No me esperaba vivir esto otra vez
Firma de Rafael Obrero, arquitecto e ilustrador.

Firma de Rafael Obrero No me esperaba vivir esto otra vez
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Córdoba
Hace 15 años, cuando sobrevino la anterior crecida del Guadalquivir, llegué a varias conclusiones, que por su automatismo, podrían considerarse ciertamente como perogrulladas:
La primera de ellas comenzaba con la definición de “exigir”:
1. tr. Pedir imperiosamente algo a lo que se tiene derecho.
Como es evidente, no se pueden tener derechos si, previamente, no se ha cumplido con determinadas obligaciones.
Por tanto, en estas circunstancias, quienes han vulnerado las normas a que todos estamos sujetos, sólo podrían “pedir” ayuda, no exigirla. Me refiero, claro está, a los parcelistas en el cauce del río.
Debemos buscar soluciones estructurales, lo más a largo plazo posible, definitivas, si se puede. Segunda conclusión de perogrullo.
Hete aquí que nos vemos, tras estos años con el mismo problema y sin una sola vivienda demolida.
Entiendo que los procesos judiciales son largos y deben ser garantistas, pero ya en aquel momento vislumbraba otras soluciones que acortaban el camino, partiendo de la asunción de una realidad aplastante y unas dosis importantes de generosidad ciudadana y voluntad política.
La realidad aplastante es, todos lo sabemos, el río.
La generosidad ciudadana es asumir que en lo concerniente al fenómeno parcelista, como sociedad hemos mirado hacia otro lado durante cincuenta años, y que de repente no podemos exigir soluciones inflexibles.
Y la voluntad política es ver más allá del desgaste que supone emprender acciones no siempre populares y aplicar creatividad a la solución de problemas estructurales.
Parece lógico que intentemos buscar una solución que comporte, por tanto, un “quid pro quo”: La Administración le ayuda a salir definitivamente de su problema, facilitándole un alquiler en una vivienda protegida y usted colabora garantizando que no se va volver a repetir, eliminando la raíz del problema voluntariamente, es decir, demoliendo.
La desolación expresada en la frase 'No me esperaba vivir esto otra vez' resuena con una cruda ironía, subrayando la urgencia de romper el ciclo de inacción. Sólo a través de soluciones estructurales y un compromiso compartido entre la administración y los afectados, se podrá evitar la repetición de este lamento.