Alexa, una sombra, por favor
La firma de opinión de la arquitecta y urbanista, Mari Cruz Blanco
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Alexa, una sombra, por favor. La firma de Mari Cruz Blanco
Córdoba
“¡Qué calor!”, se escucha de fondo. Y es que, estos días, que se acaba el cole y que decimos adiós a esas grandes edificaciones de uso público que ocupan grandes bolsas de suelo de nuestras ciudades y pueblos, nos llega una reflexión: cómo es posible que en el siglo XXI tengamos a nuestros niños pasando este calor tan agobiante sin hacer nada por remediarlo.
Pero la pregunta va mucho más allá. ¿Acaso la arquitectura no ha sido capaz, en tiempos bioclimáticos, en tiempos de eficiencia energética e inteligencia artificial, de aplicar la inteligencia natural precisamente para resolver patios de colegio que contemplen la sombra, la deseada sombra?
Por favor, ¡una sombra para nuestros niños!, un poquito de vegetación, un pavimento más amable, una fuente, algo que permita bajar la temperatura y hacer que esos eriales, cercanos a un desierto, no sean los espacios en los que nuestros pequeños descansan del acuciante calor que hace dentro de un aula, en la que a 40 grados, un triste ventilador da vueltas para refrescarlos.
Queridos amigos, nos queda mucho por reflexionar, pero más aún si pensamos que un itinerario peatonal accesible es solo aquel que tiene un pavimento de botones para encaminarlo. Más bien, será aquél que permita que cualquier persona en cualquier condición, llegue a cualquier punto de la ciudad de manera continua y en condiciones de comodidad, seguridad y autonomía y de la forma más natural posible, pero ¡cuidado!, tengamos en cuenta que, además, tenga sombra. Que en mi banco haya sombra, que alguna pérgola dé sombra donde parece que la va a dar y no en la lejanía, y que cuando yo coloque un árbol al lado del paso de peatones, le de sombra al paso de peatones. La sombra, la sombra arrojada, la sombra proyectada, la sombra propia. Cuántas sombras estudiamos en arquitectura para luego acabar caminando bajo un sol de justicia que nos hace recalcular nuestra ruta sin cesar y que, además, nos hace reflexionar si quiénes diseñan la ciudad, realmente, están pensando en quiénes la habitan.
Volvamos a pensar, volvamos a describir qué queremos para nuestra ciudad y qué deriva van a seguir las personas que viven en ella. Pero, por favor, hagámoslo a la sombra.

Mari Cruz Blanco
Arquitecta