La economía francesa se resiente por los bloqueos de los chalecos amarillos
Partidos y sindicatos quieren pescar en rio revuelto
París
La economía francesa comienza a resentirse de las protestas diversas y la violencia siembra la desconfianza en el turismo y comercio. Si los partidos políticos de la extrema izquierda, la derecha y ultraderecha, en Francia tratan de capitalizar la difusa protesta de los "chalecos amarillos", ahora son los estudiantes de enseñanza media los que tratan de engancharse al tren. Y el sindicato CGT se suma a las protestas con una convocatoria para el 14 de diciembre.
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Un centenar de liceos de los casi 12.000 que hay en Francia están en huelga para quejarse de la subida de las matrículas de máster para extranjeros de terceros países. Por su parte, el segundo sindicato de Francia, CGT, ha convocado a una concentración para el 14 de diciembre: exigen la subida del salario mínimo, que con la actualización de enero será de casi 1.500 euros mensuales brutos (para 35 horas semanales) y la reimplantación del impuesto a la fortuna que Macron suprimió en parte, con la idea de que regrese la inversión productiva a Francia.
El sector Turismo, los Transportes y la producción industrial preocupan al Gobierno
Todos quieren pescar en río revuelto pero la economía francesa comienza a resentirse. La alcaldesa parisina, Anne Hidalgo, y las asociaciones de hoteles han dado ya la voz de alarma ante las anulaciones de reservas en las próximas semanas.
Los Transportes y los comerciantes avisan de la caída de las ventas, están desabastecidos por los bloqueos de autopistas, depósitos de carburante y centros comerciales. El ministro de Finanzas, Bruno Le Maire, manifestó este lunes que se han constatado caídas "del orden del 15 al 25 %, según los sectores". El impacto en la producción industrial y en los servicios "es severo", añadió.
Le Maire aprovechó para analizar las raíces de este conflicto, que, opinó, es consecuencia de "fracturas territoriales que se han agravado desde hace años y que amenazan la unidad nacional".
A su juicio, en el origen están las políticas económicas que durante las tres últimas décadas no han permitido crear suficientes empleos, a causa del incremento del gasto público que ha disparado la deuda pública y se ha sufragado en parte con la creación de más impuestos.
La oposición pide la destitución de Macron
Mientras, el Presidente Macron y su primer ministro Edouard Philippe, siguen dando palos de ciego con las fuerzas políticas para buscar respuestas a la revuelta social de enorme violencia.
La ultraderechista Marin le Pen pide la disolución de la Asamblea y la dimisión del Presidente. Se queja de que Macron "envía a dialogar su primer ministro, un hombre de paja, para que salte por los aires como un tapón de champagne".
La derecha de los Republicanos pide un referéndum, nadie sabe sobre qué, lo importante es que "Macron se vaya ", dice el jefe del partido Laurent Wauquiez, uno de los políticos que más han azuzado la revuelta. El sábado mientras algunos "chalecos amarillos" prendían fuego la prefectura (delegación del Gobierno) con empleados dentro, en Le Puy-en-Velay, la ciudad donde ha sido alcalde, Waquiez recibía una delegación de manifestantes.
El "insumiso" Mélenchon ni siquiera ha acudido a la cita de Philippe. Él quiere también la renuncia de Macron (elegido hace año con el 66% y casi 21 millones de votos) y disolver la Asamblea Nacional.
Solo el socialista Olivier Faure ha tendido tímidamente la mano a los macronistas, exigiendo una tregua impositiva (la de los carburantes que aprobaron los propios socialistas en la era Hollande) para comenzar a dialogar.
Este martes está previsto que Philippe reciba a una delegación de los "chalecos amarillos", pero varios han avisado de que no irán al haber recibido amenazas de los más radicales.