Móstoles prepara el primer "hamacódromo" del país para reivindicar el derecho a la pereza

Madrid

Hilos, algo de tiempo y ganas de trabajar de forma colectiva. Así explica Xisela García, coordinadora de la actividad, los elementos con los que cuentan los más de ciento cincuenta vecinos que desde hace semanas se reúnen semanalmente para preparar de forma artesanal las cuarenta hamacas que compondrán el Hamacódromo de Móstoles, un espacio pionero en España para el descanso de los vecinos.

El proyecto está impulsado por el Centro de Arte Dos de Mayo (CA2M) y el Instituto de Transición Rompe el Círculo y el colectivo Tejiendo Móstoles. Una de las componentes de este último grupo, Toñi Álvarez, que se reúne cada miércoles con sus amigas para tejer desde hace tres años, considera esta acción como una liberación en un mundo con prisas. "Ponernos a tejer sin móviles y sin ningún dispositivo es un momento de libertad difícil en un mundo con tantas prisas. Especialmente para los que vivimos en las ciudades", explica.

El hamacódromo se inaugurará el 26 de mayo en el Parque Finca Liana y, como sostiene Xisela García, "el hacer un proyecto colectivo como este supone un acto político, una forma de revelarte contra la productividad. Nosotras estamos trabajando juntas cada semana para tejer unas hamacas cuya única finalidad es el descanso". Porque el objetivo,  "es reivindicar el derecho a la pereza", pero matiza, "no porque los mostoleños seamos unos perezosos, sino porque creemos que en las sociedades donde vivimos tenemos unas cargas de trabajo y estrés que nos impide descansar y desconectar". 

Pero este hamacódromo tiene de novedad lo colectivo del proyecto y lo público del espacio. Porque lugares privados para dormir la siesta por horas ya existen en Tokio, París e incluso en Buenos Aires. Porque la pereza, o el descanso, o el derecho a no hacer nada, fue una reivindicación de la que ya habló en 1883 Paul Lafargue, autor del Derecho a la pereza que se preguntaba por lo absurdo del trabajo. Y que por cierto veía en los españoles como la excepción europea en su disposición hacia lo productivo. Pero no como una crítica, sino como un halago. Y es que comparaba al español con el griego clásico, cuya naturaleza, decía, no tiene más que desprecio por el trabajo. Un debate que nada tiene que ver con algo tan sencillo como el derecho a dormir la siesta.