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Y al final, La Casería

Las casetas de La Casería se empiezan a vaciar de recuerdos entre la emoción y la tristeza de pescadores y caseteros

Caseta 'El Málaga'

San Fernando

Hay lugares cuya estructura está conformada casi más por recuerdos que por tablones y cimientos. Sitios que están escritos con historias de tradición, trabajo, brindis, familias y olor a mar. La Casería de Ossio es uno de ellos. Tan de Cádiz, de La Isla, de San Fernando, que pareciera que tiene personalidad, carácter y que respira junto a las aves que rompen la línea del horizonte mezclándose con los pórticos de Navantia y la silueta de la capital de la provincia.

A partir de hoy, y en virtud de la orden de una jueza, las máquinas pueden acceder al lugar para acometer el derribo de las casetas para rehabilitar la zona y cumplir con la más estricta legalidad. De poco o nada han servido los intentos de las administraciones -el Ayuntamiento de San Fernando o la Junta de Andalucía- de buscar una alternativa. Al final, todo se echará abajo y los pescadores contarán con unas casetas alternativas, retranqueadas en una parcela más alejada del agua, para que puedan guardar ahí provisionalmente sus aperos de pesca.

Una de las casetas de La Casería

Radio Cádiz ha estado desde primera hora de la mañana pulsando el ambiente entre los propietarios de las edificaciones en el que ha podido ser el último día en pie de sus pequeños espacios. El presidente de la Asociación de Pescadores de la Casería, que representa a 24 profesionales de la pesca que trabajan allí, Luis Rodríguez, ha atendido a la SER mientras "hacía guardia" en su caseta " para evitar que la derribasen".

Dice que no la abandonará hasta que no tenga el último de sus aperos de pesca en una de las casetas provisionales que levantará el ayuntamiento. Mientras tanto, repasa mirando las paredes con pesar, junto a su trabajador, Paco, los recuerdos de 17 años de trabajo guardando las redes, los trasmallos y los remos allí.

La caseta ha pasado de generación en generación. De pescador a pescador. Paco lamenta que "parezca que los malos seamos nosotros, cuando somos los que más cuidamos del entorno y de su fauna". Lo dice mientras no puede controlar la rabia y se queja porque algún establecimiento hostelero pueda permanecer allí durante más tiempo.

Una crítica que comparte Luis, quien además lamenta que se haya apurado hasta el último día sin tener lista una alternativa para ellos. "Llevamos sin poder salir a faenar un mes, pendientes de recoger las cosas, ordenar las casetas y atentos por si vienen a derribarlas".

Recuerdos de las tablas

Israel y Daniel charlan en el pequeño trozo de arena con el que empieza La Casería desde el mar. Al lado de su caseta y junto a la madre y la hermana de uno de ellos, y a dos amigos más, que fuman un cigarro en unas escaleras desgastadas que dan acceso al arenal. Comentan, con pesar, cuánto han vivido allí y cuánto lamentan el derribo.

Israel Gómez viste una sudadera y una gorra desgastadas y sus manos están cubiertas por unos guantes de trabajo. Están poco a poco desmantelando su caseta. Ellos son caseteros, aunque también han sido pescadores junto a sus familiares más mayores. Él saltó desde La Casería a la gran pantalla, siendo protagonista de la película La Leyenda del Tiempo y Entre dos Aguas, de Isaki Lacuesta, que se llevó una concha de oro en el Festival de San Sebastián.

Israel Gómez posa ante una de las casetas

"Si no hubiera llegado esta mierda de pandemia y hubiese seguido en el cine; si tuviese dinero, ya te digo yo que esto lo intentaba parar", dice Israel con rabia. "Después de la película traje aquí a un montón de productores que se maravillaron con el lugar. Tienes que irte 'ahí arriba' para ver algo igual. Esto es como Punta Cana". Él conoce bien el valor paisajístico y, por ende, cinematográfico que alberga el lugar, porque allí se rodaron gran parte de las escenas de las dos películas donde actuó con gran acierto.

Esto era un paraíso para nosotros, señala. Lamenta después que a los caseteros no les hayan ofrecido ninguna alternativa, mientras que "los chiringuitos podrán seguir ahí". Le interrumpe Daniel: "los pobres, siempre igual".

Y es que La Casería ha sido, por encima de todo, un lugar de las familias y sus historias. "Aquí venimos a echar el día, a trabajar pescando, es un desahogo para mi madre, para las personas mayores, vienes y puedes comer aquí... pero siempre le toca al pobre". Lleva 15 años teniendo la caseta. "Que se venga ahora de la noche a la mañana a quitárnoslo todo de en medio no puede ser", sentencia Israel.

Algunos caseteros charlan junto al agua

"Mi rincón, mi museo"

Paco está a punto de cumplir 67 años y se le rompe la voz ante el micrófono cuando le preguntamos qué significa para él ese lugar y, más concretamente, su caseta. Se emociona mientras quita el polvo a un recorte del periódico. 28 de junio de 1.999 es la fecha que aparece en la esquina superior derecha de un marco deteriorado por la humedad. Sale él, su hijo y otros miembros de su familia. Es una de las muchas fotografías que cubre hasta el último rincón de unas paredes que ofrecen más un aspecto de museo que de caseta de playa.

Paco, propietario de la caseta 'El Málaga'

Una fotografía del Juan Sebastián Elcano, la Iglesia de La Casería, una foto junto a su madre y la foto de comunión de un chaval cuya familia quiso que le hicieran el reportaje en el pequeño rincón de Paco. La caseta fue de su padre, El Málaga. Eso es lo que figura sobre la puerta de entrada. En tonos celestes y con decoración marinera, es una de las que más destaca cuando se accede al lugar.

"La caseta era de mi padre. Aquí venía yo con 10 años a ayudarle cuando iba a pescar. En ese lugar de ahí he dormido, en un camastro, cuando íbamos a faenar". Paco señala al fondo de la caseta, donde hay una pequeña habitación con una cama vieja y un mueble junto a una ventana. En el interior de la estancia hay más fotografías y cuadros con motivos religiosos.

"Esto lo he tenido yo como museo", dice con los ojos llorosos mientras llama a un amigo para regalarle la maqueta de un barco de madera que ha descolgado de la pared hace unos instantes. En ese pequeño espacio, entre el polvo y los recuerdos, en un momento se reúnen 4 personas más. Uno de ellos es Daniel, su hijo, quien en un intento de aliviarle el mal trago a su padre, le pide claridad y le mete algo de prisa para que le diga qué se lleva al coche y qué hay que tirar.

"¡Se lo llevan todo, Paquito, de la noche a la mañana!". Una voz profunda hace que todos los presentes giren la cabeza hacia la puerta. Es 'Capi', un pescador del lugar, que también expresa su malestar ante el micrófono mientras agarra el brazo de Paco en un gesto de complicidad.

La mirada de Paco está algo perdida. Entremezcla las palabras con los suspiros y, de vez en cuando, se detiene a mirar algún marco que arranca de la pared. "Su museo", como así lo llama, estará desmontado cuando termine la mañana y nunca más existirá. "No quiero otra caseta. Si me la ofrecieran no la querría. Mis recuerdos están aquí y no podrán estar en ningún otro lugar".

Manu Sola

Manu Sola

Redactor y locutor de informativos. Se incorporó a Radio Cádiz en 2018, procedente de Radio Sevilla....

 
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