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Opinión

Vuelve Andrés Recio y lo hace hablando de El Fin del Verano

«El otoño es una belleza en sí misma, de luz más tenue. En realidad, la luz del otoño es hermana de la que nos ilumina cuando reímos con ganas, o cuando lloramos de verdad»

La columna de Andrés Recio

Andrés Recio

03:01

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Morón de la Frontera

El verano se escurre rápido y pone en venta nuestros recuerdos, como si de antigüedades de un desordenado cambalache se tratase. Es una de las inmutables leyes del capitalismo: cambiar velozmente los ropajes de nuestros deseos, de nuestros anhelos y nuestras ansiedades. Exceso de futuro, lo llaman los psicólogos. El concepto de Síndrome Post-vacacional, tan de moda en estas fechas, siempre me pareció una aberración, una burda falsa, una satisfecha falta de respeto hacia personas que pelean a diario por un simple plato de comida.

El verano nos dice adiós, con sus largas horas de luz y de fiesta, que se atropellan unas a otras. Con sus pies impregnados de sal y arena, que abandonan las chancletas para calzarse de nuevo los cerrados zapatos del hábito y la responsabilidad. El verano nos embriaga con el calor de lo imposible e imperdurable, y cuyo final nos horroriza ante la inminencia culpable del otoño maldito. Como el conductor, que permanece con la cabeza aplastada dentro de su coche, culpando al muro con el que se estrelló cuando se salió en la curva por exceso de velocidad.

Muchos buscamos, desesperadamente, tras el verano, una isla, una roca a la que aferrarnos. Una laguna calma donde mantenernos a flote ante el otoño inminente. Pero el otoño no es una sombra de belleza que se prolonga tras el estío. El otoño es una belleza en sí misma, de luz más tenue. En realidad, la luz del otoño es hermana de la que nos ilumina cuando reímos con ganas, o cuando lloramos de verdad: cuando nacemos o cuando morimos. Luz parcialmente velada, y por eso mismo, mucho más sugerente e inspiradora.

Escribe Eduardo Galeano en su texto «Las dudas» que «sigo creyendo que no hay certezas que valgan la pena si no desayunan dudas cada mañana. Las únicas certezas que me merecen respeto, son las que provienen de las contradicciones». Así es el otoño: ¡una bendita contradicción! Tres nuevos meses que nos llegan envueltos en papel del más delicado regalo. Abrámoslo con la confianza, la ilusión y el agradecimiento que merece. Quizá el sol solo decaiga un tiempo para enseñarnos a saborear otros matices, otras luces. Tantas como días, como estaciones, como meses. Como vidas.

 
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