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Manon Lescaut y el loco París aristocrático que hechizó a Puccini

La novela en la que se basó el compositor italiano para su primer éxito operístico refleja los conflictos morales de la vibrante sociedad de la Francia de Luis XIV

La fuente de Apolo en Versalles / Getty

Madrid

“El París de la época de Manon Lescaut es inimaginable, puro disparate”. Quien así nos habla es el traductor Mauro Armiño, que sabe bien de lo que habla porque -entre otras muchas obras- ha vertido al español la novela del abate Prévost que inspiró las óperas Manon, de Massenet, y la que aquí nos ocupa, Manon Lescaut, de Puccini. “Es la época del último periodo de Luis XIV y del principio de Felipe de Orleans, el Regente. Luis XIV había elegido muy bien a sus generales, que andaban quitándole mucho territorio a los españoles; pero para tenerlos él mismo bajo control, había creado esa corte aristocrática de las pelucas, las faldas, los bailes, el teatro de Molière, el esplendor… pero resulta que después, el propio Luis XIV y su amante (y luego esposa) Madame de Maintenon someten a toda esa sociedad a la religión: empezó una época sombría, en la que nadie podía ni moverse… pero las relaciones sexuales y amorosas de la aristocracia seguían siendo las mismas, como lo explicitan muchas obras de ese periodo”, explica.

Los atormentados amores entre la joven Manon Lescaut y el caballero Des Grieux han atraído a los compositores y artistas de todas las épocas precisamente por ese contraste de moralidades en una época de majestad y poderío francés, la era del Rey Sol: “la trama, trágica, juega con la oposición entre la libertad absoluta de la joven que sólo atiende a la sexualidad y al dinero y el enamoramiento del noble, capaz de hacer cualquier cosa por amor. El choque entre los valores ideales de la aristocracia con la pureza corrupta de Manon, sumado al sistema de corrección de malas costumbres de la época, hacen que esta historia resulte tan apasionante para la época [de Puccini, finales del XIX], bajo el influjo todavía del Romanticismo”, dice Armiño.

Aquel París del Antiguo Régimen ha quedado enterrado en buena medida por los siglos que se apilan sobre él y por el empeño en destruirlo que puso la Revolución Francesa, pero aquellos interesados en esa fascinante intersección entre el libertinaje y la represión, entre la decadencia y el poder absoluto, pueden distinguir todavía su silueta gracias a nuestra…

Guía para el París inimaginable de Luis XIV

El Palacio de Versalles

El palacio de Versalles / Getty

Construido por el Rey Sol para alejarse del bullicio y de los problemas, el centro del poder del absolutismo francés se convirtió en la referencia de edificación majestuosa para toda la realeza europea posterior. Está a unos 40 kilómetros de París, así que hay que ir con tiempo (sobre todo si se va por carretera, teniendo en cuenta el tráfico que ahoga la capital francesa). Es también muy recomendable sacar las entradas por internet, para evitar las colas kilométricas que se forman a la entrada.

Galería de los Espejos de Versalles / Getty

Los grandes hitos de la visita son la espectacular Galería de los Espejos, deslumbrante con sus candelabros y dorados; la Sala de las Batallas, cubierta con grandes lienzos que evocan las grandes victorias francesas desde Clovis hasta Napoleón; sus inmensos jardines, en los que se puede gozar de espectáculos musicales y acuáticos gracias a la coordinación de los chorros de agua de sus numerosas fuentes con un hilo musical que emite piezas barrocas, y los dos palacios vecinos (a diez minutos andando), el Gran y el Pequeño Trianon, construidos para escapar del bullicio del palacio que fue edificado a su vez para huir del bullicio mundano.

La iglesia de San Sulpicio

Vista aérea de la Iglesia de San Sulpicio / Getty

Una de las iglesias más grandes de la ciudad, tras la catedral de Notre Dame, y notable entre otras cosas por su meridiana solar, un instrumento astronómico que permite saber la hora del día mediante la proyección de su sombra, es además uno de los escenarios en los que se desarrolla la novela de Manon Lescaut. Aunque Puccini no recoge el episodio en su ópera (Massenet sí que lo hace en la suya), el abate Prévost ambientó entre los muros del seminario que existió en su época en la iglesia uno de los episodios más emocionantes de su historia: el reencuentro entre Manon y Des Grieux después de que éste decidiese renunciar al amor y volverse hacia la religión. Desde entonces y hasta ahora la iglesia ha pasado por muchas vicisitudes históricas (fue Templo de la Razón durante la Revolución, almacén de grano en el Directorio, soporte para una línea de telégrafo (gracias a sus torres) y acogió la boda de Victor Hugo. También está enterrada allí Luisa Isabel de Orleans, consorte del rey más breve de España: Luis I.

La Plaza de la Bastilla

La Columna de Julio y la Ópera de la Bastilla / Getty

Si hay un icono del Antiguo Régimen ése es la fortaleza de La Bastilla, convertida cuando cesó su interés militar en prisión primero para la aristocracia y, más adelante, para presos políticos y todo tipo de reclusos. Su asalto fue uno de los hitos de la Revolución Francesa, y su destrucción inmediata un símbolo de la voluntad de los revolucionarios de liquidar el pasado monárquico. Desde entonces, la plaza situada en el lugar que ocupó el bastión siempre ha sido un lugar de referencia para expresar pasiones políticas; en 1840 se levantó el monumento que ahora ocupa su centro, la Columna de Julio, para conmemorar la Revolución de 1830. En 1989, en el 200 aniversario de la toma de la prisión, se inauguró allí la Ópera de la Bastilla, el que es desde entonces principal teatro de ópera de la ciudad; es especialmente notable por su diseño curvo y acristalado, muy distinto a la mayoría de los teatros de ópera del mundo, y por su gran capacidad, 2.700 espectadores.

Palais Garnier

El Palais Garnier / Getty

Para una experiencia operística más tradicional, se puede acudir a la otra sede que tiene la Ópera Nacional de París en la capital francesa: el Palacio de la Ópera, llamado Palais Garnier en honor de su arquitecto. Es un edificio muy posterior a los eventos narrados en Manon Lescaut, pero es heredero de una institución fundada por Luis XIV que formó parte de ese esplendor de la Francia del Rey Sol: la Académie Royale de Musique, decisiva para el desarrollo de la ópera barroca francesa, cuyo principal exponente es Lully. La fusión de estilos arquitectónicos del Palais Garnier y la abundancia de mármoles y dorados en su decoración le dan un aire recargado y solemne, majestuoso; para saber más sobre su construcción, es imprescindible visitar el apartado que le dedica el Musée d’Orsay, por lo demás consagrado a los maestros del impresionismo y post impresionismo.

 
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