereses de gran parte de su gabinete ministerial, algunos de cuyos miembros responden más a la agenda iraní que a la de los propios iraquíes.
La ‘sectarianización’ (como construcción política de la ‘supuesta división social’) es una obsesión para los bagdadíes, que saben de las consecuencias que tuvo para una ciudad diversa y mezclada la violencia envuelta de religión en la década pasada. “El país ha cambiado ya esa tendencia y en esta campaña quienes han intentado usar la carta sectaria no han gozado del respeto del electorado”, dice al Badrani. Pero advierte de que no se puede esperar que Irak pase de un día para otro a un sistema de democracia avanzada. “Ahora hemos pasado de ese sectarismo a una especie de concepción tribal de la política; no le voy a decir que me guste, pero ha supuesto un pequeño avance, porque hace que el elector no se mueva tanto por identidades como por intereses, y eso permite evolucionar hacia esa idea de Estado Civil [que los iraquíes utilizan como idea contraria a la de Estado religioso y sectario]”.
Dicho de otra manera, las elecciones de este sábado son un pequeño paso que puede consolidarse en 2022, si la economía ayuda y las dinámicas regionales lo permiten. “Las potencias regionales han entendido que no podían propiciar que Irak siguiera sufriendo el mismo nivel de violencia y han entendido que era necesario cambiar”, dice Badrani. El profesor de Derecho Internacional en la Universidad de Mosul lo resume en un “espero que las potencias regionales, tan activas en Irak, piensen humanamente en el pueblo iraquí, que lleva sufriendo más de 15 años”.
Esta sociedad ha sufrido grados de violencia enormes desde la invasión estadounidense. Y la seguridad –frente a atentados, frente a milicias que campan a sus anchas- es una de las tres grandes preocupaciones para esta sociedad, según todas las encuestas hechas en los últimos meses. Pero si en esto ha habido cierto éxito, en las otras dos es más discutible: la provisión de servicios públicos tan básicos como electricidad y agua potable, y la lucha contra la corrupción.
Ni siquiera en Baghdad la red puede proporcionar electricidad las 24 horas del día, y los generadores siguen siendo algo omnipresente, con su eterno runrún de fondo. “En verano, si podemos, nos vamos a Turquía, porque es invivible el calor sin tener electricidad”, nos dice una mujer del barrio de Al Mansur, una zona de clase media. En las zonas más pobres, en que la gente no se puede permitir ni irse ni pagar un generador, se convierte en una grave problema.
Pero hay un elemento más, que es el de los problemas de los jóvenes. La edad media del país (35 millones de habitantes) es de 19 años. Y el paro juvenil es más alto que el paro general, especialmente entre los graduados universitarios. “Somos un país de petróleo –dice Montader, un dependiente de 24 años que trabaja en una tienda de al Karrada-, pero luego no hay oportunidades para los jóvenes”. Mohamed, un oftalmólogo de 30 años, se queja de que la política se ha reducido a una batalla dentro del poder. “No nos afecta, no afecta a nuestras vidas, así que para qué perder el tiempo en esto. Queremos que el país mejore, pero no tenemos ningún poder para hacerlo”. Él no va a votar.
Hay una campaña llamando al boicot, dirigida sobretodo a las zonas del país que no apoyan a los partidos en el gobierno, pero que en Bagdad ha tenido cierto eco entre los jóvenes. Baraa hadi, una ingeniera de materiales de 28 años, cree que “los jóvenes en general realizan muchas actividades. Los que trabajan con ongs y ayudan a los desplazados por ejemplo. Los jóvenes iraquíes están haciendo más para mejorar el país que el propio Gobierno”.
Irak está entre los países peor situados en los listados de transparencia y lucha contra la corrupción. Y aunque al Abadi prometió combatirla, un chico que prefiere no darnos su nombre dice que es difícil pensar que quien ha formado parte de un sistema corrupto vaya ahora a cambiarlo. Pero hay mucha necesidad de creer en que del resultado de este sábado pueda salir el cambio en que los iraquíes tanto creen.