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La guerra a través de una cámara: “El nivel de destrucción que empiezan a tener algunas partes del país es una salvajada”

Manu Brabo, fotoperiodista asturiano curtido en varias zonas de conflicto, está haciendo llegar al mundo algunas de las imágenes más sobrecogedoras de la guerra de Ucrania

La guerra a través de una cámara: “El nivel de destrucción que empiezan a tener algunas partes del país es una salvajada”

La guerra a través de una cámara: “El nivel de destrucción que empiezan a tener algunas partes del país es una salvajada”

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Gijón

Desde que comenzó la guerra en Ucrania hace ya tres semanas, cientos de miles de fotografías del conflicto han dado la vuelta al mundo. De mejor o peor calidad, con una u otra intención, con mayor o menor recorrido; las imágenes tomadas por profesionales o aficionados son una de las mejores herramientas de las que el resto del mundo dispone para conocer la realidad del epicentro de la catástrofe.

Algunas de las fotos más sobrecogedoras del conflicto ucraniano han salido de la cámara y de la mente de Manu Brabo, fotoperiodista asturiano afincado en Turín, que lleva semanas cubriendo la guerra desde el terreno y transmitiendo al mundo las imágenes de la devastación causada por el ejército ruso. Brabo no es, ni mucho menos, un novato en la materia. Durante los 15 años que lleva dedicados al oficio, ha trabajado en zonas de conflicto como Kosovo, Siria o Egipto. Una labor que le ha granjeado multitud de premios. Entre ellos, el Pulitzer, en 2013.

Fotografiar una guerra

Manu se asoma a La Ventana en un programa especial desde Gijón, su tierra. Apenas descuelga el teléfono, suena una alarma antiaérea, pero le hace caso omiso porque está “hasta el gorro”. Actualmente se encuentra en Lviv, recién llegado de Nikolaiv, al este de Odessa. A pesar de que la guerra no llega al mes de duración, asegura que el peso de lo que ha visto y el recorrido a sus espaldas “es mucho”: “Fui al este, al Dombás, que lleva años soportando este conflicto. En ciudades como Kharkiv, el centro histórico está reventado por los misiles; en Nikolaiv no caben los muertos en la morgue. Es una salvajada el nivel de destrucción que empiezan a tener algunas partes del país”.

Brabo regresa a casa mañana, pero admite que tardará varios días en comenzar a digerir todo lo que ha presenciado. “Es un sinsentido, básicamente se están cebando con la población civil, y se te cae el alma a los pies”, añade. El fotoperiodista señala que su labor no es otra que la de mostrar al mundo la realidad de lo que allí sucede. “Siempre digo que hago las fotos para que mi madre entienda el mundo”, dice, “poniéndola a ella como ejemplo de alguien que vive su vida tranquilamente”.

Más allá de Kiev

Por otro lado, Brabo reivindica ampliar el foco de lo que se cuenta, y evitar caer en la tentación de reducir el conflicto ucraniano a la capital del país. “La situación en Kiev es muy distinta a la que se vive en otras ciudades. Ucrania es el país más grande de Europa, y hay zonas que están devastadas”, apunta.

Sobre la diatriba de qué imágenes mostrar y cuáles descartar por tener un contenido demasiado gráfico, asegura que “los primeros censores somos nosotros mismos”: “Si abusamos de la casquería, lo que se produce es la reacción contraria, la del rechazo. Las imágenes tienen que ayudar un poco a entender la tragedia. En el disco duro hay casquería, pero ahí se va a quedar”. Antes de despedirse, reconoce que, en situaciones complicadas, el fotógrafo usa su cámara como escudo, como si lo que pasa no estuviera pasando. Aunque, añade, “con la cámara no quedan más cojones que arrimar”.

 
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