Hablarse en simbólico
El procés, que se expandió y creció a través de los símbolos, explora ahora si puede desinflamarse con ellos
Madrid
Para que el procés creciera y prendiera, hicieron falta los símbolos. Símbolos sin parar y en cualquier parte: banderas, manifestaciones bajo el arco del triunfo, saludos con los cuatro dedos como las cuatro barras, diadas televisadas. El procés se quedó un color, el amarillo, y lo repartió en lazos. Había símbolos, como esteladas, en las calles y en lo más minúsculo, si Artur Mas donó su estilográfica al Museu d’Història de Catalunya.
Como podía ocurrir que las palabras lo dejaran todo como estaba tras la primera reunión de Pedro Sánchez y Quim Torra, empezaron a lanzarse los mensajes con metáforas, como si lo mismo que se inflamó con símbolos pudiera también desinflamarse con ellos. Y entonces, Sánchez y Torra se hicieron grabar en la fuente de Guiomar y Antonio Machado, que escribió de la España de la rabia y de la idea. Entonces la ratafía, los saludos, los tuits en catalán y los gestos de distensión.
Antes de que se produjera la cita en la Moncloa, Albert Rivera ya había dicho que le parecía una humillación. Mientras comparecía Quim Torra, Albert Rivera clamaba contra el apaciguamiento. Para que nadie hiciera la metáfora, se la hizo él mismo: el apaciguamiento ya lo intentó Chamberlein y fracasó. Chamberlein no funcionó; Churchill, sí. Chamberlein fue el primer ministro que cedió ante Hitler. Churchill quien le combatió. Rivera, a quien comparan con Macron, se mira en Churchill. Eso no lo dijo Rivera, porque los símbolos no hace falta explicarlos. Los símbolos se usan. Si se usarán, que pueden hablarse sólo con ellos.