Sociedad
MATRIMONIOS FORZADOS

La violencia machista que no se cuenta

Sólo Cataluña contabiliza y considera a los matrimonios forzados como una forma de violencia de género

Cada 23 días los Mossos intervienen y, a veces, evitan uno de estos matrimonios

En la mayoría de estos casos las víctimas suelen ser menores de edad

La violencia machista que no se cuenta / GETTY IMAGES

  • Escucha el reportaje de Sonia Ballesteros:

Matrimonios forzados

06:53

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 Cataluña es la única comunidad autónoma en la que existe un protocolo de actuación contra estos delitos. Y sólo allí el matrimonio forzado está considerado, a todos los efectos, como una forma de violencia de género. En el resto de España esta es una realidad que se ignora. No hay datos. Ni la Fiscalía, ni el Consejo General del Poder Judicial, ni la policía disponen de ellos.

Sin protocolo y sin cifras difícilmente se puede abordar este tipo de violencia que, sí, hemos importado, pero que afecta a mujeres y niñas nacidas, en la mayoría de los casos, en territorio español. Según la policía catalana, en el 57% de los casos documentados en esta comunidad autónoma las víctimas eran menores de edad, la mayoría adolescentes de entre 14 y 16 años, aunque las ha habido más pequeñas. Desde que los Mossos empezaron a trabajar contra estos matrimonios ha pasado casi una década y han intervenido en 155 casos. Con una media de 15 casos anuales, uno cada 23 días.

En el caso de Mar no hubo intervención policial y es que su historia es anterior a la puesta en marcha del protocolo contra este tipo de violencia de género. Mar nació en el verano de 1991 en Barcelona cuando sus padres, procedentes del Magreb, llevaban poco tiempo en la ciudad. Su infancia, nos cuenta, fue como la de cualquier niña. "Yo no notaba ninguna diferencia, sólo algún detalle sin importancia como que los bocadillos de mi merienda no podían ser de cerdo". Con la adolescencia las cosas empezaron a cambiar, no podía maquillarse ni ponerse la ropa que le gustaba, ni ir con chicos. Ella pedía explicaciones y como las respuestas que le daban sus padres no le parecían suficiente se rebelaba y empezaron las discusiones, los gritos y hasta los golpes. Cuando tenía 15 años, en verano, sus padres la convencieron para viajar a Marruecos y conocer al hombre con el que se tendría que casar.

"Todo fue muy sutil", cuenta Mar. "Me decían que iba a ser algo bueno para mí, que tendría una familia y estaría protegida. Para no seguir pasándolo mal, para no hacerles sufrir, llegué a pensar que tal vez tenían razón y cedí". Conoció al novio y todo iba bien hasta que un día se quedaron a solas y él intentó forzarla. No se lo contó a nadie para evitar que la dejaran en Marruecos. Simuló que seguía adelante con una boda que se iba a celebrar unos meses más tarde, cuando ella cumpliera los 16. Cuando regresó a Barcelona, con la ayuda de su tutora en el instituto, intentó convencer a sus padres para que desistieran en la idea de casarla y al no conseguirlo, al cumplir los 16, solicitó la emancipación legal.

Mar encontró un primer empleo en una panadería y vivió en una habitación alquilada. Siguió estudiando una FP, después un grado y un postgrado. Hoy tiene su propia empresa de eventos. Recuperó la relación con su madre poco a poco, con su hermana pequeña de mediadora. Estuvo cinco años sin hablar ni saber de su padre. Ha tardado alguno más en poder hablar de su experiencia como víctima de un matrimonio forzado. Una realidad que existe no sólo en Cataluña aunque en el resto del país ni se contabilice ni exista un protocolo para actuar contra un tipo de violencia que, según la ONU, se debe contemplar como una forma de violencia de género.

 
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