Mercedes Azores y “El Banco de la Vida”: la fisioterapeuta que humaniza los trasplantes en Reina Sofía
Un lugar simbólico donde los pacientes trasplantados comienzan su segunda vida

Mercedes Azores y “El Banco de la Vida”: la fisioterapeuta que humaniza los trasplantes en Reina Sofía
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
En el Hospital Reina Sofía de Córdoba, donde cada año se realizan decenas de trasplantes de órganos, hay una historia que va más allá de quirófanos y estadísticas. Es la historia de Mercedes Azores, fisioterapeuta especializada en pacientes trasplantados de corazón y pulmón, y del banco blanco que ha cambiado para siempre la experiencia de la recuperación: “El Banco de la Vida”.

Mercedes Azores, fisioterapeuta del Hospital Reina Sofía

Mercedes Azores, fisioterapeuta del Hospital Reina Sofía
Mercedes lleva más de veinte años trabajando en el hospital, siempre con un clavel en la solapa —un gesto personal que se ha convertido en su seña de identidad— y una visión profundamente humana del cuidado. Desde la primera hora tras una intervención, su labor comienza en la UCI, donde colabora estrechamente con enfermeras y médicos para iniciar la fisioterapia respiratoria, ayudar a eliminar secreciones pulmonares y preparar a los pacientes para una recuperación física que es también emocional.
El banco de la vida
Pero fue más allá. Hace años, Mercedes observó que muchos pacientes trasplantados necesitaban no solo recuperar fuerza física, sino también reconciliarse con la vida tras una experiencia límite. Así nació la idea de “El Banco de la Vida”: un banco blanco ubicado en uno de los jardines del hospital donde los pacientes salen por primera vez después de semanas de encierro hospitalario. Allí respiran aire fresco, ven el cielo, se sientan, lloran, ríen… y comienzan simbólicamente su segunda vida.

Mercedes Azores con varios pacientes trasplantados, en el Banco de la Vida del Hospital Reina Sofía de Córdoba

Mercedes Azores con varios pacientes trasplantados, en el Banco de la Vida del Hospital Reina Sofía de Córdoba
“Salir a la calle por primera vez es un momento inolvidable para ellos”, explica Mercedes. “Muchos rompen a llorar. Es la primera vez que sienten que realmente están vivos después del trasplante”. Para algunos, como Moisés Morales —un joven venezolano trasplantado de corazón en diciembre—, ese instante fue casi espiritual: “Fue como ver a Dios. Después de estar 41 días ingresado, salir al aire libre me devolvió la esperanza”, contó con emoción.
Un lugar simbólico
El banco no es solo un sitio para sentarse. Es un lugar cargado de símbolos. Cada paciente deja allí su nombre y la fecha de su trasplante, pintados a mano junto a un pequeño corazón rojo. Así, ese banco se ha convertido en un archivo vivo de segundas oportunidades, una galería de valentía y agradecimiento.