Trump, ante Bolsonaro: "El ocaso del socialismo ha llegado a nuestro hemisferio"
El presidente de Brasil muestra su devoción por Donald Trump en la Casa Blanca. Bolsonaro dice que Trump ganará las elecciones presidenciales de 2020
Washington
Apenas habían hablado un par de veces por teléfono antes de este encuentro pero Donald Trump sabía que recibía en la Casa Blanca a algo más que un aliado: recibía a un fanático, un devoto, en quien se fijó cuando la prensa empezó a llamar a Jair Bolsonaro el “Trump del Trópico”, por copiar los mensajes y el estilo del presidente estadounidense.
Las dos democracias y economías más grandes del hemisferio occidental han sentado las bases de una “alianza histórica”, como ha dicho Donald Trump, con objetivos y prioridades comunes. La primera, en el orden que ha citado el estadounidense, echar a Nicolás Maduro del poder, a la “marioneta de Cuba”. Bolsonaro ha mostrado su respaldo absoluto ante Trump, aunque se ha negado a revelar si está dispuesto brindar apoyo militar en caso de una intervención estadounidense. “Es cuestión de estrategia”, ha dicho Bolsonaro, “eso no lo vamos a discutir públicamente”.
Al hilo de Venezuela Trump ha asegurado que “el ocaso del socialismo ha llegado a nuestro hemisferio”. Era una pregunta sobre el futuro del país caribeño pero ha respondido en clave nacional. “Lo último que queremos en Estados Unidos es socialismo”, aludiendo sin nombrarlos a demócratas, como Bernie Sanders o Alexandria Ocasio-Cortez, que se definen como “socialdemócratas”, despojándose del tabú que el concepto “socialista” tiene en Estados Unidos todavía en el siglo XXI.
Donald Trump quiere designar a Brasil como un aliado externo de la OTAN, se ha comprometido a apoyar la candidatura del país suramericano para entrar en la OCDE y avanzar en las relaciones comerciales en materias como agricultura, energía e infraestructuras. Ambos líderes han acordado el uso militar-espacial de Alcántara, al norte de Brasil, para el lanzamiento de cohetes por su posición estratégica muy cercana al ecuador. Y Bolsonaro se ha comprometido a suprimir todas las visas a los ciudadanos estadounidenses para ir a Brasil.
Bolsonaro no ha ocultado su fanatismo por el presidente estadounidense. “Por fin podemos decir que Brasil no tiene un presidente anti-americano”, ha empezado diciendo, mientras enumeraba alguno de los valores que comparten, “la familia tradicional, dios, su rechazo a las fake news”. El presidente brasileño ha asegurado que respetará los resultados electorales de 2020, “es un asunto interno aunque estoy seguro de que Donald Trump va a ser reelegido”. “Gracias”, ha contestado Trump entre risas, “estoy de acuerdo”.
Un alto funcionario de la Casa Blanca ha calificado esta reunión como una “oportunidad histórica” para alinear a las dos economías más importantes del hemisferio occidental. Trump valora que haya llegado a la presidencia de Brasil un hombre que le ha usado como ejemplo, en el fondo y en las formas. En su manera de usar las redes sociales, en su obstinación por cargar contra los medios, en las críticas al establishment o en la negación del cambio climático. Un hombre que quiere hacer “Brasil grande otra vez, igual que Trump quiere hacer America great again”, como dijo el propio Bolsonaro en un discurso en la Cámara de Comercio en Washington y ha repetido hoy ante su ídolo.
El fervor explícito por el líder estadounidense llama verdaderamente la atención en el contexto latinoamericano. Trump lo aprecia, como todo lo que alimenta su ego, pero la admiración no es equivalente, por mucho que se empeñen sus asesores en subrayar lo extraordinario de este nuevo eje norte-sur del continente.
Atendiendo al modus operandi de Trump en Twitter, donde airea todo lo que ocupa y le preocupa, antes de la reunión con no ha prestado atención a la visita del brasileño. Su torrente de tuits ha estado enfocado en política interna. Incluso el asesor en Seguridad Nacional, John Bolton, que se refirió en Twitter a este encuentro como una “oportunidad histórica” entre los dos países, escribió mal el nombre del presidente brasileño (“Bolonsaro” en vez de Bolsonaro), y desinfló la excepcionalidad que quería resaltar en esa misma frase.
Trump recibe a Bolsonaro como una cuestión de ego más que de interés por Latinoamérica. Para Trump esa región sigue siendo su patio de atrás. O el patio de atrás del vecino que ni siquiera ve si no es porque le da algún rédito en casa, como Venezuela o Cuba. Lo ha demostrado ignorando a México, no ha tenido interés en reunirse con el expresidente Peña Nieto o el actual, López Obrador; anuló dos veces su visita a Colombia; a los presidentes centroamericanos los despacha el vicepresidente o los senadores.
Para Bolsonaro, sin embargo, es toda una declaración de intenciones. Es la primera parada de su primer viaje internacional como presidente que terminará en Jerusalén, donde mostrará su lealtad a Benjamín Netanyahu, para que no queden dudas –si las había- del lado en el que se posiciona en escenario internacional. Para Bolsonaro este viaje es un declarar al mundo que quiere seguir la estela de su maestro, siguiendo sus pasos del populismo duro, anti fake news y dios mediante.