Sí se puede
La opinión de Julián Granado

Morón de la Frontera
Querer es poder. No era este, aunque debiera haber sido, el lema del difunto Papa Francisco. De cuya reforma de la Iglesia, tan obstaculizada por el conservadurismo de rocosa oposición, sobrevivirá apenas una pequeña parte. Lo justo y necesario para contentarnos, a creyentes o no, con el consuelo de que este papado no haya sido tiempo perdido para el progreso histórico y la justicia social.
Claro que, por lo que respecta a su libre albedrío, y a la obra que hace todo hombre de su propia vida…, ¡ah, ese es otro cantar! En ese sentido, este hombre llamado Bergoglio tiene razones para haber finiquitado su existencia plenamente satisfecho de la vida que ha vivido. Porque lo ha hecho en conciencia. Ha cambiado aquello que, más en el ámbito de sus capacidades que de sus posibilidades, le pareció que debiera cambiarse. Ha renunciado de enérgico plumazo al boato y a las pompas, y con un golpe de timón sencillo y terminante, en aras de las cosas claras y el chocolate espeso. Habló con quien quiso, por el sencillo medio (para otros imposible, a lo que parece) de descolgar un teléfono y marcar un número privado. Viajó allí donde pocos le esperaban, y que por eso mismo se alegrarían doblemente con su visita. No abjuró en vano de sus ideas, por la coacción que blandamente nos obliga. No escurrió el bulto en nombre del llamado interés supremo de la Iglesia. No dejó en manos de Dios algunos juicios terrenales que bien pueden y deben sentenciar los hombres.
Y hasta donde llegaban su mano y su voluntad, ha intentado mejorar, a su paso por él, este mundo que abandona en sencillo cajón de pino mortal. Con los coros funerales que le ha entonado Roma, sí. Pero, sobre todo, despedido por tantísima persona de bien, para la que Francisco ha sido compasión, esperanza y lección de vida: enseñando con su ejemplo que, si bien no es fácil, QUERER ES PODER.