Dos espionajes paralelos y complementarios

Barcelona

Si como se ratificó ayer la ministra Robles en el Congreso, todas las intervenciones telefónicas hechas por el CNI estuvieron avaladas por la justicia, como corresponde, la intervención prevista para hoy de la directora del CNI en la comisión recién constituida de Secretos Oficiales poco puede aportar. Si además, y como sabemos, esta cita será a puerta cerrada y bajo el amparo del secretismo que impide a sus participantes contar algo, lo que se desprenda quedará también bajo el amparo de la sospecha porque no podrá ser ni ratificado ni desmentido.

Sí que, de momento, todo parece indicar, sin embargo, que estaríamos ante dos espionajes paralelos a la par que complementarios, sin que ni los objetivos ni las finalidades se neutralicen. El que pudo ordenar el CNI para tener bajo control los movimientos independentistas catalán y vasco y el que pudo responder a la coyuntura internacional y a sus objetivos geo-políticos por los que pudieron ser espiados el Presidente Sánchez y la ministra Robles. Sus consecuencias tampoco serían las mismas porque la primera las tienen en la política interior. Por esto, Aragonés hurga en la herida y responsabiliza a Sánchez de bloquear el diálogo del que él quiere y dice querer ser garante, pero que si no se produce queda a expensas de la táctica de sus socios y aliados independentistas que no están por esta labor.

Eso pone en jaque de estabilidad del propio ejecutivo central porque Unidas Podemos, socio de gobierno, está viendo como el escándalo le salpica mientras se van enterando de él, al tiempo que lo hace la ciudadanía. Y luego está la segunda variable que repercute en las relaciones internacionales con un país, supuestamente Marruecos, con quien se ha restablecido una relación a contracorriente de la voluntad de los socios y aliados del gobierno español y que ha dejado al pairo a los saharauis para garantizarse un fluido de gas que, por otra parte, y al haber ofendido a Argelia, productor y exportador, tampoco está tan asegurado como se nos ha hecho creer. Y menos si se cruzan los intereses de la guerra de Putin por el camino.

Ante todo esto y mucho más, la duda razonable es si tendremos acceso a tantas respuestas como preguntas están quedando en el aire. Y una de ellas es si la segunda parte, la de los Pegasus y los móviles de Sánchez y Robles, sin negar ni su certeza ni su gravedad, no se ha utilizado para intentar tapar el primero. Y esta no es una pregunta más. Esta es la pregunta que abundaría en la falta de transparencia en la que también se pudieron proteger algunos independentistas al haber escondido el escándalo durante meses a la espera de jugarlo en el momento que consideraran oportuno. De ser así, todos pudieron actuar de acuerdo a las bases elementales de la política de la segunda mitad del siglo XX. Aquella que nos dijeron que iban a enterrar.