CalaMar, apto para disfrutones

Jerez de la Frontera

El restaurante CalaMar es de esos establecimientos de los que uno siempre sale satisfecho. De la notable cocina que logran bajo la batuta de Javier Calatayud y del servicio del que siempre está atento su socio y amigo, Mario Delgado. Después de más treinta años en el oficio, y casi un tercio de los mismos por cuenta propia, Cala y Mar -a que ya lo pillan- saben cómo hace disfrutar a la clientela.

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Primero en los bajos del edificio de Torresblancas donde comenzaron en el otoño de 2014. Ambos, junto a su equipo, consiguieron fidelizar al público desde el principio a base de buenas raciones y arroces que fueron adquiriendo fama. Y así siguen, aunque desde hace año y medio en la sede social del Racket Club Jerez, en Chapín. Allí logran combinar la cocina y el servicio con un entorno verde, espacioso y tranquilo. Y además siguen creciendo. En fines de semana como el que tenemos encima no es fácil encontrar mesa, y menos en sus agradables terrazas.

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Nosotros sí hemos tenido la suerte de hacerlo, y hemos probado algunos platos de la carta que nos ha sugerido Mario. Profesional, cercano y certero a la hora de sugerir, es la prolongación de Javier en el negocio y el complemento de una pareja tan bien avenida.

De entrante, no van a faltar los calamares rellenos a la sanluqueña. Seguramente fue el primer embutido de pescado que se creó, ahora que están tan de moda. Tienen su origen en los bares de la localidad de la desembocadura del Guadalquivir y en CalaMar, haciendo honor a su nombre, tienen una excelente réplica. Eso sí, acompañado siempre de salsas caseras elaboradas por ellos.

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La ensaladilla de gambones con crispy de camarones es la original forma que tienen de darle la vuelta a uno de los entrantes fríos por excelencia. Se pongan como se pongan los ortodoxos, el toque crujiente es de lo más original y el marisco está más que presente junto a la patata cocida troceadita y una cantidad suficiente de mayonesa neutra. A la presentación, como en el resto de platos, le dan también su importancia.

Cerramos los entrantes fríos con otro que juraría haber tomado en el anterior local. Popieta de salmón ahumado con queso fresco de excelente factura.

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No sé si fue el primer local que los hizo, pero desde luego en el antiguo CalaMar tomé por primera vez los chicharrones de atún. El pescado frito en manteca colorá con las especies de los chicharrones de cerdo, pero con la mitad de grasa. Excelentes también.

Al igual que una croquetas de carabinero voleadas hasta conseguir una forma redonda, bien fritas, crujientes y jugosas con el sabor del marisco muy presente.

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Otra de las novedades es la flor de alcachofa con morcilla de atún y huevo de codorniz. El juego de sabores y texturas de la verdura, el embutido de atún y el huevo frito es original y obtiene buen resultado.

Las veces que fui al CalaMar de Torresblancas terminé siempre con el arroz negro que tan buena fama le dio. En el actual emplazamiento demuestran que sigue siendo su fuerte y que por algo fueron uno de los primeros restaurantes de la zona que empezaron a trabajar decentemente el arroz seco. apenas un grano de arroz repartido por la paellera, sofrito potente y un buen alioli para darle el toque final.

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Cerramos con un original brownie de pistacho sobre una crema de chocolate blanco. Ambos ligan bien con una bola de chocolate negro.

El sueño hecho realidad de Javier y de Mario continúa para satisfacción de su cada vez más numerosa parroquia. CalaMar ha ganado en espacio y en vistas, pero también está sabido dar pasos adelante en su suculenta y variada carta. Apto para disfrutones.

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