La pandemia de la inflación

Toledo

Los costes de la energía y de las materias primas penetran como un virus en la economía para dar lugar a una grave enfermedad: la inflación. No acabamos de recuperarnos del coronavirus y viene un nuevo envite, no sanitario sino económico, pero igualmente pandémico. La inflación se contagia con mucha facilidad, su transmisión es muy alta y el número de reproducción explosivo.

En unos casos, el hostelero no tiene más remedio que subir el café, el comerciante ajusta el precio de venta al público, el abogado retoca al alza sus honorarios y así sucesivamente en un círculo vicioso interminable. En otros casos, es incluso peor. El transportista que no puede subir los portes o el agricultor que no es capaz de recuperar los costes de producción acaban reduciendo su actividad para no arruinarse y, con ello, contribuyen a incrementar todavía más los precios al escasear los productos.

Como en las peores olas de la pandemia sanitaria, la espiral inflacionista tiende a acelerarse rápidamente si no se adoptan medidas de contención. Como sufrimos entonces, no hacer nada es lo peor que se puede hacer. Como escarmentamos, pensar que será pasajero es lo peor que se puede pensar. Como reconocimos, todos estaremos peor si no hacemos algo juntos. Hemos aprendido mucho de la pandemia sanitaria. Pues bien, mucho de lo que hemos aprendido vale para hacer frente a esta nueva pandemia económica.

Entonces descubrimos que el distanciamiento y la mascarilla eran soluciones simples y efectivas; al principio insoportables, después algo más llevaderas. Ahora que las dejamos atrás, tocan medidas sobre rentas e impuestos. Soluciones también simples y efectivas, a las que algunos se resistirán y todos acabaremos por asumir.

Igual que la mascarilla interrumpía la transmisión en los ámbitos de más riesgo como las residencias, los hospitales o los interiores, el denominado pacto de rentas e impuestos bloqueará el contagio inflacionista en las áreas más peligrosas: los salarios, los beneficios y los impuestos. Si el trabajo, el capital y el estado se distancian del virus de la inflación, esta pandemia económica podrá quedar controlada. Ello requiere empeño y determinación, no obstante, y mucha divulgación para explicar bien unos motivos aparentemente contrarios al sentido común.

El distanciamiento de los salarios, los beneficios y los impuestos de la inflación para contener el contagio supone, por ejemplo, renunciar a cláusulas de revisión salarial para los hogares, renunciar al incremento de dividendos para los empresarios y renunciar a las subidas de impuestos para las administraciones. Hay que decir tres veces no.

Así de sencillo, así de difícil. Cada uno de estos tres agentes debe renunciar a inclinaciones naturales como cobrar más, ganar más o ingresar más, del mismo modo que entonces tuvimos que renunciar a estar con la familia, salir con los amigos o visitar a nuestros ascendientes. Igual que entendimos que la salud era cosa de todos, la economía también lo es en este caso. Como entonces, siempre habrá alguien que quiera saltarse el pacto y sacar partido poniendo en riesgo el objetivo general de combatir el virus de la inflación. Serán los menos.

La pandemia sanitaria nos ha enseñado muchas cosas, entre ellas que podemos erradicarla para volver a disfrutar de las muchas cosas buenas que tiene la vida. Con esta nueva pandemia hemos de hacer lo mismo y atajar la inflación para recuperar cuanto antes nuestros niveles previos de prosperidad. Distanciarse de la inflación para no contagiarse de ella; aunque los conceptos económicos puedan ser complicados, ideas como esta son sencillas. Utilicemos lo aprendido en la pandemia sanitaria para enfrentarnos a esta nueva pandemia económica.