Economia y negocios
REPORTAJE | VIVIENDAS COLABORATIVAS PARA MAYORES

Envejecer sin dejar de vivir: "La vejez es muy dura, pero aquí se compensa"

Un grupo de amigos decidieron hace 20 años que no querían dejarse arrastrar por la vejez. No querían depender de sus hijos, ni irse a una residencia. Se unieron en una cooperativa y crearon Trabensol: un centro de convivencia para mayores

"Estamos en un momento de aguantar el tipo y sacar el máximo provecho a la vida y aquí se puede. En tu casa te vas encastillando, te vas encerrando en tu castillito, y aquí puede seguir haciendo cosas"

Dentro de 15 años vivirán en España 12,3 millones de personas mayores de 64 años, 3,4 millones más que en la actualidad

Un grupo de mayores de Trabensol haciendo Chi Kung, parecido al Tai Chi, por la mañana / S.S

Torremocha de Jarama

"Una sensación que me fastidia muchísimo de la vejez es saber que ya nunca más me voy a bañar en el mar. Con lo fantástico que es estar metida en el agua... Y nunca más voy a volver a sentir eso". Pilar tiene 78 años y una risa de adolescente. Hace ya cerca de 20 que tomó la decisión de no dejarse arrastrar por la vejez. "La última vez que me bañé, casi me tienen que sacar a rastras de la orilla. Ahí le dije adiós al mar y hay días que lo pienso y es muy duro... Pero aquí, se compensa".

"La vejez es muy dura, pero aquí se compensa"

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Lleva seis años viviendo en este centro de mayores en Torremocha de Jarama, a 50 kilómetros del centro de Madrid, y no deja de reconocer lo duro que es hacerse mayor. "Otro de los grandes problemas es la dieta. Ahora me dicen que tengo que comer sin sal. Comer es uno de los pocos placeres que te quedan... Si es sin sal, es que no sabe a nada".

Pilar se ha puesto, dice, un tope psicológico: cuando tenga que usar "absorbentes" ya no quiere seguir viviendo. "Tiene que ser una carga psicológica tremenda. Yo creo que no hay derecho. Cuando me pase eso, me largo". Pero mientras llega ese momento, quiere disfrutar en Trabensol. "Estamos en un momento de aguantar el tipo y sacar el máximo provecho... Y eso se consigue aquí. Aquí puedes seguir haciendo cosas, relacionarte con amigos, no dormirte tontamente... En tu casa te vas encastillando, te vas encerrando en tu castillito, te cuesta trabajo salir a la calle, aquí no... Yo creo que hemos tenido un acierto tremendo".

Vive con su marido, con Jaime, que tiene 86 años, en un apartamento de 45 metros cuadrados, idéntico a los otros 53 que tiene Trabensol. Un pequeño salón, una cocina americana, un baño adaptado, una habitación con dos camas, una terraza y espacio suficiente para que quepa una silla de ruedas, o el andador de Jaime. Estos días tienen, además, un pájaro que le están cuidando a una vecina. "Sé que tiene un nombre, pero no sé cuál es. Yo lo llamo pajarito".

Jaime trabajó toda su vida en una empresa de cosmética y perfumería, pero su verdadera pasión es la música clásica. Y a eso dedica ahora su tiempo. "Iba a decir experto, pero no. No lo soy. Soy muy aficionado. Un día, de niño, me entró por un oído... Y se me quedó dentro. Ya no salió nunca". Esa obra fue un cuarteto de Tchaikovsky, "no es lo más conocido del mundo, pero cuando lo escuché, me cautivó". Una vez al mes Jaime prepara un taller que llama "audiciones de música clásica". Se sientan en el comedor, ponen música en los altavoces y se leen las notas que prepara Jaime. "La virtud mayor que tiene este invento de Trabensol es que te influye mucho para no perder la vitalidad. Yo organizo las audiciones, pero igual que yo, muchas otras personas de la casa tienen sus iniciativas y aportaciones...".

En la entrada del centro hay un tablón con más de 20 actividades: marchas nórdicas a las ocho de la mañana, chi kung a las nueve y media, talleres de memoria, de estimulación cognitiva, de teatro leído, cine fórum o lectura. "Mira, ese cuadro lo he pintado yo", dice Pilar señalando un pequeño cuadro de su apartamento, "me inspiré en Miró". Pilar juega al tenis de mesa, baila danzas del mundo y va al taller de pintura, algo que, asegura, "no había hecho en su vida". Su profesora es Marisa.

Jaime Moreno, uno de los habitantes de Trabensol, consultando el tablón / S.S

Marisa vivía sola y un día, quedándose dormida en el sofá frente a la televisión, se enteró de que Trabensol existía. "Estaba medio dormida y de repente veo a Antonio y a Felisa, que son dos de los fundadores, en la pantalla. Yo no les conocía, pero empiezo a escuchar, medio grogui, lo que cuentan y de repente digo: '¡Pero si esto es lo que yo he pensado toda mi vida!'. Subí el volumen y el día siguiente estaba aquí, preguntando. Yo vivía sola y me preocupaba muchísimo, lo pensaba todos los días".

Marisa viendo la televisión y Pilar, leyendo, en el periódico, una columna de Maruja Torres sobre un centro parecido en Málaga. La semilla de Trabensol se puso en el 2000, pero la primera piedra no se colocó hasta mayo de 2011. Un grupo de amigos decidió que no querían vivir sus últimos días en una residencia, ni tampoco dependiendo de sus hijos. Querían vivir entre amigos y tomando decisiones. Se unieron en una cooperativa y empezaron a patearse España buscando un terreno. Tardaron 10 años, pero al final lo encontraron en este pueblo de Madrid.

Después de tomar la decisión, el siguiente paso para muchos fue contárselo a sus hijos. Los de Pilar y Jaime "estaban a la expectativa". "Fueron tan discretos que nunca opinaron. Ahora que ha pasado el tiempo están felices. Hay uno que dice que quiere venirse a vivir ya aquí y tiene solo 40 años". Marisa tiene dos hijos y fue incapaz de reunirles para contarles su decisión: "Terminé contándoselo por correo electrónico porque nunca tenían tiempo. Uno se lo tomó muy bien, el otro no tanto. Yo creo que pensaba que no me iba a poder quedar con los nietos".

Las viviendas colaborativas de mayores como alternativa para la vejez

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No depender de sus hijos, no hacer que tuvieran que pasar por lo que habían pasado ellos con sus padres y, sobre todo, no estar solos durante su vejez fueron las razones principales para dejar sus casas en Madrid e irse a vivir a Trabensol. También dejar atrás los obstáculos que las grandes ciudades tienen para los mayores y que prácticamente desaparecen en Torremocha. "A mi Madrid me encantaba", dice Pilar con nostalgia", "es una ciudad maravillosa. Nuestro piso era centrico, comodísimo, estábamos al lado del Reina Sofía. Yo pensaba que podíamos aguantar ahí, pero no puedes dejar de pensar que vas a necesitar unos cuidados que la ciudad no te da, por muy buena que sea".

"Mira Jaime, por ejemplo, que va con andador. ¿A dónde va ahora?, ¿para qué quiere vivir con tanta cosa alrededor?, ¿cómo se mete en el Metro?, ¿cómo cruza un semáforo que no espera a una persona mayor?", se pregunta. "Jaime no podría porque con los bolardos, los coches, las dificultades... Saldría del portal y volvería para atrás", dice riéndose Marisa. Entonces empiezan a reflexionar sobre lo mal planteada que está la vejez. "Es que esto de vivir 100 años es nuevo", dice Pilar. "Y no sabemos si bueno", contesta Marisa.

Un freno a la especulación

Para vivir en Trabensol hay una serie de requisitos. Hay que tener entre 50 y 70 años y ser una persona válida, aunque luego, durante la estancia, desarrolles una dependencia. Piden, también, que se compartan unos valores básicos, como la solidaridad. De hecho, Trabensol, significa "Trabajadores en Solidaridad". "Meterte aquí para verlas venir no tendría sentido", asegura Pilar. "No perder la capacidad de ser solidario es lo que te hace sentirte útil, es por lo que merece la pena vivir".

Requiere, también, un esfuerzo económico: hay que hacer una inversión inicial de 145.000 euros para ser cooperativista y pagar una cuota mensual de 1.300 euros si vas en pareja y algo menos si vas solo. Muchos han tenido que vender los pisos que tenían en propiedad para mudarse.

Como es una cooperativa, se alejan de las garras de la especulación. Ninguno de los residentes tiene un piso en propiedad y, por lo tanto, no puede venderlo. Los cooperativistas son dueños de una participación y tienen derecho de uso. La clave está en la autogestión. Ellos crearon el proyecto y ellos han tomado todas las decisiones. También sobre el edificio: tenía que ser bioclimático, respetuoso con el medio ambiente y económico.

Charo (izquierda) atendiendo a una residente en la recepción / S.S

Para lo que no pueden hacer ellos, contratan personal externo: los trabajadores de la lavandería, un jefe de mantenimiento, también auxiliares de enfermería para estar en recepción. Aunque hoy tienen un curso de reanimación cardiopulmonar y Charo se ha ofrecido voluntaria para sustituirlas hasta que terminen. Charo trabajó como enfermera durante 44 años, ahora está jubilada, pero, en la práctica, sigue ejerciendo: "Aquí, cuando empezamos a organizarnos, nos reservamos cosas que podíamos hacer nosotros. Como el dinero es el que hay, de cara a ahorrar sueldos, decidimos cosas que voluntariamente queríamos y sabíamos hacer. Unos dijeron que sabían de jardinería, otros de enfermería... Y así nos organizamos en comisiones".

Hay comisiones para todo: de patrimonio, presupuestos, decoración, sostenibilidad, comunicación, socio sanitaria o de dependencia. Charo, como es enfermera, está en la de dependencia. "Manejo la medicación de algunas compañeras, preparo los cajetines y luego las auxiliares les dan la medicación". También están organizando qué hacer cuando una persona empieza a necesitar ayuda. Cuando una persona tiene cierto grado de dependencia, contratan a una persona que le atiende, pero los gastos no los asume únicamente la persona dependiente: lo pagan entre todos. Han creado, además, un fondo solidario para posibles emergencias.

"No podemos quedarnos en la burbuja"

Dentro de Trabensol tienen gimnasio, piscina, huerto, biblioteca y decenas de salas para las actividades. Es fácil aislarse, pero intentan que pase todo lo contrario. Están integrados en la vida del pueblo, incluso formando parte de una candidatura que se ha presentado a las elecciones municipales y también de varias organizaciones.

"Formamos parte de una asociación que ayuda a refugiados", cuenta Pilar. "Ya hemos ayudado a una familia de iraquíes. Estuvimos un año ayudándoles y ahora son independientes, tienen trabajo y una casa en el pueblo. Ahora estamos con unos sudaneses". También ayudan a personas del pueblo que están en paro: "Les apoyamos con el transporte público o con el cuidado de los niños". "Este pueblo es muy pequeñito. Nosotros le hemos dado vitalidad y a nosotros nos da tranquilidad y un entorno muy agradable".

Por la tarde tienen, de hecho, un debate en el que también pueden participar vecinos del pueblo. "Nos hemos propuesto hablar de la injusticia en el mundo, pero no solo para teorizar. Si no para ver cómo podemos contribuir, cómo podemos ser conscientes y ayudar. No podemos meternos en nuestra burbuja aquí y vivir tan felices".

Según datos del INE, en España hay más de dos millones de personas con 65 años o más que viven solas. Según sus proyecciones, se está produciendo un envejecimiento de la población: dentro de 15 años vivirán en España 12,3 millones de personas mayores de 64 años, 3,4 millones más que en la actualidad. Además, también aumenta la esperanza de vida. En Trabensol saben que van a vivir más tiempo, así que se han propuesto hacerlo bien.

Sara Selva Ortiz

Sara Selva Ortiz

Redactora de la sección de Nacional. Antes trabajó en el equipo de Hoy por Hoy, en Economía, en Informativos...

 
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